Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Las verdades de Josep Borrell

Josep Borrell durante la sesión en el Parlamento Europeo.
Josep Borrell durante la sesión en el Parlamento Europeo.
JULIEN WARNAND
Josep Borrell durante la sesión en el Parlamento Europeo.

Entre las muchas cosas que debemos agradecer a Josep Borrell es que cuando habla es claro y directo, aún a riesgo de ser interpretado de forma torticera, sobre todo por parte de los que se creen atacados para así hacerse los ofendidos. Durante la crisis territorial en Cataluña, nunca se anduvo con chiquitas. Vapuleó a Oriol Junqueras en un célebre debate televisivo, poniendo al descubierto las falsedades económicas de los partidarios de la secesión y, después del falso referéndum del 1 de octubre, afirmó que antes de curar las heridas en la sociedad catalana había que “desinfectarla” de las mentiras sobre las que se había construido el procés. Como ministro de Exteriores fue implacable contra la propaganda antiespañola de Carles Puigdemont en Europa. Desde que es Alto Representante de la UE para la Asuntos Exteriores y de Seguridad, no ha dejado a nadie indiferente porque está construyendo su cargo, llenándolo de contenido, en un momento histórico excepcional, del todo insospechable cuando accedió al cargo en 2019. Con 75 años está disfrutando muchísimo de su trabajo, y eso se nota en la frescura de sus discursos, en los que arriesga a decir verdades que pueden ser tan incómodas como necesarias para que los europeos tomemos conciencia de nuestras debilidades y del papel que debemos jugar en el mundo.

Hace unos días, en la inauguración de un curso para futuros diplomáticos en Bruselas afirmó que la UE era un “jardín” de libertad política, prosperidad económica y cohesión social frente al resto del mundo que era mayormente una “jungla”. Con su metáfora no postulaba el aislacionismo, ni defendía construir muros, sino la necesidad de interactuar, de cooperar, porque el “jardín” que hemos construido los europeos no podría defenderse si el caos se apoderaba de la “jungla”. Una semana antes había sostenido en Madrid la idea de que la UE no podía ser una institución “herbívora” en un mundo de “carnívoros”, y que el despertar geopolítico europeo tenía que hacerse sobre nuevas bases. En un ejercicio de severa autocrítica, señaló la debilidad de haber confiado nuestra prosperidad en el gas ruso y en las oportunidades de negocio con China, y de haber externalizado nuestra seguridad en los Estados Unidos.

Las analogías son siempre resbaladizas, pero como ha dicho el politólogo estadounidense Robert D. Kaplan, “si la UE no existiera habría que inventarla, pues es una especie de imperio bueno y benevolente”. Borrell, lejos de reflejar una mentalidad “supremacista o colonialista” como algunos le critican, lo que ha hecho es lanzar repetidos mensajes de advertencia sobre las debilidades europeas en un mundo despiadado. Tampoco es un belicista, como algunos piensan por su firmeza frente a Rusia, si no alguien que hace 13 años ya recordaba, en esa ocasión dirigiéndose a los jóvenes, “pensáis que la paz es el estado natural de las cosas, y no, el estado natural de las cosas es la guerra”. Después de matarnos durante siglos, hoy Europa es la paz. Pero no basta. Hoy Europa tiene que poder defender su paz frente a Estados que son muy poco de fiar al tiempo que actúa en el mundo en favor de la paz y la prosperidad. Y eso solo lo lograremos uniéndonos más, también en defensa y seguridad. Borrell no es un diplomático, sino un político que milita en el europeísmo, y el español hoy más universal.

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