Estados Unidos y Rusia se sientan este viernes para intentar evitar un grave conflicto mundial

Los titulares de Exteriores de EE UU y Rusia, Antony Blinken y Serguéi Lavrov, se saludan antes de su reunión en Reikiavik, Islandia.
Los titulares de Exteriores de EE UU y Rusia, Antony Blinken y Serguéi Lavrov, se saludan antes de su reunión en Reikiavik, Islandia.
MINISTERIO DE EXTERIORES DE RUSIA / EFE
Los titulares de Exteriores de EE UU y Rusia, Antony Blinken y Serguéi Lavrov, se saludan antes de su reunión en Reikiavik, Islandia.
Los titulares de Exteriores de EE UU y Rusia, Antony Blinken y Serguéi Lavrov, se saludan antes de su reunión en Reikiavik, Islandia.
EFE / Atlas

Rusia tensa la cuerda y Estados Unidos sabe que o se da un giro importante o esta se romperá tarde o temprano. La situación en Ucrania es tan delicada que los contactos entre Washington y Moscú se han intensificado para buscar una solución. Joe Biden considera que Vladimir Putin va a invadir Ucrania y le avisado de que "lo lamentará", pero el Kremlin se hace el sordo y mientras despliega tropas en el este de Europa y mantiene 170.000 efectivos militares en la frontera ucraniana dice que no dará el paso definitivo.

Para buscar un acuerdo que rebaje las tensiones este viernes se ven en la ciudad suiza de Ginebra, claro ejemplo de neutralidad, el jefe de la diplomacia de Estados Unidos, Anthony Blinken, y el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov. El objetivo no es otro que evitar un conflicto mundial, una nueva Guerra Fría que cambie del todo el orden internacional, ya de por sí lleno de incertidumbre.

Ya antes de la reunión Blinken hizo una declaración de intenciones: una hipotética "agresión" rusa sobre Ucrania no se quedará impune y provocará una respuesta "rápida, contundente y unida" a la que Washington aspira que se sumen todos sus aliados internacionales, especialmente en Europa. Para Estados Unidos las conversaciones con Moscú están "en un momento decisivo". 

Por ahora los encuentros en busca de la 'tranquilidad' no han tenido el efecto deseado. La pasada semana las reuniones entre Rusia y la OTAN se extendieron durante ocho hora, pero sin avances. Putin quiere a la Alianza fuera de su zona de influencia (Ucrania es un punto clave en ella) y la Alianza no quiere que Rusia decida sobre su política de ampliación y, por ende, sobre la entrada de Ucrania. En ese escenario, el bloqueo por ahora es total, aunque la mano para seguir negociando sigue tendida.

Justo antes de la reunión en Ginebra, Estados Unidos ha añadido a su lista de sancionados a cuatro ciudadanos rusos (Taras Kozak, Oleh Voloshin, Volodimir Oliynik y Vladimir Svkovich) al acusarlos de "tratar de desestabilizar a Ucrania" al tiempo que defienden los intereses del Kremlin. Dozak y Voloshin son miembros del Parlamento ucraniano y pertenecen al partido dirigido por el prorruso Viktor Medvedchuk, también objeto de sanciones estadounidenses por el mismo asunto. En las últimas semanas la Casa Blanca ha incrementado la presencia de medidas restrictivas para que Rusia rebaje sus pretensiones, pero de momento no lo ha conseguido.

Rusia acude al encuentro sin moverse ni un ápice de sus pretensiones maximalistas y asegura que las maniobras que realiza, despliegue militar incluido, se deben a las "provocaciones externas" que recibe, en un claro mensaje a Estados Unidos. El Kremlin insiste en que no va a invadir Ucrania de nuevo -ya lo hizo en 2014 cuando anexionó la península de Crimea- pero Putin, aún así, insiste en un escenario de tensión.

Rusia sigue entrenándose para una posible guerra

Así, el Ejército ruso prevé realizar una serie de maniobras militares en zonas del Mediterráneo, el océano Atlántico y el mar del Norte durante las últimas semanas de enero y el mes de febrero. El Ministerio de Defensa ruso ha indicado en un comunicado que para ello contará con el despliegue de unos 140 buques de guerra, unos 60 aeronaves y más de 10.000 efectivos. "Los ejercicios cubrirán zonas adyacentes a territorio ruso, así como áreas importantes en el mar", explicaron desde el Kremlin, que ha calificado estos movimientos como "los mayores ejercicios desde la época soviética".

En junio del año pasado Joe Biden y Vladimir Putin se vieron, también en Ginebra, en un contexto de más tranquilidad pero aquel encuentro ya evidenció las diferencias entre ambos. Una posible salida a la crisis actual puede ser que ambos líderes vuelvan a sentarse, cara a cara, para tratar de alcanzar un pacto al más alto nivel. Por ahora Blinken y Lavrov harán de teloneros: en juego está la estabilidad mundial.

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