Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El lado fanático de Mercedes Milá

Sus entrevistas mantienen esa ilusión de la primera vez.
Mercedes Milá besa a William Levy
Mercedes Milá besa a William Levy
Movistar Plus
Mercedes Milá besa a William Levy

La cortina negra del fondo del escenario del madrileño Teatro Pavón está arrugada. No se disimula, no es lo importante. Aparece Mercedes Milá, se dirige al público compuesto casi exclusivamente por mujeres. Todas, incluida Milá, tienen un vértice en común: son fans de William Levy, actor protagonista del culebrón Café con aroma de mujer. Él está allí, entre bambalinas, dispuesto a ser entrevistado por una de las entrevistadoras más relevantes de la historia de la televisión española. Esta vez, en modo fan.

El programa se graba en el verano de las olas de calor. Se nota. Las espectadoras no paran de abanicarse. Y la realización incide en ello, con planos de reacción del patio de butacas que contagian el agobiante suspense de la canícula. La grada arde a la vez que su público mira de reojo para intentar atisbar por dónde aparecerá el actor.

Por supuesto, el programa ya ha colocado a Levy en la puerta que está más al fondo de la sala, esa que le obliga a cruzar todo el patio de butacas. Así también sudará él. Ya está contextualizado el show: William levanta pasiones. Queda retratado por la tele ante tal marabunta. La veneración popular recuerda a aquellas grabaciones de la tele antigua con Camilo Sesto, Parchís, Miguel Bosé, Locomía o Take That. La diferencia es que aquí el público no es adolescente, ahí sí que hemos cambiado. Podría ser el mismo público que adoraba a Camilo Sesto, Parchís, Miguel Bosé, Locomía o Take That. 

Y empieza la entrevista. Con un beso en la boca. Mercedes Milá no se ha vestido de gala para la ocasión. Mejor, que el calor aprieta. No lo necesita. Ni siquiera como fan. Opta por el tú a tú. Arrollador tú a tú. Tiene claro el guion y el objetivo narrativo como periodista en vena, pero no se nota la planificación previa por su naturalidad a la hora de preguntar, ordenar ideas, enriquecer el encuentro compartiendo experiencias personales (muy importante en este caso) y, de nuevo, preguntar. Y William Levy contesta, con el orgullo de actor que quiere sentirse guionista. De hecho, incide en que los actores deberían participar en el guion de las series. Mejor que esa soberbia parte no la escuchen los creadores de ficción. Aunque, al final, la entrevista evidencia que sin guion sus aportaciones tampoco cambiarán el mundo. Mucha contestación que cae en el vacío lugar común, poco argumento inspirador.  

Pero la cultura de la fascinación fan lo perdona todo. De eso va el programa especial Milá y Levy en Movistar Plus: de conocer a quien admiras. O a quien aspiras. O directamente a quien protagoniza tus fantasías, si eres fan. Y si eres periodista, este formato grabado en un teatro desnudo, sin decorado y con telón arrugado, recalca la cualidad que ha mantenido Mercedes Milá constante en su extensa carrera: sus entrevistas siempre representan esa ilusión de la primera vez. Da igual que sea un político, un concursante de Gran Hermano o un referente de la cultura. A veces más intensa, en ocasiones más empática. Pero, desde hace cuatro décadas, Milá nunca han perdido ese brillo de los ojos delatando una curiosidad imparable que quiere entender al que está delante. Curiosidad que fluye sin demasiados filtros (incontrolable en modo fan) hasta conseguir sacar jugo. Incluso a quien no demuestra excesivo jugo. O si no vean Milá y Levi.

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