El dolor de los familiares de una víctima y un verdugo de Bataclan: "Somos dos padres que hemos perdido un hijo"

Víctimas abandonan la sala de conciertos Bataclan tras el tiroteo en París en 2015.
Víctimas abandonan la sala de conciertos Bataclan tras el tiroteo en París en 2015.
GTRES
Víctimas abandonan la sala de conciertos Bataclan tras el tiroteo en París en 2015.

"El padre de una víctima del terrorismo es también una víctima", asegura Georges Salines, que perdió a su hija en el atentado de la sala Bataclan y que publicó un libro junto a Azdyne Amimour, padre de uno de los terroristas de aquel trágico 13 de noviembre de 2015.

"Al fin y al cabo, somos dos padres que hemos perdido un hijo", afirma Salines en una entrevista, con el recuerdo de su hija Lola todavía presente cinco años después del drama que segó su vida.

Todo empezó en enero de 2017, cuando Azdyne Animour le pidió hablar con él cara a cara. El dolor seguía royendo el interior de ambos. Uno, porque todos sus esfuerzos para apartar a su hijo de la llama del salafismo no habían dado resultados. El otro, porque un acto "incomprensible" le rompió la vida.

Enseguida surgió la química, la idea de que el dolor compartido podía traducirse en una lección de vida, en superar el odio. Animour entendió que no había reproches de Salines y a los pocos meses se pusieron manos a la obra para escribir un libro, titulado "Il nous reste les mots" (Nos quedan las palabras).

"Creo que los dos lo necesitábamos, que era parte del duelo, que nos ayudaba a reconstruirnos", cuenta Salines, que sintió enseguida la confianza de Animour.

"Para Azdyne fue importante que no le tratara como un enemigo, porque las miradas de la policía, de sus vecinos, de la sociedad son duras de aceptar para él", señala Salines, que insiste en que "el padre de un terrorista no es un terrorista".

Un "hasta mañana" que no se cumplió

Salines había visto a su hija, de 28 años, la misma mañana de aquel 13 de noviembre. Un encuentro fugaz, un beso de despedida y un "hasta mañana" que no se cumplió.

Acompañado de otros dos terroristas, Samy Animour, también de 28 años, irrumpió a golpe de kalashnikov en el concierto de los Eagles of Death Metal. Lola fue una de las primeras víctimas. "Me consuela que muriera pronto, que sufriera menos", asegura su padre.

Animour hacía meses que no hablaba con su hijo, un chaval sensato, un estudiante modelo, un joven obediente que tenía como máxima no decepcionar a su padre. Pero que tomó el viraje equivocado de la vida, comenzó a frecuentar a clérigos radicales y, tras un paso por Siria, acabó cometiendo la barbarie de aquel 13 de noviembre.

Hizo de todo para devolverle a la razón. Incluso viajó a Siria para traerle de vuelta a casa. Pero su hijo apenas le dirigió la palabra. Ahora, todavía siente la mirada acusadora de una sociedad que le considera en parte responsable, lo que otorga más valor a la mano que le tendió Salines.

"Yo me llevaba de maravilla con mi hija. Ese es un consuelo que Azdyne no puede tener. Él se pregunta qué pudo hacer mal. Aunque no tenga sentimiento de culpabilidad, los otros se encargan de que lo sienta, con la mirada que la sociedad tiene sobre ellos", explica Salines.

Sin lugar para el rencor

Esa es otra de las razones que le llevaron a aceptar la idea de dejar su testimonio en un libro. El de dos padres rotos, que se juntaron una docena de veces para hablar, sacar de dentro el dolor y mirarse a los ojos con sinceridad.

Salines no deja lugar al rencor. Y menos a la venganza. "Eso sería darles la batalla por ganada a los terroristas", insiste.

"Nadie mejor que nosotros, los familiares de las víctimas, es más creíble para decirles a los terroristas que no obtendrán nuestro odio", afirma.

Pero los atentados continúan en Francia y en todo el mundo y Salines sabe que cada vez que se producen supura un poco una herida que nunca se cerrara.

"No hemos vencido al terrorismo. La utilización del terrorismo por el extremismo islamista seguirá mucho tiempo, no sé cuando lo superaremos. Pero lo primero que tenemos que hacer es 'aguantar' (en español). Su primera victoria sería que perdiéramos nuestra sangre fría", agrega.

Salines alerta contra los atajos a los que puede conducir el odio, a "renunciar al Estado de derecho y convertirse en una sociedad represiva, policial, segregadora, intolerante con algunas religiones".

"Les daríamos la razón. Es lo que buscan, desestabilizar nuestras sociedades. Si seguimos firmes, el terrorismo no habrá ganado", asegura, convencido de que su hija estaría orgullosa de lo que hace.

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