Lola Índigo: "Me da miedo que, cuando alguien comienza a conocerme, pueda esperar de mí que yo soy Lola Índigo"

La cantante y bailarina Lola Índigo.
La cantante y bailarina Lola Índigo.
Jorge Paris
La cantante y bailarina Lola Índigo.
La cantante y bailarina Lola Índigo.
JORGE PARÍS

La cantante y bailarina Lola Índigo se hizo a sí misma. Desde que era apenas una niña llamada Miriam Doblas y supo quién quería ser. No dejó de modelarse, de repetir, de intentarlo, de mejorar. Ahora es una artista y una matriarca, que bajo su música peleona y reivindicativa, a ratos (poquitos, que no se permite más) tierna, acoge a todos los que la apoyan y aportan. La Niña es su nuevo álbum, con 15 canciones de diversos estilos, donde la acompañan otros artistas como Mala Rodríguez, Don Patricio, Beret, Rauw Alejandro, Tini Stoessel, Khea, Belinda, Lyanno o Roy Borland, entre otros.

¿Cómo ha sido el proceso para componer este disco? Desde Lola Bunny empezó la etapa rosa, como los pintores (risas). Ahí empecé a decir ‘ay, qué guay el rollo pop, divertido… había una parte de mí que quería desarrollar eso y a partir de ahí me puse a eso.

¿Y como es su método de trabajo? Yo llegaba al estudio y le decía al productor ‘mira, esto es lo que tengo en la cabeza, estas son mis referencias’. Poníamos música, escuchábamos canciones de los 2000 y decíamos ‘esto mola’ y hasta que sonara nostálgico, pero fresco. Y estoy contenta con el resultado. He tenido gente muy talentosa a mi lado.

¿Esa es la clave del éxito, rodearse de talento? Cien por cien. Los más grandes del mundo, sobre todo en el género urbano, son gente que está rodeado de los mejores equipos. Rauw Alejandro tiene un equipo de niños súper talentosos, Nice Guy, Caleb Calloway, sus ‘ninjas’ son brutales, está Baldwin que tiene a Sky y Tini, Rosalía tiene a su hermana…

¿Familia y amigos? Es importante rodearse de gente que es familia y que a la vez ha crecido contigo creativamente toda tu vida y hacer así con tu ala, que te acaba de crecer y meterlos debajo y decir ‘conmigo todos’ y crecer todos juntos. Es gente que sabes que puedes contar con ellos para toda la vida.

¿Dónde está el límite entre lo que tú quieres y lo que te recomiendan hacer? Yo soy control freak [dominante], no me pueden decir lo que tengo que hace. Me pueden aconsejar, que es bien diferente. Yo la tengo muy clara y los demás me aportan su esencia y recibo de todo el mundo y aprendo de todo el mundo y absorbo, pero el main [lo principal] de la cuestión es una cosa que viene genuina de mí, de tenerlo muy claro.

En el disco hay muchas colaboraciones, ¿todo el mundo le dice que sí a Lola Índigo? No (risas), no, todo el mundo no, pero los que están de mi mano… los que forman parte de mi música ya son para toda la vida, la relación que voy a conservar con toda la gente que ha colaborado, que son parte de mi obra y por supuesto con Mala Rodríguez, que ella es la niña, la primera de todas, la inspiración de todas las mujeres de la música de este país.

Tamagochi tiene mucho de rap de EE UU… Para mi RAP es una palabra que me da mucho miedo, porque he escuchado mucho de pequeña, lo respeto mucho y es un berenjenal en el que no me quiero meter. Pero hago mis pinitos, tengo mis coñas, es mi manera de hacer. Tamagochi tiene mucho del griterío medio choni que tenía en Ya no quiero ná. Algo para que la gente lo grite en los conciertos.

¿Tiene eso mucho en cuenta? Siempre que me meto en el estudio pienso en el live [directo], en como la gente la puede bailar y en cómo la puede corear. Igual que… ¡qué feo compararme con esto, salvando las distancias kilométricas! las palmadas de Queen. Y llamo a cuatro amigos y nos ponemos a grabar coros de cheerleader. Todos mis amigos han participado.

¿Qué supusieron para usted las Spice Girls? Cuando yo era pequeña, muy pequeña, me salía a la calle, a la cuesta, a jugar a las Spice. Yo siempre me pedía ser Victoria y fíjate, qué locura, he acabado haciendo una canción sobre ellas y siendo yo una artista pop.

Bendita inocencia infantil… Por eso creo mucho en la pureza de los niños, porque cuando somos niños todo nos parece posible. Y gracias a haber alimentado a esa niña, haberla tenido tan cerca y a haber creído tanto me he llegado a donde estoy.

¿Qué obstáculos ha encontrado en ese camino? Hay gente que no cree en mi manera de hacer las cosas, o que esa manera no es la mía o que no se cree que yo llevo el timón de este barco. Yo soy muy abierta con mis pensamientos y sí creo que hay una gran parte de fans que saben cuál es el esfuerzo que yo le pongo a mis cositas.

¿Qué fue lo peor? El mayor obstáculo quizá fuera esa frustración, pero al final a mí el reconocimiento no me da de comer, me sirve que la gente escuche mis canciones. Conecto con la gente, les llega, qué más me da lo demás.

¿Aquella niña de la escuela es una canción biográfica? Sí, pero podría ser de cualquiera. A todo el mundo le ha pasado que ha habido un momento en la infancia o la adolescencia en el que se ha sentido desplazado y ahora a la mínima que te va bien… Hay gente a la que le atrae el poder y para mi ha sido triste verlo.

