OPINIÓN

Espacios en blanco

Estación de Gourette.
Estación de Gourette.
Sasha64f
Estación de Gourette.

Entre los misterios de esa complicada nuez gigante que tenemos por cerebro se encuentran la necesidad imperiosa de descansar y la imposibilidad casi física de llevarlo a cabo por tiempo, dinero, preocupaciones y la persistencia de nuestros problemas.

Problemas privados, de los que en un largo puente podemos zafarnos, aunque nos aguarden al regreso; y colectivos, de los que nada, salvo que arrojemos el móvil al mar, nos protege: la insistencia en que no olvidemos que la luz volvió a subir este lunes, en la guerra estancada en Ucrania y la cantinela de que el pollo ha vuelto a ser manjar de ricos y que la Navidad será deslucida y parca en comida (el año pasado peligraba por el desabastecimiento de alcoholes y de juguetes), se cuelan en cada espacio en blanco, en cada grieta que el ocio deja.

Al igual que un estudiante ignorante es un ser manejable, un ciudadano cansado es una mente permeable, hueca, abierta a las contradicciones banales. Nos permiten, como a los monjes que contaban en sus asientos plegados con un pequeño apoyo para las posaderas mientras rezaban, leves alientos: el Mundial, cuyo cuestionamiento se ha esfumado, las luces de Navidad, las vacaciones de los niños y cómo se repartirán entre los padres.

Pero tenemos demasiado por producir –nos quedan impuestos futuros, elecciones a corto plazo– como para que la pausa sea duradera. Nos quieren cansados y asustados, nos quieren enfadados por tonterías y callados ante lo esencial; angustiados por la hipoteca y porque estamos dispuestos a reciclar vidrio pero no a comer insectos, a subir el aire pero no a renunciar a las toallitas húmedas: queremos lo de siempre, quizás un poco cambiado, pero los espacios en blanco amenazan con cubrir toda la página. Nos quieren como siempre, sin tiempo para nada, dóciles y agotados. Para eso nos dan vacaciones.

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