La repercusión medioambiental del Prestige, dos décadas después: "Nunca sabremos si el mar se recuperó porque no se estudió"

Los efectos en la costa del derrame del Prestige
Los efectos en la costa del derrame del Prestige
Henar de Pedro
Los efectos en la costa del derrame del Prestige

Una mar embravecida con olas de ocho metros de altura y un temporal de vientos huracanados con rachas de hasta 90 kilómetros por hora. Aquellas eran las pavorosas condiciones en las que navegaba el Prestige hace veinte años frente a la costa da Morte antes de enviar al Centro de Salvamento de Finisterre el mensaje de mayday previo a hundirse para siempre cerca de las islas Cíes. El 19 de noviembre de 2002, apenas seis días después de esa llamada de socorro, se partía en dos el casco del buque y liberaba 63.000 toneladas de petróleo que tiñeron en pocas horas las costas gallegas.

Era la enésima marea negra que Galicia veía llegar a sus costas desde que en 1917, durante la Gran Guerra, un submarino alemán torpedeó el petrolero británico McAndrew frente a Cedeira. Tras ese primer vertido a principios del siglo XX, llegaron otros muchos, que llenaron de hidrocarburos el litoral de la región y castigaron la biosfera de la zona. El del Prestige acabó con los organismos sésiles —aquellos que no poseen ningún medio de autolocomoción y son normalmente inmóviles o sedentarios— y afectó a un buen número de aves.

Veinte años después de la catástrofe, el medioambiente marino "parece recuperado del todo", pero resulta difícil precisarlo pues nunca llegó a realizarse un estudio sobre las consecuencias del naufragio, explica Manoel Santos, coordinador de Greenpeace en Galicia. "Los ecosistemas marinos son muy agradecidos cuando se produce una agresión, porque hay corrientes, olas... y la situación ahora no tiene nada que ver con la posterior al hundimiento. Sin embargo, no sabemos cuáles fueron los efectos exactamente en muchas comunidades, sobre todo de invertebrados, como crustáceos y equinodermos", ahonda.

"Nunca jamás se hizo una evaluación completa de la catástrofe. No se evaluó, no se monitorizó ni a medio ni a corto ni a largo plazo. No sabemos exactamente cuáles fueron los efectos de las 63.000 toneladas de fueloil vertidas por el Prestige en toda la cadena trófica marina, especialmente en las comunidades bentónicas y pelágicas, porque nunca se miró. Solo hubo pequeños estudios inconexos. Probablemente desaparecieron algunas especies y se instalaron otras oportunistas, que viven mejor con esos hidrocarburos. Si la pregunta es si el mar se recuperó, nunca lo sabremos, porque no se estudió", sentencia tajante.

"Nunca jamás se hizo una evaluación completa de la catástrofe. Si la pregunta es si el mar se recuperó, nunca lo sabremos, porque no se estudió"

Esta falta de análisis de los ecosistemas tras la debacle es una denuncia común de las organizaciones ambientalistas, que lamentan haber estado a ciegas en todo este tiempo sobre las consecuencias del vertido. "Hacer un cálculo a 20 años vista es complicado. Hubo una gran afección y algo se recuperó, pero no está como antes. Nunca vuelve a la situación original. Sin un gran estudio financiado por el Estado español o una universidad, es muy difícil decir algo con rigor dos décadas después", protesta Cristóbal López, portavoz de la campaña del vigésimo aniversario del Prestige de Ecologistas en Acción.

¿Qué pérdidas hubo en el momento?

Más de 1.600 playas, 2.000 kilómetros de costa y 500.000 metros cuadrados de roca afectados por una marea negra que se extendió desde las rías Bajas hasta la Bretaña francesa, con Galicia como principal damnificado. El vertido provocó allí un desastre de magnitudes continentales, agravado por la gestión política del accidente y paliado tímidamente por la labor solidaria de los miles de ciudadanos que acudieron al litoral a retirar galletas de chapapote. Sin embargo, resulta complicado calcular cuántos fueron los seres vivos aniquilados por el vertido.

"En las comunidades de invertebrados es muy difícil conocer la afectación, prácticamente imposible. Hubo zonas en la que el erizo, por ejemplo, casi desapareció. El marisco de boca de ría también sufrió: almejas, navajas... Inicialmente, todo eso murió", señala Santos. En este escenario, la manta negra formada sobre el mar impidió los procesos fontosintéticos por la ausencia de luz y acabó con "absolutamente todo" lo que se encontraba por debajo, mientras los hidrocarburos aromáticos entraron en las cadenas tróficas y las labores de limpieza también tuvieron un efecto devastador sobre los organismos de las rocas.

Entre las consecuencias de la debacle, se hallaron nutrias y tortugas muertas y se registró un 30% más de varamiento de delfines, así como una bajada de entre el 30 y el 50% de la productividad de muchas especies de interés comercial, como el pulpo. Tampoco las aves escaparon a esta agonía. En total, se recogieron unos 23.000 ejemplares petroleados, la mayoría en la costa gallega, y, de ellas, solo 6.000 seguían vivas. Pudieron recuperarse 600. Estos números permiten estimar que perecieron entre 115.000 y 230.000 pájaros

"En las comunidades de invertebrados es muy difícil conocer la afectación, prácticamente imposible"

Precisamente es un ave, el cormorán moñudo, una de las especies que no ha recobrado sus niveles previos a la catástrofe. "Murieron muchos adultos, que eran los que alimentaban a las crías, porque se lanzaban directamente sobre las manchas de chapapote al pensar que eran bancos de peces. Aún hoy estamos pagando, no solo el Prestige, sino las sucesivas mareas negras", apunta Santos. 

