Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Blanquear, palabra peligrosa

Maquinarias de blanqueo a pleno rendimiento.
Maquinarias de blanqueo a pleno rendimiento.
Pexels
Maquinarias de blanqueo a pleno rendimiento.

Nos estamos acostumbrando a escuchar la palabra blanquear en otro contexto diferente al de los anuncios de detergente y al de las curiosas y bizarras propuestas de algunos productos y tratamientos dentríficos. Parece que el término ha hecho fortuna entre la clase política y sus alrededores y que ha venido para quedarse o, como un familiar imprudente, para estar con nosotros una buena temporada.

Blanquear, en términos políticos, es dar por normal al otro, al que no piensa como tú o al que comparte algo de tu pensamiento, pero no es igual que tú. Hace un tiempo, se utilizaba esta expresión para referirse a opciones políticas radicales, muy alejadas del pensamiento del que la utiliza. Pero el blanqueamiento crece y ya podemos escuchar declaraciones como la de Echenique durante la comparecencia del presidente Sánchez para informar de las conclusiones del Consejo Europeo el pasado 8 de junio. Echenique pidió al presidente que el Gobierno no blanquee al PP. El argumento que utilizó el diputado de Podemos fue que el PP blanquea a VOX. El que blanquea no debe ser blanqueado.

"Venimos blanqueados de casa. No hace falta que ningún adversario del signo que sea nos dé su visto bueno"

Deberíamos recordar que todos estamos blanqueados por la ley. La Constitución nos blanquea como el mejor detergente cuando instaura los principios de igualdad, libertad y pluralismo político en su artículo 1. Venimos blanqueados de casa. No hace falta que ningún adversario del signo que sea nos dé su visto bueno. El concepto es perverso porque supone una autoridad moral, una prerrogativa, un derecho de admisión del diferente en el debate.

Blanquear es ensuciar. Es saltarse la ley y el estado de derecho, es atentar contra la convivencia. La blancura es subjetiva, siempre hay algo más blanco y hemos dicho mil veces que el entendimiento suele estar en la zona de los grises. El balance de blancos determina siempre la imagen final. Blanquear es mentira porque no tenemos la autoridad suficiente para decir quién puede y quién no puede entrar en un debate.

El problema parece más sencillo: negar al otro la autoridad para entrar en el juego es el camino fácil. Llamarlo ultraizquierda o ultraderecha supone un ahorro de argumentos para no bajar al barro a exponer argumentos y a mostrar datos espacio en el que, por cierto, los ultras suelen acaban perdiendo porque muchos de sus argumentos no soportan un razonamiento profundo. Nadie nos ha dado autoridad para blanquear nada. Blanco y en botella.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento