El extraño silencio de Sara Carbonero e Iker Casillas

Iker Casillas y Sara Carbonero
Iker Casillas y Sara Carbonero, en una imagen de 2019.
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Iker Casillas y Sara Carbonero
Ni crisis ni mucho menos ruptura en el matrimonio de Iker Casillas y Sara Carbonero. Así lo asegura en exclusiva la revista '¡Hola!'.
EP

Iker Casillas y Sara Carbonero niegan, entre dientes, que se hayan separado. Desmienten a través de voceros autorizados que el matrimonio se haya disuelto y que vivan, como apunta la revista Lecturas, en casas separadas. Fuentes del entorno de la periodista aseguran a 20minutos que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia y que las fisuras, que sí las hubo en el pasado, se repararon sin tener que echarlo todo por la borda.

Sin embargo, los mentideros hierven desde hace meses. Muchos son los informadores anónimos que avivan los rumores con medias verdades que crean dudas y llevan al colapso. Responsabilidad también de los propios protagonistas que, hipercautelosos, pasan sin despeinarse por tempestades huracanadas. Es difícil que suelten prenda incluso cuando las informaciones provienen de medios serios que no inventan, sino que informan.

Siempre han seguido la misma línea discrecional, salvo cuando Iker dio un paso al frente para reconocer que no había estado a la altura de las circunstancias. El exguardameta del Real Madrid entonó el mea culpa al aceptar que había sido poco atento con su mujer cuando la Parca se llevó a su abuelo, a quien estaba muy unida.

Tal vez la cascada de desgracias hizo flaquear a un matrimonio, muy reservado y con derecho de admisión. Hace unos días, deglutían las delicias del restaurante Numa Pompilio con la presentadora de informativos Isabel Jiménez, la guardiana y garante de los secretos de la pareja. No parecían llover crisis en aquella comida a tres bandas, que acabó con cada mochuelo con su olivo.

Modelos por belleza –ella como imagen de productos de belleza y él de marcas deportivas– y modélicos de comportamiento, Iker y Sara son ejemplo –incluso si llegaran a divorciarse– de pareja y complemento. Juegan bien el partido con/contra lo mediático y sacan rentabilidad juntos. Desde que aquel beso histórico en el Mundial de Sudáfrica han pasado once años y dos niños, Lucas y Martin, a quienes protegen desviando los asuntos más complicados, como las enfermedades que uno y otro han sorteado con mismo acierto. El infarto de él, el cáncer de ella y las caídas al vacío en tiempos de pandemia.

Lo suyo también es (o fue) un ejemplo del amor como motor y pegamento. Cambiaron su residencia en Madrid para instalarse en Oporto (Lisboa) y desde allí, mientras él gozaba con el balón, ella preparaba proyectos para poder encajar la arista familiar con la profesional. Dieron muestras de unión incluso cuando la vida empezó a ponerles la zancadilla: plegaron velas y volvieron a Madrid donde, insisten, todavía viven juntos y en armonía.

Tanto es así, que durante la recaída y posterior operación de Sara (ocurrió hace escasas semanas), Iker no se separó de su lado, callando los rumores de aquella esquina. Ahora siguen abrazados a un silencio que podrían romper en próximos días para explicar cuánto hay de cierto en una crisis que, por extensión, parece réplica de la de María José Campanario y Jesulin de Ubrique.

En cualquier caso el mutismo atronador solo roto por el tímido "no voy a decir nada", pronunciado por Sara al salir del colegio en el que estudian sus hijos, podría sonar a la orquesta que tocaba cuando el Titanic empezó a hundirse. Quién sabe.

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