Tampoco los lanzones, "unos peces alargados muy menudos", se han recuperado, pues desaparecieron casi por completo. "Tienden a enterrarse bajo la arena en algunas fases del día y fue ahí donde se concentró buena parte del combustible tras perder sus componentes más volátiles", detalla Raúl García Rodríguez, especialista del programa marino de WWF.

La reducción de las especies marinas de la costa y la entrada en el mercado de otras equivalentes de buena calidad y a un precio competitivo supusieron también un drama para la economía de cientos de familias y multitud de concellos que vivían de la pesca, relata. Aunque llegaron ayudas, experimentar la tragedia en primera persona permitió a estos marineros tomar conciencia de su papel en el medio ambiente y promovieron "un modelo de gestión participativa difundido por medio mundo". "Buscaron cómo regenerar las zonas arrasadas para favorecer que la naturaleza se regenerase", dice.

¿Cómo evitar que se repita?

Con los "escasos datos" de los que han dispuesto en este tiempo, muchos expertos "dan por hecho" que el ecosistema está "recuperado en su gran mayoría", de acuerdo con García. Sin embargo, temen que pueda volver a repetirse. A pesar de que el litoral gallego encadena dos décadas sin desastres de este tipo, cada año pasan cerca de 40.000 buques peligrosos llevan petróleos, químicos, detergentes o pesticidas que pueden desencadenar otra debacle, advierte López. "Los temporales siguen siendo temporales y probablemente irán  a más con el cambio climático, por lo que nunca estamos a salvo de que se produzcan accidentes", alerta Santos.

Este tramo se conoce como corredor de Fisterra y forma parte de una ruta de Europa occidental que va desde el canal de La Mancha, en Reino Unido, hasta el Estrecho de Gibraltar. "Es una de las rutas de petroleros más importantes del mundo, menos algunas del Golfo Pérsico y una en el Pacífico, en volumen de crudo", explica el coordinador de Greenpeace en Galicia. Por eso, para evitar estas desgracias, se han mejorado "algunas cosas puntuales", concede, como la prohibición de los barcos monocasco —como el Prestige— y la creación de dos carriles más exteriores del corredor.

"Seguimos sin un plan de contingencia serio frente a catástrofes de este tipo y más frente a hidrocarburos"

No obstante, los especialistas coinciden en que todavía quedan cosas por hacer. "Seguimos sin un plan de contingencia serio frente a catástrofes de este tipo y más frente a hidrocarburos. Hay algunos medios más, unos pocos kilómetros adicionales de barreras anticontaminación, pero no un plan firme", subraya Santos. Con él coincide López: "Es necesario contar con medidas preventivas, un protocolo con un lugar refugio donde meter un barco en esas condiciones, tener las cosas claras, y que todo ello dependa de un funcionamiento sistémico y no del político de turno y de qué humor está", reclama, en referencia a lo ocurrido en 2002.

Todos ellos concuerdan, además, en la necesidad de reducir la dependencia de la sociedad actual de los combustibles fósiles. "Esta es una sociedad adicta a estas sustancias, pero hay alternativas, como las energías renovables. Hay que ir hacia ellas y dejar de transportar tanto petróleo por el mar", resalta Santos, aunque teme que la guerra de Ucrania va a empeorar la situación.

Unidos en la tragedia

En lo que también convergen todos los ecologistas es en el efecto que la tragedia obró sobre la población, unida como nunca antes para defender las costas de la llegada del chapapote y ayudar a los vecinos de las localidades afectadas por la marea negra. Barquitos artesanales en la ría de Vigo que intentaban recoger las 'galletas de fueloil', mariscadoras y marineros que trataban de evitar la entrada del petróleo con herramientas inventadas en casa, "decenas de miles de voluntarios"... Son las escenas que describen estos especialistas al rememorar la catástrofe de hace dos décadas.

"En Galicia fue la mayor manifestación autoconvocada: Nunca mais. Colapsaron las autopistas, las calles de Santiago, a pesar de que llovía a mares. Había una indignación tremenda, como nunca se ha visto en la historia de la región. Ya no era una cuestión de partidos ni de ideologías, era de amor por la tierra (...) El pueblo salvó al pueblo. La gente se movilizó con ese sentimiento de solidaridad, de ayuda. Las personas de aquí les daban comida, les buscaban donde dormir de forma gratuita, altruista. Los desastres poseen esa parte que nos hace creer en la humanidad", remarca López.

Y en la misma línea se pronuncia Santos: "La gente se enfundaba el mono blanco para limpiar por las mañanas y por las tardes y se vestía la bandera gallega por las noches para ir a las manifestaciones indignada, a protestar y a exigir dimisiones. Eso canalizó la indignación social e incluso el impacto psicológico (...) La sociedad civil reaccionó cuando los gobiernos desaparecieron. Fue el mayor acto de amor colectivo ante una catástrofe ambiental en la historia de la península Ibérica, porque nunca se dio una migración semejante de personas de Galicia, de España y de todo el mundo para ayudar", resume Santos.

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