En este país hay demasiados admiradores del Conde de Romanones. Sí, de aquel político, tres veces jefe del gobierno de España con Alfonso XIII, que pronunció la famosa frase: "Hagan ustedes las leyes y déjenme a mí hacer los reglamentos". 

También los hay de Pío Cabanillas, ministro con Franco y luego con Adolfo Suárez, que medio en broma solía decir: "Hagan ustedes la norma que yo me encargaré de interpretarla". Y así vamos. Unos interpretando a su antojo reglamentos y normas, y otros modificando lo acordado a conveniencia. 

La derecha nacionalista lo hace sin rubor, aduciendo que es víctima de la represión del Estado. Las izquierdas también pecan cuando les interesa; con Ada Colau cayó la limitación de mandatos. 

A algunos les cuesta comprender, que detrás de cada regla o norma hay una autoridad que la emite, intentando garantizar la convivencia ordenada y el bien común

Para Junts y Laura Borràs, cualquier interpretación del artículo 25.4 del Parlament que exija el cese de la presidenta, es una ofensa imperdonable. No podemos admitir ni aceptar la fea costumbre de retorcer las normas hasta tal punto que, sin poder afirmar que se incumplen, se las desnaturalice. 

A algunos les cuesta comprender, que detrás de cada regla o norma hay una autoridad que la emite, intentando garantizar la convivencia ordenada y el bien común. En cualquier sociedad mínimamente organizada, existen instituciones que dictan las reglas y se dotan de mecanismos para hacerlas cumplir. 

Actualmente la chanza de Pío Cabanillas sobre la interpretación de las normas es tan políticamente incorrecta, como en Cataluña lo puede ser una lectura romanonista de los reglamentos.