Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Celia Múñoz y cómo quitar la "caspa" a la ventriloquía

Celia Muñoz en American Got Talent
Celia Muñoz en American Got Talent
AGT
Celia Muñoz en American Got Talent

¿Qué imagen les viene a la cabeza cuando piensan en un ventrílocuo? Es fácil que la palabra ventriloquía nos traslade al escalofrío de un ambiente tétrico, en donde una persona habla con un peculiar muñeco a la vez que le pone voz de pito. Se presupone que el arte está en que parezca que la marioneta habla de verdad. Pero en España los más famosos ventrílocuos ni siquiera se cortaban a la hora de mover los labios. Lo importante era el chiste corrosivo, no la ventriloquía. 

El estilo de aquellos gags hace mucho que se quedó viejo. Representaban una sociedad más ingenua y menos tecnológica. Y justo cuando ya habíamos interiorizado la asociación de ventrílocuo con casposo, de repente apareció Celia Muñoz en el escenario de Got Talent España. Sorprendió, triunfó y ganó el concurso con su muñeco Bartolito. 

Ahora Muñoz ha intentado repetir hazaña en la versión de Estados Unidos, American Got Talent. El más difícil todavía, pues allí lo han visto ya todo en 17 temporadas en emisión. El creador del programa, Simon Cowell, está resabiado. Vamos, que había que arriesgar. Y Celia Muñoz ha encontrado el giro de guion que merecía este tipo de shows, demostrando que la ventriloquía no requiere de muñeco para captar la atención del público. 

Sola en el escenario, en su segunda aparición en American Got Talent, la española ha diseñado una actuación con emoción, asombro y proeza. Como si estuviera en un cine de verano, Muñoz ha interpretado con su escondida voz de ventrílocua la banda sonora de Grease al mismo tiempo que ha encarnado a una fan que estaba viendo la película. 

La boca abierta del público llegaba en el instante en el que Muñoz bebió un batido de chocolate con una pajita sin parar de cantar el tema Hopelessly Devoted to You, con el que homenajeaba a Olivia Newton-John. Así Celia ha recuperado la fascinación por la magia de la ventriloquía. En vez de esconder su garganta en la distracción de un títere al que el espectador dirige su mirada, ha centrado todo el protagonismo en su rostro y en la dificultad de su arte.

Muy complicado aguanta el interés del espectador de hoy con un número visual en el que prácticamente sólo se ve a una persona haciendo mimo. Ahí está el riesgo que Celia Muñoz ha salvado con una idea bien planteada e interpretada, que desmonta a los incrédulos que decían que la ventriloquía era entretenimiento de otra época. Mentira. En televisión todo se puede hacer, todo depende de cómo se haga.

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