¿Le preocupa eso? Me da mucho miedo en mis relaciones personales cuando alguien comienza a conocerme que se pueda esperar de míi que yo soy Lola Índigo.

¿Eso hace más difícil ligar? Es súper difícil. Al final siempre acabas en tu círculo, porque es la gente con la que estás bregando, con la que te cruzas. Por eso las artistas acaban con artistas. A mí me encantaría haberme relacionado con una persona que no tuviera nada que ver con este mundillo, que me refrescara la cabeza, pero no sucede (risas).

¿Aún puede hacer algo de forma anónima, como ir al súper? En otros países, sí. A mí me da mucho vértigo que me pase algo a escala global. No se si es posible, ni si quiero tener fama mundial, porque si pasa ¿en qué momento desconectas? Estoy muy bien como estoy ahora, estoy súper.

¿No quiere ser más famosa? Si puedo crecer que sea para conectar con más gente y hacer algo positivo y sobre todo para disfrutarlo con mis colegas, porque si yo crezco significa que mis niñas van a tener más trabajo, que mi coreógrafo, mi estilista, mi maquillador van a tener más trabajo, que toda mi familia va a crecer conmigo. Pero por mí misma… ser más conocida no me engorda el ego.

¿De pequeña tenía algún complejo, se lo quitó? Lo tuve, lo sufrí y me lo quité. Llegué a castigarme con mi alimentación para conseguir trabajos. Lo fuerte es que cuando llegué a ese mundo para mantenerlo me castigué mucho y no me hacía feliz y cuando estaba ahí pensaba 'Era mucho más feliz cuando era gordita!' (risas). Y de repente me convertí en una persona muy amargada. Y curraba un montón.

Y los comentarios duelen... Y te llegaba un montón de gente y te decía ‘estás más delgada, qué guapa estás’. Y es el peor comentario porque sin saberlo están alimentando a un demonio que está creciendo dentro de ti. No le digáis a la gente nunca eso. Está guay que te pregunten cómo estás o que te digan que te ven bien, pero no que estás mejor porque estás más flaco. ¿Cómo estoy de aquí? [señala su cabeza] ¿Por eso me has preguntado?

Mirando su Instagram me di cuenta de que sonríe en pocas fotos ¿le gusta esa imagen de dura? Nunca lo había pensado… he hecho una limpia, pero te voy a quitar la razón. Mira esta foto [muestra una en la que se abraza con una niña y ambas sonríen] Sí soy una persona que sonríe mucho y me alejo mucho del prototipo de artista que se muestra fría.

¿Y qué cosas le hacen reír? Mis cuatro amigas, mis amigos del pueblo, Huétor Tájar, los momentos de auténtica felicidad de estar en grupo y compartir un éxito… O conocer a una niña que te admira, como en esa foto.

¿Le han puesto ya una calle o una rotonda en su pueblo? No (risas). Tampoco hace falta porque mejor que una rotonda es el cariño que yo recibo cuando voy. Que mi madre que vive allí sienta tanto amor y tanto orgullo y que le digan cosas bonitas… Mi madre lo ha pasado muy mal, por cosas que le han sucedido y porque yo me he ido a viajar por el mundo y ha tenido que leer y escuchar cosas muy feas, pero en contrapunto tiene el amor de toda esa gente que tiene muy cerca. Y cuando saludo a mi pueblo y les digo el amor que siento por ellos, eso le repercute a ella.

Hablaba antes de pensar en canciones para los conciertos, ¿La llorera es una excepción? Es la excepción sí, pero incluso cuando la escribí y la escuchaba y lloraba durante la cuarentena por no poder cantarla en directo, me imaginaba haciéndola en un concierto, con los brazos bien abiertos. Pero La llorera es algo en un rincón de mi corazón muy, muy, muy escondido. Subí un trozo a Twitter con guitarra y voz y recibí unos comentarios muy bonitos y creo que la gente empatizó.

¿De qué trata? Del Síndrome de Wendy, que yo no sabía que se llamaba así y hace poco estuve leyendo sobre el tema. Básicamente es cuando tú coges el papel de Wendy, de cuidar de todos los niños perdidos, en el cuento de Peter Pan. Yo tengo mucha gente de la que quiero cuidar, de la que me hago cargo y además tengo el síndrome del abandono, que me pasa cuando se me va alguno de los pollitos que estoy cuidando y digo ‘con todo el amor que te estoy dando, ¿por qué no tengo ahora ese amor? ¿Por qué no estás?’

¿No le gusta la soledad? La gente fuerte y poderosa, a los que nos gusta cuidar, lo disfrutamos, pero cuando llega la soledad… es chunguísima. Y La llorera habla de eso y de una relación muy tóxica con otras cosas de por medio, pero eso se sobreentiende.

¿Cómo se plantea el concierto del día 17 en el Wizink Center? Va a ser un fiestón, la gente no va a dejar de flipar. Solo me da pena el aforo, que más gente hubiera podido disfrutarlo. Mi deseo es repetirlo y para Navidad hacer otro Wizink.

¿Se te hará raro ver a la gente sentada en un concierto suyo? Llevo toda la vida cantando y bailando en dinner shows [cena espectáculo] para gente que no venía a verme a mí a los que les importaba una mierda. Yo estaba dándolo todo en el escenario y ellos cenando sin hacerme ni puto caso, así que ¿cómo voy a quejarme de que la gente esté sentada si viene a verme a mí?

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