Retrato de un depredador sexual: cuando el poder y la percepción de impunidad respaldan los abusos

Wenstein, Epstein y Cuomo.
Wenstein, Epstein y Cuomo.
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Wenstein, Epstein y Cuomo.

Fue como un efecto dominó. Una ola de indignación se alzó en 2017 para poner el foco y denunciar el acoso y las agresiones sexuales ejercidas sobre cientos de víctimas, anónimas y conocidas, a raíz de las acusaciones contra el productor de cine y ejecutivo estadounidense Harvey Weinstein. De repente, cientos de miles de voces se animaron a explicar sus experiencias a través de las redes sociales, visibilizando una problemática que hasta entonces había permanecido silenciada o ignorada.

Políticos, magnates, empresarios, productores de cine… Los perfiles de los agresores varían, pero todos comparten un denominador común: una personalidad muy fuerte y el poder. Ya sea económico, de influencias, o de naturaleza más simple, como puede ser el hecho de albergar un puesto laboral superior al de la víctima, es muy a menudo el incentivo que estimula la errónea percepción de impunidad y autoridad. 

"El poder es esencial en cualquier abuso", explica a 20minutos Margarita Ortiz-Tallo, profesora de psicopatología de la Universidad de Málaga y coordinadora de la 'Asociación Conciencia'. La psicóloga explica que es precisamente la desigualdad generada por el poder lo que funciona como principal motor de la violencia. Y es que no ha habido año en el que no saliese a la luz por lo menos un escándalo de abuso, acoso o agresión sexual llevado a cabo por alguna de las personas más poderosas del mundo.

El último caso se hizo público este agosto en Estados Unidos, donde el gobernador de Nueva York, el demócrata Andrew Cuomo, dimitió tras una década en el cargo por las denuncias de acoso sexual que presentaron contra él 11 mujeres de su entorno laboral.

Cuomo, consciente de la "controversia política", decidió poco después "dar un paso al lado" y ceder el relevo a la vicegobernadora Kathy Hochul. Se disculpó con las víctimas, aunque con un mensaje que denota más la raíz del problema que la asunción del mismo. "Asumo toda la responsabilidad por mis acciones (...). En mi mente nunca he cruzado una línea con nadie, pero no me di cuenta de cómo se han redibujado las líneas. Hay cambios generacionales y culturales que simplemente no aprecié completamente y no debería haber excusas", declaró, admitiendo con voz temblorosa haber "patinado" con acciones "anticuadas".

La situación y el motivo que lleva a cada uno a llevar a cabo este tipo de actos es intrínseco a cada persona, pero se ha visto en muchas ocasiones que los agresores se creían con el derecho, o directamente veían normal, abusar e intimidar a otro individuo.

"Al margen del perfil psicológico de cada uno, hay personas que creen que eso es normal. No es que hagan mal sabiendo que es un delito, sino que piensan: ‘Oye, soy guapo, rico y poderoso. ¿Por qué no me voy a poder acostar con esta tía cuando me dé la gana o tocarle el culo?’. Y es que todavía queda mucho por hacer en la educación, sobre todo hacia el género masculino, para que entiendan que somos iguales y que esa figura de poder no debe existir ni en el trabajo, ni en la calle, ni en ningún sitio", declara Ortiz-Tallo.

Antes de Cuomo hubo otros muchos casos. Algunos salieron a la luz, mientras otros muchos se mantuvieron -y, seguramente, siguen ocultos- en la sombra. Harvey Weinstein y el escándalo con las actrices de Hollywood; Jeffrey Epstein, al que ya se le conoce como depredador sexual; George H.W. Bush y sus comentarios salidos de tono y fuera de lugar; Donald Trump y los rumores que le rodean prácticamente desde que se estrenara como personaje público; R. Kelly, rey del R&B, quien se sienta desde el miércoles en el banquillo acusado de abusos sexuales.  

La lista es cada vez más larga, y el miedo disminuye a medida que las amenazas vertidas sobre las víctimas pierden influencia y terminan siendo eclipsadas por la certeza de que la cifra de damnificados es plural. Una certeza hasta hace pocos años irreal, y que fue posible a raíz del movimiento 'MeToo', que estalló en 2017 en todo el mundo como protesta y denuncia colectiva a los casos de acoso y abuso sexual que sí se hicieron públicos.

"Yo sí creo que sobre todo es un movimiento que nos está ayudando mucho a las mujeres, a tomar conciencia de lo que es abuso. Le quitábamos importancia a muchas cosas que nos habían ocurrido y que ahora vemos que es abuso y delito", asevera la psicóloga.

Es, además, un recordatorio para que los agresores sepan que no son invencibles, y que la -dada por garantizada- impunidad y la reputación que les mantiene en la situación de poder pueden desaparecer por falta de conciencia y empatía.

Ahora bien, Ortiz-Tallo considera que hay dos tipos de perfiles psicológicos: "el psicopático, el malvado al que todo le da igual; y el dependiente, más típico entre abusadores de menores, que no tiene habilidades para ligar y a los que les resulta muy fácil hacerlo con gente más joven", explica.

"El caso de Weinstein por ejemplo, es un perfil psicopático: el de una persona asocial, que no tiene escrúpulos, que no tiene sensación de delinquir porque hace lo que le da la gana. Es, digamos, una mala persona", añade.

En definitiva, la experta incide en señalar que "el dinero puede ser una forma de poder, pero no necesariamente y por lo menos no tanto como la relación desigual donde uno tiene más autoridad que otro"

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