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Isabel II, la reina que nunca se quejó: "Never complain, never explain"

La reina Isabel II.
 
 
La reina Isabel II.

Es el cierre que ella hubiera deseado para sus setenta años de reinado. La última foto de Isabel II apareció el miércoles en los periódicos. En ella se ve a una anciana frágil que se apoya en un bastón y avanza decidida y sonriente para recibir a otra Elizabeth, la nueva primera ministra Liz Truss. Es un ritual que había realizado a lo largo de décadas con quince ‘premiers’ británicos, el primero de ellos su admirado Winston Churchill, que la describió como una niña que ya impresionaba por su mirada de responsabilidad. Fue el último servicio a la nación. Como si hubiera estado esperando a que la sucesora de Boris Johnson, nacida cien años después que el primer ministro que abrió la lista, llegara a Balmoral, en sus queridas tierras escocesas, para descansar tras una intensa vida marcada por el sentido del deber.

La abdicación de Eduardo VIII cambió la plácida vida de sus padres, los duques de York, y convirtió traumáticamente en rey a un padre al que adoraba, Jorge VI. Durante la segunda guerra mundial, la familia eligió sufrir con los londinenses los bombardeos de la aviación hitleriana. Isabel (Lilibeth, como se la conocía en familia) realizó labores para el servicio auxiliar del Ejército. Con su hermana Margarita, se mezclaron con la multitud para celebrar el final de la guerra. Ahí se forjó una identificación con el pueblo británico que Isabel II ha mantenido durante siete décadas, pese a los profundos cambios políticos y sociales que experimentó en este tiempo el Reino Unido y la Mancomunidad de Naciones de la que fue soberana. Considerada una de las mujeres más ricas del mundo, combinó la pompa que gusta al pueblo británico con la evolución hacia la modernidad: su coronación, en 1952, fue retransmitida por televisión. Y en 2012, ya anciana, sorprendió al mundo con un 'sketch' por los Juegos Olímpicos de Londres en el que simulaba su lanzamiento en paracaídas sobre el Támesis con James Bond. Y durante la pandemia, mandó mensajes de ánimo a sus compatriotas.

La futura reina de Inglaterra fue educada en casa por institutrices, rodeada de sus queridos perros corgis que la han acompañado durante su vida, pero no fue formada para ser reina. Sus biografías, recogidas por la serie 'The Crown’, reflejan su empeño en llenar esta laguna que la torturaba. Con Henry Marten, vicedirector del Eton College, se formó en Derecho Constitucional. Las clases le aprovecharon porque ha desarrollado su tarea institucional de manera impecable, incluso cuando las tormentas políticas y las turbulencias familiares amenazaron con hacer tambalear los cimientos de la propia institución. Hizo suya la frase del gran estadista del siglo XIX, Benjamin Disraeli, “never complain, never explain” (“nunca quejarse, nunca dar explicaciones”), que convirtió en lema oficioso de su longevo reinado. La reina siempre remontó y por eso recibe, a su muerte, los elogios que más le hubieran gustado: una mujer de Estado que preservó la Corona, también la jefa de la Iglesia anglicana que vio hasta ocho Papas en el Vaticano.

Cumplió su deber al precio de anteponer sus responsabilidades a su familia. Se casó por amor con Felipe de Grecia y Dinamarca, un príncipe apuesto y sin fortuna que tradujo su apellido alemán Battenberg al más conveniente Mountbatten. Hubo altibajos en su matrimonio, pero nunca lo pusieron en peligro. La muerte de Felipe de Edimburgo, hace un año, subrayó la soledad de la reina y quizás aceleró su final. Fue una madre ausente durante largas temporadas durante la infancia de sus hijos, Carlos, Ana, que heredó su pasión por los caballos, el polémico Andrés, implicado en un grave caso de abusos a menores, y el discreto Eduardo. La tormentosa relación del hoy rey Carlos y su primera esposa, la princesa Diana, complicó las relaciones familiares extraordinariamente. Un cuarto de siglo después de la muerte de Lady Di, el drama se ha olvidado. Cerca del final, Isabel II le hizo un regalo extraordinario al eterno heredero y dejó dispuesto que su esposa, la mujer por la que se divorció, sería reina.

A los 21 años, se comprometió solemnemente: "Declaro ante ustedes que mi vida entera, ya sea larga o corta, será dedicada a vuestro servicio y al servicio de nuestra gran familia imperial a la que todos pertenecemos". Su vida ha sido larga y ella ha cumplido su compromiso. Ahora empieza una nueva era.

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