Reportaje

Vida, muerte y despedida a Oleg: un "héroe de guerra" que aparcó su carrera de informático para defender a su patria

  • Antes de empezar la guerra soñaba con ser programador informático, pero murió en el frente hace un mes.
  • Luchó en Sumy, luego en Izium y recuerdan desde las trincheras que llegó a frenar un ataque de cinco tanques rusos.
  • Todos los artículos de Olha Kosova, en 20minutos.es.
Oleg, en una fotografía durante los combates en Izium
Oleg, en una fotografía en Izium poco antes de su liberación por la contraifensiva ucraniana
Patryk Jaracz
Oleg, en una fotografía durante los combates en Izium

Era un chico simpático de unos 31 años y hacía amigos con facilidad. Se levantaba temprano para ir a boxeo y conducía al trabajo (otros días iba en metro para esquivar los atascos enormes del centro de Kiev). Encajaba bien en el área digital de la Agencia Nacional de Prevención de la Corrupción y discutía con su compañera a quien le tocaba ir a por café cada mañana.

Allí, en la agencia, escribía código y se ponía sus grandes auriculares para concentrarse y no escuchar los rumores laborales (no le gustaba que la gente hablase mal de otros a sus espaldas, el ocio favorito del funcionariado en las estructuras gubernamentales). Detrás de ese look tan cool escondía unos gustos de rock dudosos (su playlist incluía un tema de Nickelback, pecado mortal para los amantes de la música) y aguantaba con estoicismo las sugerencias y comentarios de sus colegas de trabajo. 

Oleg, con sus compañeros de trabajo
Oleg,  de frente, con sus compañeros de trabajo
CEDIDA

Los fines de semana aprovechaba para estudiar más sobre los lenguajes de programación. Sus compañeros le decían que le esperaba un puesto en el Ministerio de Transformación Digital. Hasta que un día la silla en su mesa de la Agencia... desapareció.

"Siempre me decía: mamá, no quiero irme del país. Los que emigran acaban volviendo”, recuerda Olga Borysivna, la madre de Oleg Finogenov, cuando su hijo le hablaba de los jóvenes que se iban buscando un futuro mejor. Oleg, en cambio, empacó sus cosas y se marchó al ejército el 24 de febrero, el día de inicio de la invasión rusa. No quiso dejar a los que decía “los suyos”, la brigada 93 Holodnyi Yar.

Usar las expresiones "héroe" y "dejar la vida por Ucrania" cuando hablas de un soldado fallecido es un cliché aún mayor cuando lo aplicas a un amigo

Usar las expresiones "héroe" y "dejar la vida por Ucrania" cuando hablas de un soldado fallecido es un cliché aún mayor cuando lo aplicas a un amigo. "Los ucranianos sois muy valientes, genéticamente sois los más duros”, opina uno de los fotógrafos españoles que conocí en las trincheras del sur y con el que debatía si la heroicidad está incrustado en el ADN ucraniano y por eso dan la vida por su patria y por su libertad.

"El peor momento de esta guerra fue la muerte de mi amigo y recoger su cuerpo después de estar siempre juntos, desde el centro de formación hasta el campo de batalla", relata un soldado de la inteligencia militar en las trincheras de Jerson. Lo dice tras de una cara sucia, agotada por la falta de sueño y con una expresión de dolor que no corresponde a su edad. Esa expresión la vi por primera vez, hace muchos años, en el rostro de un manifestante de 19 años en el Maidán, el día en que los francotiradores asesinaban a los ciudadanos. Sentado en una calle ennegrecida por la pólvora, miraba al frente llorando en silencio y sin decir palabra.

"Es una tragedia", le contaba Oleg al Washington Post en una entrevista que le hicieron en junio, cuando le preguntaron por la muerte de su compañero Roman Ratushnyi, un activista de Kiev. "La flor y nata de la nación se está destruyendo. Cuando termine la guerra, tendremos que volver a construir este país, y probablemente será bastante duro."

La flor y nata de la nación se está destruyendo. Cuando termine la guerra, tendremos que volver a construir este país, y probablemente será bastante duro

Aquí, cada día te enfrentas a la tragedia humana. Aunque vivas a cientos de kilómetros del frente, tu café matutino puede interrumpirse por el himno de Ucrania que, al otro lado de la ventana, acompaña el paso de un ataúd cubierto por la bandera nacional, por una madre y una esposa vestidas con trajes negros y doblados por el peso del dolor. En tu mente te despides de la persona en el ataúd, le agradeces su servicio, y te das cuenta que es imposible esconderte o huir de la presencia de la guerra.

Pero aquí nadie quiere morir. Se vive con la sensación de que no te pasará nada a ti, ni a tus familiares. Una ilusión que existe hasta el momento que un fuego artillero, un cohete o una mina te quita a alguien importante. En ese mismo instante la guerra se vuelve muy real. En mi caso ha sido con Oleg, que acabó en el ejército por casualidad: “Acompañé mi amigo al centro militar y me preguntaron si me gustaría unirme. Les dije que sí", decía. Sus amigos dan otra versión. Oleg era de la generación de la revolución de Maidán, esos jóvenes listos para luchar por su país.

Oleg, de pie junto a un vehículo militar
Oleg, de pie junto a un vehículo militar
CEDIDA

“Siempre quería hacer las cosas bien, sin palabras bonitas, sin tragedia, todo parecía fácil a su lado”, comenta Daria, la esposa de su mejor amigo Zhenia de quien era inseparable desde la escuela. Su madre recuerda que cuando le vio en uniforme pensaba que era una broma. “Es que Oleg era muy torpe, no confiábamos en que sobreviviera ni un día de campaña. ¡Era de esos que dejan el coche en marcha en aparcamiento!", bromea Daria. 

Al final no solo sobrevivió, sino que llegó a sustituir al comandante de la compañía. Su madre le daba los consejos aprendidos de su abuelo, tanquista en la Segunda Guerra Mundial, sobre cómo calentarse las piernas metiendo hojas de periódicos en las botas militares. En la segunda campaña, le tocaron los frentes difíciles. Estuvo en Sumy. Luego en Izium. Sus compañeros recuerdan desde las trincheras del Donbás que Fil —como le apodaban— es un "héroe de Ucrania” y que llegó a frenar un ataque de cinco tanques rusos. En el frente enseñaba a los demás a leer los mapas y explicaba los avances para levantarles la moral.

Oleg, a la derecha, junto a otros dos soldados en el frente
Oleg, a la derecha, junto a otros dos soldados en el frente
CEDIDA

El último frente de Oleg fue en Bakhmut. Artem, сomandante del primer pelotón y amigo suyo, dice que muchos soldados tenían miedo de ir allí porque era uno de los puntos más calientes de Donbás. Allí era imposible saber cuando acababa un ataque y empezaba el siguiente. El combate era continuo. Los mensajes de Oleg empezaron a cambiar y su amiga Daria recuerdo cómo había perdido el optimismo con el transcurso de la guerra.

Fueron Daria y Zhennia los que supieron de su muerte en Bakhmut. Les tocó la dura misión de contárselo a su madre Olga. "Fue uno de los peores momentos. Cuando tu tocas la puerta, ves que su madre esta alegre de vernos y luego se entiende todo al ver nuestras caras", dice Daria. Aquel 31 de agosto su familia, sus amigos y gente que ni siquiera le conocía vino a despedirse de Oleg y mostrar su respeto a otro soldado fallecido en la lucha por Ucrania.

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