Era una noche de abril. Begoña Arregi llegó al aeropuerto de Loiu a recoger a sus hijas, Eneritz y Nekane. Ambas habían pasado toda la noche anterior en un aeropuerto militar de Argelia junto a otros 250 cooperantes vascos. Habían visitado los campos de refugiados saharauis en Tinduf, y el Gobierno argelino había dado largas para que la delegación vasca volviera a casa. Dijo que "no encontraban al piloto".

Es en estos actos cuando podemos saber de la mujer del lehendakari. Se ha mantenido al margen de los focos que diariamente captan a Juan José Ibarretxe en los últimos 12 años. Tiene una discretísima vida pública, pero es ella "quien mantiene las raíces de nuestra familia", afirma su marido.

Begoña Arregi tiene 50 años, uno menos que Ibarretxe. Son novios "de toda la vida". Se conocieron en Llodio, pueblo alavés cuna de ambos miembros del matrimonio. Ella nació en un caserío del barrio de Larrazabal.

Begoña trabaja desde hace años a jornada partida como administrativa en la empresa Envases Metalúrgicos de Álava.

Cada verano, Begoña Arregi y su familia acogen a un niño saharaui en casa. Una causa política a la que muchos ciudadanos vascos nacionalistas siguen de cerca. También hemos visto a la mujer del lehendakari en los viajes oficiales al extranjero o en el juicio contra Ibarretxe por reunirse de Batasuna.

Dicen sus allegados que Begoña Arregi coge a menudo el coche para seguir a su marido en sus carreras ciclistas, deporte al que es gran aficionado.

Entre sonrisas, Ibarretxe suele decir que él es el "despertador" de Begoña y de sus dos hijas en casa. El mandatario vasco es conocido por su carácter inquieto. Es el primero que se levanta en Ajuria Enea.

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