
Olvide el titular y la introducción de esta información y observe la fotografía que le mostramos a continuación. Fíjese en su rostro, en su pose. ¿No podría ser un modelo de una campaña publicitaria actual? ¿Su mirada, sus rasgos, su pose no son de hoy?

Pero, efectivamente, no es un modelo del siglo XXI. Se trata de un retrato de Lewis Powell, un joven de 21 años partidario de la Confederación que en la noche del 14 de abril de 1865, mientras sus compinches acababan con la vida de Abraham Lincoln, él acuchillaba al secretario de Estado de los EE UU, William H. Seward. Seward sobrevivió y Powell fue arrestado. Este retrato fue tomado, en blanco y negro, por el fotógrafo Alexander Gardner mientras esperaba juicio en el USS Saugus, fondeado en el río Anacostia y coloreado digitalmente por la artista Marina Amaral en este siglo XXI.
Amaral es una jovencísima artista autodidacta brasileña (nació en 1994) que ha cautivado a las redes con su brillante y riguroso trabajo coloreando imágenes históricas en blanco y negro. Tras su éxito digital, ha dado el salto al papel, acompañado por el conocido historiador y divulgador inglés Dan Jones que pone los textos que contextualizan las imágenes en El color del tiempo que ha aparecido recientemente en España.
Porque efectivamente es el color de la imagen el que ha acercado al tiempo del lector una imagen tomada originalmente hace 165 años.

Amaral y Jones citan a san Pablo y aseguran que "percibimos la historia a través de un cristal que la oscurece" porque la incipiente fotografía hasta décadas recientes trabajó en blanco y negro y hurtó a la realidad un vivo color que siempre tuvo. "Todos intuimos, desde luego, que el mundo siempre ha sido tan vívido, inmediato, colorido y real como parece en la actualidad, pero rara vez contemplamos el pasado como una época vibrante y llena de color", escriben.
Con el trabajo de Amaral podemos percibir la crudeza y letalidad de la batalla de Gettysburg, en 1863, en plena Guerra de Secesión, cuando reconstruye, con una labor a mitad de camino entre la investigadora y la artista, los colores de los cadáveres alineados tras la contienda.

Desde Europa a EE UU, pasando por África, Asia y Oceanía, el viaje que proponen Amaral y Jones es una búsqueda del color perdido. Del color y las sensaciones que jamás podremos percibir de manera natural. Es un trabajo de investigación -la autora se documenta detalladamente sobre ropas, objetos y paisajes-, pero también de reconstrucción -pues hay elementos de los que resulta imposible encontrar el color original-.
Desde seres anónimos -como los prisioneros filipinos amontonados en campos de concentración en la guerra que los enfrentó con EE UU, tras la derrota de España en 1898-, hasta los obreros del Canal de Suez o las mujeres que empezaron a aparecer en las fábricas, hasta músicos, reyes, emperadores y científicos aparecen retratados y contextualizados en estas páginas. Salvo en los cuadros de la época y en las licencias del cine y televisión, no habríamos podido ver a nativos estadounidenses como los potawatomis de las Grandes Llanuras que aparecen a continuación.

Pero también reyes y mandatarios como la reina Victoria, Napoleón III o la mítica y misteriosa emperatriz Cixí, la última de la dinastía Qing en China. Un recorrido visual innovador que abarca desde 1850 a 1960.
También guerras, hechos históricos concretos como el hundimiento del Maine o instantáneas impresionantes de las dos Guerras Mundiales y el Holocausto. El repaso a la historia contemporánea de Amaral y Jones devuelve la mirada al lector desde las páginas de este libro de gran formato.

Amaral colorea digitalmente las fotos, pero lejos de ser una operación técnica ("no hay nada algorítmico", reconoce) se trata de una labor artesanal: "La técnica no ha cambiado desde los tiempos de Leonardo, se comienzan a aplicar muy despacio colores sobre colores, mezclándolos bien mediante centenares de capas para tratar de capturar y recrear una atmósfera específica, coherente, con la fotografía en sí misma".

Colorear una fotografía puede llevarle entre una hora y un mes. Y en ocasiones, el resultado final no es satisfactorio, por distintos motivos: "Puede que algunas cosas deban permanecer para siempre en blanco y negro".
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