Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Vuelco político en Irlanda del Norte

Bandera del Sinn Féin durante la campaña de elecciones a la Asamblea de Irlanda del Norte.
Bandera del Sinn Féin durante la campaña de elecciones a la Asamblea de Irlanda del Norte.
EFE
Bandera del Sinn Féin durante la campaña de elecciones a la Asamblea de Irlanda del Norte.

Irlanda del Norte, quizás el mayor foco conflictivo del occidente de Europa, acaba de confirmar un vuelco inimaginable hasta ahora en su realidad política. Las elecciones al Stormont -el parlamento autónomo dentro del Reino Unido-, las ha ganado el Sinn Féin, el partido común a las dos irlandas, que durante tantos años luchó sin éxito por la integración con la República de Irlanda.

Es un triunfo que no se esperaba y en buena medida es una consecuencia del Brexit que apartó a Irlanda del Norte de la Unión Europea y creó uno de los problemas más enrevesados sobre su situación cotidiana, con la vuelta de la frontera arancelaria entre las dos partes de la isla. El Sinn Féin, que fue el brazo armado del IRA en los graves incidentes entre las dos comunidades, protestantes y católicos, de hace años, ya había vencido en 2020 en la República de Irlanda y gobierna desde Dublín.

En todo el Ulster, el éxito del Sinn Féin está siendo celebrado en las calles con gran alborozo. Hasta ahora sus seguidores, católicos y partidarios de la reunificación, sufrían la supremacía; protestantes y defensores de continuar unidos a la Gran Bretaña, los unionistas, que controlaban el poder y, siempre con la ayuda de Londres, ejercían una verdadera superioridad en la identidad: vida pública, la economía y las instituciones.

El cambio que se acerca lo anticipó la recién victoriosa Michelle O´Neill nada más conocerse en resultado de los comicios, con un mensaje centrado en la promesa de que habrá cambios. La acompañaba la presidenta el partido, Mary Lou McDonald, que se trasladó desde Dublín para celebrarlo. Nadie duda que desde el poder que el partido compartirá en los dos gobiernos se reactivará la tradicional ambición de reunificar a toda Irlanda.

Será, sin duda alguna, un nuevo problema para la convivencia y, políticamente, para el premier Boris Johnson y su errática política que tanto propició en el empeño de abandonar la Unión Europea.

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