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La radiografía del Brasil que vuelve a las urnas: una clara brecha entre territorios y con división en la Iglesia

El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y el actual mandatario, Jair Bolsonaro, durante el primer debate de cara a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil.
El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y el actual mandatario, Jair Bolsonaro.
SEBASTIÃO MOREIRA / EFE
El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y el actual mandatario, Jair Bolsonaro, durante el primer debate de cara a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil.

No hay un único Brasil. Tampoco dos. Pero sí son dos los modelos que se enfrentan este domingo en la segunda vuelta de las elecciones, con Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Bolsonaro como los dos últimos en estar en liza y que además presentan dos proyectos de país completamente diferentes. La foto de Brasil es compleja, con muchos matices que entender para saber qué puede pasar en las urnas. ¿Quién vota a quién y, sobre todo, por qué? La división, las clases sociales, los discursos polarizadores y dos ideologías que no tienen nada que ver marcan los comicios.

Eduardo Puig de la Bellacasa, responsable internacional de América CEU-CEFAS, explica a 20minutos que "la zona del norte y el nordeste es un Brasil mucho más pro Lula; son las zonas de las rentas más bajas. En cambio en sur, sin ser totalmente pro Bolsonaro, es donde más apoyo encuentra el actual presidente". Además, hay un componente importante: "En los estados del norte para gobernadores salieron muchos vencedores del PT de Lula, y en cambio el candidato de Bolsonaro ya ganó en primera vuelta en Río de Janeiro como parece que va a pasar también en Sao Paulo".

"Hay un 6% de indecisos, así que atendiendo a ese dato podría ganar cualquiera de los dos. Son unas elecciones mucho más ajustadas de lo que pensábamos", continúa, pero no ve unos comicios marcados por las clases sociales. "Ten en cuenta que el porcentaje de evangelistas (un 30%) son de clases bajas y en cambio apoyan a Bolsonaro", por lo que la clase social no es algo que para Puig sea tan decisivo. "Por ejemplo, el presidente que lleva Lula es de centroderecha", rememora. Así, dice, "no es tan claro que la clase social marque" la cita con las urnas.

"Lula ha sido ya presidente y durante su mandato la economía de Brasil creció mucho, se rodeó de empresarios y fue ortodoxo. No genera ningún miedo a los empresarios y las entidades financieras. Eso quizá sería diferente si no hubiera sido ya presidente", añade el analista. Es por ello que "Lula es una opción más moderada de lo que se piensa desde fuera". No calificaría Puig por ejemplo al PT "como un partido de ultraizquierda", aunque sí mantiene cierta sombra de la corrupción. "Para mucha gente es parte de esa corrupción".

Por su parte, Marta Moya, analista en El Orden Mundial, añade que "el electorado brasileño está fragmentado en compartimentos estancos, con pocas excepciones de uno u otro lado del espectro ideológico". Así, Lula ganó en primera vuelta en el 97% de los 1.000 municipios con menor Índice de Desarrollo Humano Municipal de todo el país, concentrando el voto en el noreste, donde en esos territorios obtuvo una media del 75% de los sufragios. Bolsonaro venció en el 86% de las ciudades más desarrolladas económicamente, concentradas en el sur y sureste. "Es el eje de clase el que marca la pauta electoral", comenta la analista. 

En las ciudades más prósperas en términos de desarrollo, el Estado se ve como un impedimento a las libertades individuales

"Al contrario que en otros países, donde los núcleos urbanos con niveles mayores de educación y con rentas medias o medias altas tienden a alinearse con posiciones más progresistas o liberales (Estados Unidos es quizá el caso más paradigmático); Brasil no cumple con estas lógicas", prosigue Moya. Y es que, dice, "en las ciudades más prósperas en términos de desarrollo, el Estado se ve como un impedimento a las libertades individuales". Por el contrario, "allí donde la pobreza es galopante, la cobertura estatal se hace necesaria para cubrir necesidades básicas… y ese electorado tiene muy presente los años de Lula en el Gobierno, cuando la pobreza se redujo del 33% al 15,5%", termina.

En ese contexto, Moya disiente con Puig y considera que "la clase social marca la pauta" de las elecciones. De hecho, Bolsonaro ha intentado romper esa lógica aumentando el gasto social con programas de subsidios y préstamos (Bolsa Familia y Auxilio Brasil) para más de 500.000 familias en condición de vulnerabilidad. "Y la campaña de Lula no ha impugnado esta decisión quizá para evitar las críticas del bolsonarismo, pues al final los beneficiados son parte del potencial electorado de Lula". 

En el otro lado, "el izquierdista se ha acercado a sectores evangélicos, intentando eliminar las dudas que se generaron en redes sociales. En estas semanas se ha rodeado de frailes franciscanos, pastores evangélicos, monjas, curas… mandó una carta a los evangélicos hablando de que la familia es sagrada y quiere contrarrestar ese voto muy alineado con Bolsonaro". Hay que recordar que, además, el 30% del electorado se dice evangelista.

El papel de la Iglesia, fundamental pero no monolítico

Por otra parte, el papel de la Iglesia es "fundamental", pero no se trata de un elemento monolítico. "Brasil es la democracia laica más grande de América Latina. Pero a su vez es el país más católico de la región y donde el electorado evangélico ha crecido exponencialmente en los últimos años", recuerda Moya, que matiza eso sí que "no todas las iglesias están alineadas con Bolsonaro" y de hecho la Iglesia católica hizo un llamamiento a combatir "el odio y la mentira" recientemente. "El arzobispo de Sao Paulo llegó a decir que estos tiempos le parecían a los del ascenso del fascismo".

El dibujo que sale de todo eso es claro: "La política brasileña lleva años polarizada, pero desde la campaña de 2018 ha escalado notoriamente. Por supuesto, este año ya ha superado todos los límites con el retorno de Lula a la primera plana", prosigue Marta Moya. Además, desarrolla, "Bolsonaro se ha encargado de polarizar al país con políticas discriminatorias con minorías negras, indígenas… pero también contra las mujeres y sus derechos o alimentando la retórica de que un pueblo armado jamás será esclavizado". Muchos le consideran "un político que ha aislado a Brasil, que ha gobernado para los suyos y que impulsado medidas que rompen a una sociedad ya muy fragmentada".

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