París y Londres, un matrimonio mal avenido: la migración se suma a las tensiones entre Macron y Johnson

Varios migrantes esperan una cola en el centro de recepción de corta estancia en el campamento conocido como 'La Jungla' durante su desmantelamiento en Calais (Francia).
Varios migrantes esperan una cola en el centro de recepción de corta estancia en el campamento conocido como 'La Jungla' durante su desmantelamiento en Calais (Francia).
Etienne Laurent / EFE
Varios migrantes esperan una cola en el centro de recepción de corta estancia en el campamento conocido como 'La Jungla' durante su desmantelamiento en Calais (Francia).

Las relaciones entre Francia y el Reino Unido seguramente estén pasando por su peor momento en la historia reciente. A los ya conocidos choques por la pesca tras el brexit se suma ahora además un tema muy espinoso: la migración. El cruce de cientos de personas del Canal de la Mancha hacia tierras británicas ha despertado el recelo y la oposición de Downing Street. Mientras el Elíseo pide cautela y cooperación, el Gobierno de Boris Johnson aboga por medidas rotundas.

¿Qué pasa realmente en la zona? El Canal de la Mancha, tras la salida del Reino Unido de la UE, se ha convertido en una frontera europea y después de la delicada situación que se ha vivido (y de la que todavía hay estragos) entre Bielorrusia y Polonia la compleja realidad migratoria se ha trasladado a las costas británicas y francesas. La dimensión creció este miércoles después de que una embarcación naufragara cerca de la ciudad de Calais, en Francia, mientras intentaba llegar a Reino Unido por el canal. Entre ellas, al menos siete mujeres y tres menores. Y es que Calais es, digamos, un "punto caliente" en materia migratoria.

Tanto es así que desde 2016 Francia ha tratado de desmantelar numerosos campamentos de migrantes, uno de los últimos en el año 2020. Entonces el Gobierno francés 'cerró' un campamento en el que vivían alrededor de 800 migrantes, que se encontraban a la espera para poder cruzar y llegar a Gran Bretaña. El objetivo del Ejecutivo galo ha sido -y es- en todo momento "evitar que Calais se convierta en un punto de concentración" de personas, pensando seguramente en imágenes como las vistas en las fronteras polacas.

En este contexto, la paciencia de Emmanuel Macron con Boris Johnson parece haberse agotado. Tras conocerse el trágico naufragio, París llamó a una reunión con ministros de Alemania, Bélgica, Países Bajos, Reino Unido y la Comisión Europea en Calais con el objetivo de tomar acciones conjuntas que finalmente se celebrará este domingo, pero Londres se ha caído de la ecuación. O más bien Macron lo ha borrado. ¿Por qué? Porque Johnson ha enviado una carta a su homólogo francés en la que pide "coordinarse" con patrullas marítimas y a la vez llama a acciones para "devolver rápidamente a los migrantes que crucen el canal". Habla, implícitamente, de devoluciones en caliente.

La respuesta de París no se hizo esperar. "Consideramos la carta pública del primer ministro británico como inadmisible y contraria a nuestras discusiones entre homólogos", aseguraron desde el Ministerio del Interior, al tiempo que Macron pedía a Johnson "no instrumentalizar" a los migrantes "con fines políticos". Objetivamente, la cooperación que solicita Downing Street es la que se da dentro de la UE, con herramientas como Frontex, y a la que el Reino Unido ya no tiene acceso.

Por lo tanto, Londres mantiene una postura muy dura con Francia, pero esa crudeza en las palabras y en los actos también se da en sentido contrario. La paciencia del Gobierno galo se va agotando porque la migración no hace más que sumarse a una serie de temas que llevan meses elevando a niveles muy preocupantes la tensión -políticamente hablando- entre ambos países.

¿Qué pasa con el asunto pesquero?

Los pescadores franceses bloquearon este viernes tres puertos situados frente a las costas británicas.

La pesca, por ejemplo, se ha convertido en otro tema de verdadera fricción. Desde el brexit, los problemas sobre quiénes pueden faenar y dónde se han sucedido. Hace solo unos días el Gobierno francés insistió en la reclamación de 150 licencias a las que considera que tienen derecho sus pescadores por el acuerdo de salida del Reino Unido de la UE para trabajar en aguas británicas, pero en paralelo prepara un plan de reconversión y abandono de la actividad para los que no puedan seguir trabajando allí.

Francia juega con la baza de ser Estado miembro de la Unión, por lo que cualquier conflicto que se dé entre un país miembro y un tercer Estado, como es el caso del Reino Unido, cobra una dimensión europea. Con la migración se vuelve a poner de relieve el problema de la externalización de fronteras de la UE, un punto en el que el Reino Unido, como se ve, puede acabar siendo un actor importante.

A todo esto hay que añadir también la parte energética. Recientemente, París y Londres añadieron otro roce a sus complejas relaciones en torno a la isla de Jersey. También en relación con la pesca, esta crisis se inició cuando una flota de más de 60 embarcaciones pesqueras francesas navegaron hacia a un puerto de la capital de la isla, Saint Helier. Era un modo de protestar porque los trabajadores consideraron que Londres había añadido requisitos extra para navegar. Según el acuerdo del brexit, tienen que enseñar su historial de pesca para poder acceder... pero el Gobierno de Johnson complicó el acceso. Y Francia, que suministra energía a la isla, amenazó con cerrar el grifo. Un grifo del que, en lo que se refiere a las relaciones entre países, hoy por hoy solo sale agua turbia.

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