Los juegos Olímpicos para Barcelona fueron algo así como dar la vuelta a un calcetín. La ciudad necesitaba un revulsivo y lo encontró en las olimpiadas. Es lo que se llama el modelo Barcelona, transformar todo un núcleo urbano con la excusa de la celebración de unos Juegos. A simple vista, la ciudad acabó siendo otra tras todos los cambios urbanísticos que se produjeron en un corto espacio de tiempo.
La Barcelona post-olímpica se abrió nuevamente al mar, cuando hacía años que vivía de espaldas al Mediterráneo, recuperó una montaña olvidada que tan solo mantenía retazos de un pasado de esplendor a principios del siglo XX, se creó todo un barrio entero en una zona industrial heredera de la economía del siglo XIX.
Durante muchas décadas el agua del Mediterráneo y el pavimento del Eixample no parecían estar en la misma ciudad. Eran dos realidades totalmente separadas. La modernidad de la industria y el comercio relegó a la tradicional pesca y a la navegación en un segundo plano.
Barcelona se va a la playa
Pero la olimpiada hizo que Barcelona de nuevo se fuese a tomar el sol a la playa, en una ciudad en la que la arena normalmente estaba en el Maresme, en la Costa Brava, en Castelldefels o en Tarragona. Hasta entonces, tan solo vecinos de la Barceloneta y algunos fanáticos del sol y las olas, bajaban hasta la orilla del mar.
El litoral barcelonés se había ido convirtiendo durante muchos años en una zona incluso marginal, lleno de industrias que vertían sus residuos directamente al mar, con la consiguiente degradación ambiental. La línea de la costa se había convertido también en el refugio de mucha de la inmigración que vino en los años 20 buscando una mejor vida.
Por ejemplo, en el Somorrostro, en los alrededores del entonces Hospital de Infecciosos, actualmente el Hospital del Mar, se agolparon durante décadas barracas. Y si bien este poblado desapareció en 1966, el estigma de la zona no se recuperó hasta la actual urbanización, para los Juegos del 92, del Paseo Marítimo y el Port Olímpic.
Antes de la transformación originada por la Olimpiada, llegar hasta la playa era toda una aventura en la que había que sortear vías de tren, sórdidos polígonos industriales y barrios de dudosa seguridad. Los accesos directos al mar, seguros y bien comunicados, y el estado inmaculado de las playas de Barcelona, son fruto de las acciones urbanísticas llevadas a cabo previamente a la celebración de los juegos con la clara intención de dotar de nuevo a la ciudad de su carácter mediterráneo.
Puerto de uso ciudadano
No solo las playas forman parte de esta transformación. También la nueva distribución del puerto fue fundamental en este sentido. Las Ramblas, un eje fundamental e icónico de la ciudad, acababa directamente en el mar tras la remodelación del puerto y la cesión del Port Vell a la ciudadanía.
Alrededor de los antiguos muelles del puerto y el entonces paseo Nacional, hoy avenida Joan de Borbó, con el derribo de los últimos vestigios de los antiguos tinglados, se creó todo un entramado de tiendas y establecimientos de ocio y restauración que se han convertido en uno de los principales ejes del turismo en la ciudad condal. Este itinerario, conecta con la Barceloneta, que ha logrado afianzar su estatus de barrio marinero, en primera línea de mar, y convertirse en una de las zonas más cotizadas tras ser durante décadas una zona olvidada y en cierto modo aislada del resto de la urbe.
Un nuevo modelo de barrio
Un poco más allá, las fábricas de un desvencijado polígono industrial dejaron paso a la Vila Olímpica, un grupo de edificios residenciales que sirvió de alojamiento a los deportistas durante la competición. Una vez finalizados los juegos olímpicos y paralímpicos, se ha convertido en todo un nuevo barrio, cercano al mar, con edificios de propuestas de diseño imaginativas y un urbanismo muy centrado en las zonas verdes y en el contacto vecinal.
Un aspecto muy destacable del urbanismo de este nuevo barrio es que tiene muy en cuenta a las personas con discapacidad ya que estas viviendas tenían que servir de villa olímpica para los Juegos Paralímpicos. El barrio se convirtió en todo un modelo en cuanto a falta de barreras arquitectónicas y soluciones para viviendas adaptadas.
Esta zona se convirtió desde entonces también en un polo de atracción tanto para los barceloneses como para los turistas por la proliferación al lado del mar de restaurantes, bares y locales de ocio nocturno. Un ejemplo fue el Port Olímpic, aunque actualmente ya está presentado un proyecto de remodelación que quiere cambiar ese carácter de ‘zona de marcha’ para reconvertirlo en un espacio abierto de paseo tranquilo y familiar.
La montaña del deporte
Justamente, en el lado opuesto del paseo, se levanta la montaña de Montjuïc, otra zona de Barcelona que las olimpiadas lograron rehabilitar de un olvido permanente para convertirse en la protagonista principal. En ella se ubicaron la mayoría de las instalaciones deportivas en las que se disputaron las pruebas, encabezadas por el Estadio de Montjuïc, recinto construido para la Exposición Universal del 29, que había caído en desuso y amenazaba ruina. Tanto es así que en su rehabilitación solo se conservó la fachada.
Al lado se levantó un pabellón deportivo majestuoso y original, el Palau Sant Jordi, con un urbanismo muy particular en sus alrededores, de inspiración zen, que junto a la ordenación y urbanización de calles, mejoras de accesos, instalación de escaleras mecánicas para salvar los notables desniveles en algunas zonas de la montaña, la rehabilitación de los diferentes jardines y parques existentes y creación de nuevos, han convertido la montaña en una de las zonas preferidas por locales y turistas para pasear y para practicar deporte en un espacio urbano pero también rodeado de naturaleza.
Las vistas de la ciudad, del puerto y del mar, de los alrededores y de las ciudades colindantes, se podría decir que con visión de 360 grados, desde el Castillo de Montjuïc, es una de las experiencias obligadas para quienes visitan la ciudad y subir hasta allí se ha convertido en una práctica habitual para muchos barceloneses.
Urbanismo para las personas
Estas actuaciones en el litoral y en Montjuïc quizás son las más evidentes, pero también otras muchas zonas de Barcelona también se beneficiaron de muchas mejoras urbanísticas con los juegos gracias a la reordenación de territorios abandonados que se aprovecharon para conectar diferentes partes de la ciudad con las Rondas y los nuevos accesos de la ciudad.
Alrededor de estos nuevos ejes han surgido a veces nuevos barrios, pero en general, muchas áreas de la ciudad se vieron favorecidas por un urbanismo que tenía más en cuenta las zonas verdes y el uso ciudadano del espacio público.
En unos lugares más que en otros, pero se puede decir que tras los juegos de Barcelona'92, la ciudad fue otra. Aunque después de 30 años, y con todos los cambios económicos, sociales y de movilidad, otra vez parece estar buscando ser otra.
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