Joan Ferran Historiador y articulista
OPINIÓN

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Lluís Salvadó, de ERC, en una imagen de archivo.
Lluís Salvadó, de ERC, en una imagen de archivo.
EUROPA PRESS - Archivo
Lluís Salvadó, de ERC, en una imagen de archivo.

En el mundillo de la política unos vienen y otros van según sopla el viento y lo permite la marea. La salida de Junts del Govern deja libre, a orillas del Mediterráneo, un amarre por muchos codiciado. Damià Calvet ha levado anclas como presidente del Port de Barcelona y, el hasta ayer diputado republicano Lluís Salvadó, ha recalado en sus muelles prometiendo eficacia y diálogo entre administraciones. 

No cuestiono la potestad del ejecutivo catalán de nombrar para este importante cargo de confianza a quien le plazca. ¡Faltaría más! Ahora bien, siempre y cuando se den en el agraciado/a unas condiciones mínimas de seriedad y solvencia contrastada. Salvadó es ingeniero industrial y ha ostentado diversas responsabilidades en el ámbito de la administración pública que, obviamente, podrían abalar su nombramiento. 

En estos tiempos que corren conviene medir bien las palabras jocosas, muchas veces tras ellas se esconden pensamientos reaccionarios"

Hasta ahí sin problemas, si aparcamos sus cuestiones pendientes con el TSJC. Pero por analogía con unas afirmaciones suyas -respecto a seleccionar a una consellera de Educació basándose en la generosidad de sus pechos- el ciudadano puede preguntarse qué atributos físicos le han abierto a Lluís las puertas de este cargo tan bien remunerado. 

Marta Rovira dijo en su día que los comentarios de Lluís Salvadó eran inapropiados y no se correspondían con el ideario de ERC. Seguro que así es, pero en estos tiempos que corren conviene medir bien las palabras jocosas, muchas veces tras ellas se esconden pensamientos reaccionarios. Honor y gloria para Rigoberta Bandini, un buen antídoto.

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