El 'duelo prohibido', cómo gestionar la pérdida de un amante o de una expareja

Duelo
GTRES

El duelo es un proceso normal que viven todas las personas. Se puede definir como la manera en que una persona reacciona a la pérdida de un ser querido. Sin embargo, y pese a lo que muchos puedan creer, no se trata solo del difícil momento en el que se conoce la muerte de alguien o las lágrimas que se derraman en su funeral sino de un proceso emocional mucho más largo, que pasa por diferentes emociones y etapas que ayudan a aceptar la pérdida del ser amado.

Pero, ¿qué ocurre cuando no nos es posible manifestar ese dolor porque no está reconocido socialmente? Es lo que se conoce como el 'duelo prohibido' o 'duelo desautorizado' y ocurre cuando el vínculo con la persona fallecida no ha sido aceptado por la sociedad. Sucede, por ejemplo, con la muerte de un amante, de una expareja e, incluso, de una mascota.

Montserrat Lacalle, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC) explica que este tipo de duelo ocurre “cuando la propia persona cree que su dolor no es pertinente, en un intento de racionalizarlo, o bien cuando su entorno no entiende ese sufrimiento porque, socialmente, no es lo que corresponde”.

Por su parte, Enric Soler, experto en duelo de alta complejidad y tutor del grado de Psicología de la UOC, hace hincapié en la dificultad de afrontar un proceso que, en muchos casos, debe vivirse en el más absoluto silencio e invisibilidad y sin el apoyo del entorno. Es lo que ocurre, por ejemplo, en las sociedades que todavía condenan la homosexualidad. “Eso implica que el sobreviviente se enfrentará a un duelo prohibido por su contexto social. De este modo, pierde todas las herramientas de apoyo social, como su reconocimiento en un lugar preferente en los funerales y la posibilidad de recibir apoyo por los más allegados”, cuenta Soler.

¿Qué tipos de fallecimientos pueden vivirse como duelos prohibidos?

El experto señala en que “hay tantos duelos prohibidos como estructuras de vínculos afectivos no reconocidas y legitimadas por la sociedad". Dentro de este grupo podría incluirse la pérdida de un integrante de una relación de pareja de más de dos personas, el fallecimiento de un amante secreto e incluso el duelo perinatal que muchos padres viven como un duelo prohibido “por el hecho de no haber existido alguien visible a la sociedad que muere prematuramente”.

La muerte de una mascota también podría considerarse un duelo desautorizado ya que la sociedad infravalora el vínculo emocional que une a cuidador y animal. Soler explica, sin embargo, que la pérdida de una mascota “es un duelo de primera magnitud, pero las personas a las que no les gustan los animales, o no han tenido una mascota, no pueden imaginar el dolor que se siente al perderla”.

Consecuencias del duelo reprimido

Los expertos advierten que ignorar y no elaborar este duelo siempre pasa factura: “Los duelos no son opcionales. Se pueden postergar, diferir, congelar, aplazar, negar, elaborarlos a medias... Pero no son evitables”, dice el profesor de la UOC, que asegura que la mayoría de las demandas terapéuticas de todo tipo - drogodependencias, ansiedad, depresión, trastornos de conducta...- suelen tener su origen en un duelo no elaborado desde hace años e, incluso, décadas.

Para Motserrat Lacalle la opción que más nos va a beneficiar es conectar con la pérdida y asumir como necesarios los sentimientos y fases por los que vamos a pasar durante ese duelo. “Para transitar por el duelo, uno tiene que estar conectado con qué es lo que está sintiendo. Sin embargo, cuando una persona se niega a sentir, es posible que pueda tener la falsa sensación de que está bien, y cuando en el futuro aparezca otra pérdida o cualquier otro tipo de acontecimiento emocionalmente traumático, se activará todo eso que no está resuelto. La muerte va a doler, duele pasar por eso, pero es la posibilidad que tenemos de volver a estar bien”.

Mirar de frente al dolor

Soler y Lacalle recomiendan exteriorizar siempre ese dolor, aunque creamos que no nos corresponda por prejuicios o condicionantes sociales. Debemos permitirnos llorar, estar tristes o manifestar los sentimientos que tengamos “sin cuestionar las propias emociones”, señala Lacalle. 

Por su parte Soler indica que la forma más saludable de afrontar un duelo es sin miedo: “Mirando al dolor cara a cara, aceptándolo como propio de la pérdida, con la esperanza de que se convierta en una cicatriz que nos haga más maduros, y entendiéndolo como algo saludable y sanador. El dolor es el precio que debemos pagar por el amor”.

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