Isabel Preysler cumple 70: exclusivas, amantes y siete almendras

  • La 'socialite' es ejemplo de que una popularidad bien gestionada puede reportar una vida repleta de lujos y triunfalismos.
Isabel Preysler, durante un acto de la Feria del Libro de Madrid en 2019.
Isabel Preysler, durante un acto de la Feria del Libro de Madrid en 2019.
Chema Clares / GTRES
Isabel Preysler, durante un acto de la Feria del Libro de Madrid en 2019.

Isabel Preysler cumple este jueves 70 años. Una cifra redonda que celebra, como no podía ser de otra manera, con un reportaje a todo Photoshop en esa biblia rosa que es ¡Hola! Y lo hace orgullosa de haberse convertido en una bon vivant que acumula contratos porcelánicos y una ristra de amantes que, dispuestos uno sobre otro, podría alcanzar la altura de cualquier rascacielos de esa Nueva York que tanto añora. 

Preysler es ejemplo de que una popularidad bien gestionada puede reportar una vida repleta de lujos, comodidades y triunfalismos. Porque, desde que de niña llegó a España desde Filipinas, Isabel ha sabido jugar muy bien sus cartas.

Considerada un referente de elegancia, ni los escándalos sentimentales han sepultado el buen nombre que, sin serlo, la ha hecho inmortal en el mundo del corazón. Casada en primeras nupcias con un jovencísimo Julio Iglesias, su boda fue toda una eclosión publicitaria que sigue floreciendo 50 años después. 

La Filipina -como la llamaban por sus orígenes- ha sabido explotar, como nadie, sus amores y desamores. También las polémicas. Capeó el temporal cuando unas fotografías de ella con Carlos Falcó precipitaron el divorcio con el truhán Iglesias que, además de infidelidades, también le aportó sus tres hijos mayores: Enrique, Chábeli y Julio José.

Dicen que aquellas imágenes, que recibió Jaime Peñafiel en su despacho profesional, fueron la salvación a años de mucha infelicidad. Preysler encontró entonces en Carmen Martínez-Bordiú a su mejor guía y consejera. No pasó mucho tiempo hasta que se oficializó una relación con el marqués de Griñón, de la que nació la casi cuarentañera Tamara Falcó, tal vez la más mimada y protegida de su hijos.

No fue su última conquista, ni la más comentada. España se fundió a negro cuando los rumores apuntaban a que Isabel había iniciado un romance con el ministro Boyer. La prensa seria negaba por aquel entonces que la relación fuera real, pero el amor acabó confirmando que hemiciclo y exclusiva están escritas con las mismas letras. Junto a Miguel, Isabel accedió al exclusivo club de los poderosos, en el que se mantuvo hasta que el economista falleció tras una larga enfermedad. Era habitual verlos en reuniones, fiestas y conferencias entre políticos, magistrados y aristócratas.

El luto le duró poco. Flash, flash. Unas fotografías en Mustique sirvieron para confirmar lo que era un secreto a voces: Isabel había empezado una relación con el escritor Mario Vargas Llosa. Un idilio que fue escandaloso en sus inicios, porque Patricia, la mujer del Nobel, confesó que la socialite se había entrometido en su matrimonio y que era la causante de la ruptura de una familia que, aunque está más tranquila, a día de hoy continúa desmembrada.

Ocupada y preocupada por su aspecto físico, cuida extremadamente su alimentación. Mata el hambre con siete almendras diarias y toma batidos verdes que la ayudan a depurar toxinas, tal vez el secreto de tan extrema delgadez. Isabel siempre ha negado retoques estéticos, aunque es evidente que por bisturí, o por el cinematográfico síndrome de Benjamin Button que sufrió Brad Pitt, luce una vejez que parece adolescencia. 

En este sentido, la musa de los bombones dorados también ha desmentido que esté alopécica perdida como insinuó una prima traicionera que, además, denunció públicamente que, como la luna, Preysler tiene una cara oculta de la que no quiso dar más detalles.

Volvió a salir indemne, como cuando la hija de Ruiz Mateos -con quien Boyer tenía una guerra política y mediática- quiso agredirla tirándole una tarta al salir de un evento. Sea como fuere, Isabel Preysler es uno de los personajes más rentables y carismáticos de esa prensa de sociedad que sigue necesitando la espuma del mar para distraer tiempos en complicados.

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