A puerta cerrada y en el transcurso de un almuerzo, el presidente pronunció un discurso, y respondió a las preguntas de los integrantes de este foro, hombres y mujeres relevantes de la vida estadounidense e internacional, entre los que destacan David Rockefeller o Madeleine Albright.

Desde 1921, el Council on Foreign Relations defiende la idea de que la paz entre las naciones y la prosperidad son las claves para una mejor articulación mundial.

Ante ellos, Rodríguez Zapatero habló de "La lucha contra el terrorismo y el extremismo", y planteó dos caminos para combatir esta amenaza mundial que persigue acabar con "nuestro modelo de convivencia": la vía del miedo y la de la libertad.

En la ciudad que hace cuatro años vio cómo el terrorismo destruía uno de sus símbolos arquitectónicos, las Torres Gemelas, provocando la muerte de miles de personas, Zapatero se preguntó si para defender la democracia y el Estado de Derecho frente a las agresiones terroristas, "podemos poner en cuestión los propios valores que defendemos y vulnerar las garantías que los inspiran".

"¿Es operativo -fue su segundo interrogante- el recurso sistemático a la fuerza militar para proteger a nuestros ciudadanos o puede ser contraproducente a largo plazo para la erradicación del terrorismo, en la medida en que contribuya a empeorar el clima político internacional?".

En cualquier caso, para el presidente del Gobierno español "la defensa de nuestros ciudadanos y de nuestros valores no pueden llevarse a cabo con un único instrumento, por poderoso que sea". De ahí que España defienda combatir el terrorismo desde la "firmeza total, pero con los valores de la libertad y de la democracia", y ello por su "dilatada y dolorosa experiencia" de más de treinta años de padecer esta lacra.

"Sabemos que es esencial -dijo- mantener la unidad y respetar estrictamente los fundamentos y límites del Estado de Derecho".

Puso el ejemplo Zapatero de la reacción del pueblo español tras la matanza del 11 de marzo de 2004 en Madrid. "Los españoles -recordó- supieron distinguir perfectamente la religión del fanatismo y a los terroristas de la comunidad cultural a la que pertenecían".

La reacción de su Gobierno, a tenor de esa reacción popular, fue "no restringir derechos y libertades", sino ampliarlos para las mujeres, los homosexuales, para los jóvenes... Un principio que, a su juicio, debe ser válido también a nivel internacional, porque los objetivos no se conseguirán "de modo unilateral, sino a través de medidas legales, con un amplio consenso normativo".

Naciones Unidas debe ser, dijo, el ámbito adecuado para consolidar ese consenso. De ahí, recalcó, la necesidad de dotar a la ONU de los medios necesarios para que pueda liderar esa lucha de forma más eficaz. Para vencer ese combate contra el terror "necesitamos también -agregó- un consenso político y estratégico.

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