Por qué el año 2020 no acabó realmente con las campanadas del 31 de diciembre

  • ​Un astrónomo explica por qué no ocurre así y cuánto duraría un año exacto.
La Puerta del Sol de Madrid, en la víspera de Nochevieja.
La Puerta del Sol de Madrid, en la víspera de Nochevieja.
Emilio Naranjo / EFE
La Puerta del Sol de Madrid, en la víspera de Nochevieja.

Llegan las doce la noche del 31 de diciembre y todos nos disponemos a comer las uvas durante las campanadas para, al término de estas, dar la bienvenida al nuevo año. Una convención que siempre nos ha servido para hacer oficial el paso de un año a otro, pero que desde el punto de vista científico no ocurre exactamente así.

"Lo que entendemos tradicionalmente por año, tanto en astronomía como en muchas culturas, es ese lapso que tarda nuestro planeta en darle la vuelta al Sol. Asumir que el año termina a la medianoche del 31 de diciembre y empieza el 1 de enero es una construcción social, una definición que se hizo en un momento de la historia. Algo inventado", explica en la BBC el astrónomo y académico Eduard Larrañaga, del Observatorio Astronómico Nacional de la Universidad Nacional de Colombia.

"Desde el punto de vista astronómico, no ocurre nada especial el 31 de diciembre para decir que es ahí donde termina el año ni ocurre nada especial el 1 de enero para decir que ahí es cuando comienza", explica, a la vez que añade que la duración exacta de 365 días (o 366 en los bisiestos) no es más que una convención social.

El calendario juliano fue introducido por Julio César en el año 46 a. C., para que fuese la herramienta con la que contar el paso de los años en Europa hasta finales del siglo XVI. Numerosos astrónomos de la Edad Media se percataron de que esta forma de medir provocaba un error acumulado de aproximadamente 11 minutos y 14 segundos cada año.

El papa Gregorio XIII promovió en 1582 una reforma del calendario que usamos hasta el día de hoy e introdujo los bisiestos para corregir los errores de cálculo del calendario juliano.

Larrañaga explica que el año juliano o calendario "se usa en astronomía como una unidad de medida en la que se considera que la Tierra le da la vuelta al Sol en 365,25 días". Por su parte, el año sideral "es el que tarda la Tierra en dar una vuelta al Sol respecto a un sistema de referencia fijo. En este caso, se toma como referencia el grupo de las estrellas fijas y ese año tiene una duración de 365,25636".

Luego están el año trópico medio, "que tiene en cuenta la longitud de la eclíptica del Sol, es decir, la trayectoria del Sol en el cielo con respecto a la Tierra a lo largo del año, principalmente en los equinoccios. Y este dura un poco menos que el año sideral, 365,242189 días", y el año anomalístico, en el que "la Tierra, al igual que los otros planetas, se mueve en elipsis. Esa elipsis hace que el Sol en algunas ocasiones esté más cerca y más lejos de la Tierra. Pero hay un punto donde ambos están lo más cerca posible, el llamado perihelio". Y el año anomalístico es el tiempo transcurrido entre dos pasos consecutivos de la Tierra por su perihelio. Dura 365,2596 días".

Per además, añade, hay que tener en cuenta que "la duración de los años nunca es igual debido a que en el Sistema Solar todo cambia. Tomemos el año anomalístico: mientras la Tierra se mueve alrededor del Sol, el perihelio cambia como resultado de la acción gravitatoria de otros planetas, como Júpiter".

"El año trópico medio también cambia, dado que depende del eje de la Tierra, que está torcido. Es como un trompo que va balanceándose. Entonces, la fecha y el momento del equinoccio también es diferente", explica, motivo por el cual concluye que "si comparamos cuánto duraba el año sideral en 2020 con cuánto duró en el 1300 seguramente notaremos una diferencia. Siempre estaría en torno a los 365 días, pero no sería la misma duración exacta".

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