Alemania y su historia de 'equilibrismos' con Rusia: de la amistad de Schröder con Putin al veto de Zelenski a Steinmeier

Jacques Chirac, Gerhard Schröder y Vladimir Putin, en septiembre de 2003.
Jacques Chirac, Gerhard Schröder y Vladimir Putin, en septiembre de 2003.
EFE
Jacques Chirac, Gerhard Schröder y Vladimir Putin, en septiembre de 2003.

Cuando en el año 2000 Vladimir Putin se sentó por primera vez en el sillón de mando del Kremlin a 1.895 kilómetros, en Berlín, un Gerhard Schöder ya consolidado como canciller lideraba los años de gloria de los socialdemócratas germanos, y empezaría a sentar -nunca sabremos si conscientemente- las bases de una relación Alemania-Rusia que ha tenido muchos capítulos y no todos ellos demasiado positivos para los intereses de la primera potencia de la Unión Europea.

Tras Schröder llegó una Merkel que de forma más implícita eligió priorizar lo comercial en las relaciones con Moscú, dejando en un segundo plano las pulsiones autoritarias que ya empezaba a mostrar Moscú (con la guerra en Georgia, por ejemplo, y después en Crimea). La eterna canciller dejó paso hace solo unos meses a Olaf Scholz y con ello, de nuevo, al SPD, que está teniendo que gestionar el peso de una losa que le puede pasar factura. Esta es la historia del 'equilibrismo' aceptado por muchos y criticado por otros de Alemania respecto a la Rusia de Putin.

Putin y Schröder, amigos íntimos

La relación entre Vladimir Putin y Gerhard Schröder se gestó con el paso de los años, aunque haya cobrado especial relevancia mediática una vez que el socialdemócrata pasó de canciller a 'lobista' y, sobre todo, empezase a ocupar cargos de peso en las grandes gasísticas rusas. Está dentro, de facto, del sistema que ha montado Putin a su alrededor. Pero Schröder es, además, uno de los padres del Nord Stream 1, el gasoducto que representa el tipo de relación que mantienen Rusia y Alemania desde hace décadas.

En septiembre del 2005, en los últimos días del otrora referente del SPD como canciller, el propio Putin visitó la capital alemana y entre los dos firmaron el acuerdo para construir este gasoducto a través del mar Báltico. Perder las elecciones pocas semanas después no le supuso ningún trauma al mandatario, que pasó a ocupar un puesto muy relevante precisamente en la empresa Nord Stream, encargada del proyecto. Este se inauguraría en 2011 precisamente bajo el nombre del Nord Stream 1.

Schröder, con el tiempo, ha ido compaginando posiciones de mucha responsabilidad en el mundo gasístico ruso sin que eso le pasara demasiada factura. Pero entonces Rusia invadió Ucrania y al excanciller empezaron a crecerle los enanos. Tanto es así que el SPD quiere ya desentenderse de su figura y la Fiscalía alemana le ha incluido en una demanda presentada por crímenes de guerra. El partido socialdemócrata le ha instado a renunciar a sus cargos y a sus vínculos con Putin, pero la sombra de los mismos es demasiado alargada. Schröder hizo un amago de mediación al reunirse con Putin en Moscú hace ya semanas, pero su plan no salió como esperaba y se ha posicionado a medias respecto a la guerra. Quiere parecer compungido, pero su figura ha acabado completamente desgastada.

Las prioridades de Merkel

Angela Merkel, por su parte, tuvo 16 años de acercamientos y tensiones con Rusia, y en muchos momentos priorizó las relaciones comerciales con Moscú dejando de lado los movimientos autoritarios de Putin. Ese periodo de la eterna canciller, por largo y complejo, da para un capítulo aparte en las relaciones entre Alemania y Rusia. Recogió el testigo de Schröder en muchos sentidos y de hecho fue ella la que, en 2011, inauguró el Nord Stream 1 junto al entonces presidente ruso Dimitri Medvedev, pues Vladimir Putin tuvo un 'impass' en el que fue primer ministro (entre 2008 y 2012). 

El momento más delicado del mandato de Merkel se dio con el inicio de la guerra en Crimea y la anexión rusa de la isla de forma ilegal. Ahí Berlín sí acabó endureciendo sus mensajes contra Moscú. La canciller lanzó un aviso a Putin por su política sobre Ucrania, como si fuera capaz de anticipar lo que iba a pasar en el 2022. "No solo lo veríamos, también como vecinos de Rusia, como una amenaza. Cambiaría no solo la relación de la Unión Europea con Rusia, sino que también causaría un daño muy importante a Rusia", sostuvo entonces. De fondo, Alemania era acusada por otros países de bloquear las medidas más duras contra Rusia, aunque finalmente la UE sí aprobó sanciones contra el régimen de Putin.

En esa montaña rusa que fue la era Merkel, cuando se calmaron las aguas de puertas hacia fuera (aunque la guerra siguió) Berlín volvió a sentarse en la mesa con Moscú para hablar de negocios. Y apareció el otro gran proyecto: el Nord Stream 2. En 2018 parecía que el gasoducto 'gemelo' del Nord Stream 1 empezaba tomar cuerpo. El año 2021 fue clave, porque la construcción terminó, en dos tramos, quedando a falta de la certificación final... que no se ha concretado.

Entre todos estos vaivenes, Merkel se opuso por ejemplo a la entrada de Ucrania en la OTAN. Alemania formó parte del grupo de países que le pusieron candado a la adhesión de Kiev. Y de aquellos barros, quizás estos lodos. En todo caso, hace unas pocas semanas la excanciller defendió la decisión tomada en concreto en el año 2008. "Invito a Merkel y a Sarkozy -pues Francia también se opuso- a visitar Bucha y ver adonde han conducido 14 años de políticas de concesiones a Rusia", lanzó Zelenski. La respuesta de Merkel no se hizo esperar: mantiene aquellas decisiones, tomadas en la cumbre celebrada en Bucarest hace ya 14 años.

Scholz, un cambio de época y la losa del pasado

La invasión rusa de Ucrania ha provocado un cambio de época y no solo porque la seguridad europea vea urgente cambiar su esquema sino porque además Alemania ha tenido que dejar atrás muchos años de relaciones fluidas con Rusia, que han derivado en una importante dependencia energética. El canciller Olaf Scholz no tuvo tiempo de agarrar fuerte el bastón de mando y ya tomó decisiones drásticas: bloqueó la certificación del Nord Stream 2, aprobó el envío de armas a Ucrania y anunció un aumento de la inversión en Defensa. Todo ello, en contra de los posicionamientos de Moscú.

Menos valentía ha mostrado en lo que se refiere a vetar el gas ruso. El daño para la economía alemana si deja de importar desde Rusia sería muy importante y el Gobierno germano ha pedido "tiempo" para deshacerse de esa dependencia. Kiev ha rechazado esa cierta 'pasividad' que ha mostrado Berlín y el que ha pagado los platos rotos ha sido el presidente Frank-Walter Steinmeier, al que declararon como persona no bienvenida en Ucrania por sus estrechas relaciones con Rusia mientras era ministro de Exteriores, pues jugó precisamente un papel muy relevante en el desarrollo del Nord Stream.

El mundo ya no es el mismo que hace veinte años. Europa ya no es la misma. Y Rusia se ha convertido en un elemento peligroso para la estabilidad y para la seguridad. Ahí Alemania se encuentra en una encrucijada, pero las sombras de Merkel y, sobre todo, de Schröder planean sobre un Scholz que tiene que pilotar demasiadas exigencias a la vez. La primera, que Rusia deje de ser un socio para Berlín. ¿Lo conseguirá?

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