Dependientes sin rehabilitación por las limitaciones en los Centros de Día: "El deterioro físico los matará"

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Un grupo de familias ha denunciado ante el Síndic de Greuges, Rafael Rbó, y ante la Síndica de Barcelona, Maria Assumpció Vilà, que sus allegados dependientes llevan seis meses "confinados" en casa entre el estado de alarma y las restricciones a la apertura total de Centros de Día de rehabilitación de Barcelona ante los rebrotes de Covid en la ciudad de julio y agosto. 

Amèlia, una profesora de 57 años, tiene a su marido encerrado en casa desde el pasado 2 de marzo, pocos días antes de la declaración del decreto de alarma por la pandemia. Francisco tiene 68 años y desde hace tres libra una batalla contra las graves secuelas de un ictus que sufrió mientras dormía y que le seccionó la arteria carótida. 

Gracias al trabajo diario de rehabilitación neurológica en un Centro de Día del barrio del Congrès, ha hecho importantes avances que hasta marzo le habían conducido a poderse mover con muletas y a dejar aparcada la silla de ruedas. También a recuperar algunas funciones básicas de comunicación que se le "borraron" a raíz del accidente vascular, explica a 20minutos.es su esposa. 

Pero todo este ímprobo trabajo se ha esfumado con el encierro domiciliario y ha sumido a Francisco en un deterioro neurológico y psicológico para el que Amèlia teme que no haya "vuelta atrás". 

El encierro domiciliario ha sumido a su marido Francisco en un deterioro neurológico y psicológico para el que Amèlia teme que no haya "vuelta atrás"

"Mi marido tenía una rutina de sesiones diarias de 11 a 17 horas. Se sentía satisfecho de sus progresos y de poder socializar con otros compañeros. Ahora se está haciendo día a día más pequeñito", relata Amèlia, que nos detalla cómo era Francisco antes de sufrir el ictus: "Era un comercial con muy buenas habilidades sociales y muy apreciado por sus clientes. Cordial, afectuoso y honesto. Era atleta y corría maratones, una persona muy activa". 

Pasó una semana en la UCI y quedó con la parte derecha del cuerpo paralizada y sin capacidad para expresarse ni de forma gestual, ni verbalmente ni por escrito. "Ha luchado mucho desde entonces, los médicos no daban nada por él", rememora su mujer. Cuando llegó el confinamiento estaba a punto de comenzar a caminar sin muletas y reconocía algunas palabras, pero ese avance se truncó.

Le preguntamos por la situación actual de Francisco, que lleva meses sin rehabilitarse y que desde la 'nueva normalidad' solo puede hacer dos breves sesiones semanales en el centro AIMA bajo cita previa. Durante el confinamiento las atenciones eran virtuales.

"Antes de la pandemia no soportaba estar en casa y ahora no quiere salir de ella. Se ha hecho pequeño y tiene muchas inseguridades. Hace puzzles y sale al balcón", detalla Amèlia, que además de cuidar a Francisco tiene dos hijas adolescentes, una con Asperger y la otra con un retardo cognitivo. "Llevo toda una embarcación adelante yo sola", comenta. 

"Es como si en los hospitales enviaran a los enfermos a casa. Mi marido necesita una atención sanitaria porque es un enfermo neurológico" (Amèlia)

"Las terapias y la rutina diaria le mantenían vivo y despierto. En las tres semanas de junio y julio en las que reabrió el centro (en el que ocupa una plaza pública mediante la Ley de Dependencia) revivió. Por la tarde volvía a casa satisfecho y cansado por todo lo que había hecho", recuerda. 

El panorama actual es, por contra, desolador, y por eso argumenta su mujer que "Si el resto de la sociedad hemos de convivir con el virus por qué ellos no? ¿Por qué los centros siguen a medio gas cuando estos aplican medidas de seguridad y sanitarias? Con el argumento de protegerles del contagio los están matando de deterioro. Es como si en los hospitales enviaran a los enfermos a casa. Mi  marido necesita una atención sanitaria porque es un enfermo neurológico", sentencia indignada.

El Centro de Día al que está adscrito sigue con su actividad en cierto estado de hibernación por orden de las administraciones, "pero claro, ellos no pueden hacer nada", admite Amèlia. 

Ella ha dado a conocer esta situación con el envío de cartas al director a diversos medios de comunicación, entre ellos al nuestro. "Pongo voz a la angustia de todos los familiares afectados", dice, "una angustia muy grande". 

Marta Fernández es directora técnica del centro AIMA y fisioterapeuta, con cinco trabajadores y 13 pacientes. Han estado abiertos todo el mes de agosto y durante en encierro hicieron atención domiciliaria y virtual antes de la llegada de la cita previa. Marta nos conforma que estuvieron cerrados técnicamente del 15 de marzo al 22 de junio. "Estamos funcionando bastante bien dentro de las alteraciones, Lo que no hay es trabajo en grupo", declara. 

Estrictos protocolos

Los protocolos son estrictos: distancia de seguridad de 2 metros, uso de mascarilla, material individual de protección, ventanas y puertas abiertas para ventilar los espacios, lavado frecuente de manos y toma de temperatura diaria", explica. Reconoce que la atención es "mucho más baja" a la fuerza y que los familiares "están colapsados" y que el confinamiento de estos pacientes vulnerables por precaución de las administraciones, para protegerlos, es "un arma de doble filo" que les expone a "un descenso de la autonomía personal, riesgo de recaídas y deterioro provocado por la inmovilidad". 

Desde el centro indican que el confinamiento de estos pacientes vulnerables por precaución de las administraciones es "un arma de doble filo" que les expone a "un descenso de la autonomía personal, riesgo de recaídas y deterioro provocado por la inmovilidad"

"Los familiares nos repiten que el riesgo cero de contagio de la Covid no existe y que prefieren asumirlo viniendo a tratarse", dice Marta. Una de ellos, Amèlia, cree que el exceso de celo en proteger a este colectivo vulnerable es perjudicial y "está llevando a hacer un daño indirecto por exceso de sobreprotección". 

Gabriel Reus, de 69 años, también se ha puesto en contacto con 20minutos.es para dar su testimonio en primera persona como usuario en este Centro de Día, del que está muy contento porque "en un año he mejorado muchísimo". Padece una hemiplejia fruto de un derrame cerebral sufrido hace dos años. Y va en silla de ruedas. "La salud es un derecho fundamental. Lo dice la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el artículo 43 de la Constitución", argumenta. 

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