Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Sri Lanka, el paraíso perdido

Multitud de personas protestan frente al palacio presidencial en Colombo, Sri Lanka, el 10 de julio de 2022.
Multitud de personas protestan frente al palacio presidencial en Colombo, Sri Lanka, el 10 de julio de 2022.
CHAMILA KARUNARATHNE / EFE
Multitud de personas protestan frente al palacio presidencial en Colombo, Sri Lanka, el 10 de julio de 2022.

Cuando estuve en Sri Lanka, entonces Ceilán, quedé con la impresión de que aquella isla era una sucursal del paraíso en la Tierra. El país estaba en una guerra civil contra los tamiles del norte que reivindicaban la independencia, pero aun así el ambiente que se respiraba en Colombo, la capital, u otras ciudades milenarias como Anuradhapura, con más dos mil años de antigüedad, era de una paz y una convivencia envidiables.

El país había cambiado de nombre varias veces, pero sus encantos naturales no habían variado: playas y montañas de ensueño, bosques frondosos rodeando a restos de culturas pasadas cientos de años atrás, y los paisajes inolvidables de las plantaciones de té. Gobernaba con tacto e inteligencia Sirimavo Bandaranaike, la primera y única mujer en el mundo que desempeñaba el cargo de presidenta de una república.

Era el país, con sus veintiún millones de habitantes, más industrializado y rico de Asia y gozaba del prestigio de la moderación en las grandes disputas internacionales, como las que enfrentaban entonces a las dos superpotencias vecinas, India y China. En cuanto sus atractivos y bajos precios fueron descubiertos, empezó a convertirse en un atractivo turístico cada año más frecuentado.

En las últimas semanas, la tranquilidad que se respiraba comenzó a alterarse. Las diferencias económicas desencadenaron fuertes tensiones sociales con incidentes tan graves como el asalto al palacio presidencial que obligó a su titular a exiliarse en las islas Maldivas. Después de unos días, tras la agitación que destruyó cuanto le salió al paso, parece que se ha restablecido la normalidad y el país vuelve a abrirse a los turistas. Es una suerte que deseamos dure, para recuperar la posibilidad de disfrutarlo aunque ya no sea con la tranquilidad perdida.

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