La ciencia avala que hablemos con nuestros perros: distinguen tonos, términos e incluso los diferentes idiomas

  • Se conocen casos de perros entrenados que han podido aprender el nombre de más de 40 objetos.
  • Un reciente experimento demuestra que también son capaces de identificar el idioma familiar.
Un perro atento.
Un perro atento a su humano de referencia.
M.T.
Un perro atento.

Los perros viven con sus familias y sus familias constantemente se dirigen a ellos hablando, además escuchan conversar en uno o más idiomas en sus hogares. Cuando les hablamos nos observan con atención plena, pero... ¿son capaces de identificar ese idioma familiar? ¿Reconocen los diferentes idiomas o para ellos se trata solo de otro sonido más del entorno?

Actualmente, por distintos estudios realizados, sabemos que los perros pueden distinguir el tono, duración y volumen de las palabras (Ratcliffe and Reby, 2014; Root-gutteridge et al., 2019). Reconocen perfectamente la "musicalidad" de lo que les decimos, de manera que si les hablamos con palabras amables pero en tono de recriminación, actuarán como si le riñéramos. Y al contrario, si le reñimos con tono amable, hasta es posible que nos salten encima y suelten un lametazo.

También sabemos que los perros saben el significado de algunas palabras, esto lo notamos al hablar con el perro sobre “ir a pasear” o “dar un premio”. Se conocen casos de perros entrenados que han podido aprender el nombre de más de 40 objetos (Pilley y Reid, 2011; Pilley, 2013). Hemos aprendido que reconocen el sentimiento con el que decimos esas palabras (miedo, enfado, alegría), así como la identidad o familiaridad de quien les habla (Boros et al., 2020, Andics et al., 2016, Prichard et al., 2018).

El habla es la base de la comunicación de los humanos y mayoritariamente nos dirigimos a los perros hablando. Los idiomas están caracterizados por una serie de patrones acústicos concretos, como el tono y el volumen, y se ha observado que los bebés los reconocen perfectamente antes de aprender a hablar. Son capaces de discriminar entre sonidos de un lenguaje y otros no lingüísticos pero que suenan parecido. E incluso pueden diferenciar perfectamente un lenguaje familiar de otro que no lo es, siempre y cuando tengan el mismo patrón, antes de aprender el idioma.

Laura V Cuaya, psicóloga e investigadora especialista en el área de cognición, junto con otros autores, se preguntó en un estudio previo si los perros podían hacer estas mismas diferenciaciones: distinguir un idioma conocido de uno desconocido, y un sonido parecido a un idioma del idioma en sí.

Para averiguarlo realizó un experimento con 18 perros de razas diferentes, a los cuales se les entrenó mediante clicker a permanecer quietos y despiertos en un equipo de resonancia (Speech naturalness detection and language representation in the dog brain. L.Cuaya et. al. en NeuroImage, 12 de diciembre de 2021). 

Los perros escucharon grabaciones en idioma Húngaro y Español del capítulo XXI de El Principito de Antoine de Saint-Exupéry. Dos de los perros conocían el idioma español porque era el que se hablaba en su familia (curiosamente eran los perros de la Mexicana Laura V Cuaya) y el resto de perros escuchaban el húngaro en casa pero desconocían el español. Por otro lado, se utilizaron grabaciones con sonidos que mantenían patrones similares a un idioma pero distorsionados. Y se tomaron imágenes de resonancia de las partes activadas en el cerebro de los canes al escuchar las grabaciones.

Se observó que, efectivamente, al escuchar un idioma familiar de uno desconocido, se activaban zonas diferentes del córtex. Y de igual forma pasaba al escuchar un idioma real del sonido distorsionado. La representación del lenguaje en ciertas zonas corticales, refleja que pueden extraer ciertos patrones auditivos que conformarían un “lenguaje conocido” para los perros. Aunque evidentemente no pueden hablar con un lenguaje humano, sí lo reconocen perfectamente. También distinguen el idioma con el que se les habla en casa de otro que suena parecido pero desconocido para ellos.

Según los autores, "hasta la fecha no ha habido pruebas de que los cerebros de los perros puedan discriminar el habla de los estímulos no verbales. Además, aunque los perros, al igual que los humanos, suelen estar sobreexpuestos a un idioma concreto, no se ha explorado, ni desde el punto de vista conductual ni neural, si son capaces de extraer del habla regularidades auditivas específicas del idioma y distinguir un idioma conocido de uno desconocido".

Mejor con perros más mayores y con cabeza más larga

Curiosamente los perros de cabeza más larga (dolicocéfalos) mostraron más sensibilidad auditiva al escuchar la voz humana, lo que muestra que las diferentes razas, con sus diferentes anatomías craneales, podrían procesar de manera diferente las señales auditivas humanas. 

Los perros de más edad mostraban una representación más pronunciada del lenguaje, lo que lleva a pensar que han tenido más años para escucharlo y reconocerlo.

Se trata del primer estudio que demuestra que los perros diferencian los idiomas y reconocen los sonidos que pertenecen a un lenguaje verbal. Los perros han evolucionado junto al humano, y no es de extrañar que hayan desarrollado mecanismos para mantener el vínculo. Nos aman, nos observan y se esfuerzan al máximo por comprendernos. 

Ahora, gracias a la ciencia, sabemos que cuando hablamos están más atentos de lo que pensábamos, que no se limitan a reconocer algunas palabras aprendidas como “comandos”, tal y como se creía antaño. A todos aquellos que habitualmente hablamos con los perros, ya no se nos puede tildar de locos. Podemos seguir hablando con ellos porque la ciencia nos avala, pero eso sí, mejor hacerlo en tono amable, se lo merecen. 

Debemos valorar el esfuerzo que requiere, para otra especie con un lenguaje mayoritariamente no verbal, comprender que los humanos utilizamos el habla como comunicación y que, además, hay uno o más idiomas. Esto denota un gran interés hacia nuestra especie y una gran inteligencia. Lejos quedan los tiempos en los que se creía que los perros ni pensaban ni sentían. Ahora resulta que, además de sentir y pensar, nos quieren entender.

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