Del Ramón y Cajal científico y pionero... a su faceta más artística y extravagante

  • La muestra ‘150 años en la Universidad de Zaragoza’ recuerda el vínculo del aragonés con su "venerada alma máter".
  • "Es un personaje al nivel de Darwin, Newton, Einstein...", dice Alberto J. Schuhmacher, comisario de la muestra.
Ramón y Cajal, junto a cuatro de sus hijos
Ramón y Cajal, junto a cuatro de sus hijos
UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA
Ramón y Cajal, junto a cuatro de sus hijos

La fotografía muestra a un hombre desvencijado sobre un sofá, distendido, a medio camino entre la indiferencia y el hastío. A su lado, en una estancia repleta de libros, un esqueleto preside la escena, como cadáver pasmado de saber que aquel barbudo que se muestra con cierta insolencia y que había pergeñado la estampa, no era otro sino Santiago Ramón y Cajal, "el primer sabio popular de España", como le gustaba apodarlo a Emilia Pardo Bazán.

"Fue uno de los precursores del selfie", explica a 20minutos Yolanda Polo, vicerrectora de Cultura de la Universidad de Zaragoza y responsable de que esta foto fechada aproximadamente en 1880 y tomada de sí mismo por el propio Cajal, cuelgue de una de las paredes del Paraninfo desde el 1 de octubre y allí permanezca, mirando al visitante, hasta el 11 de enero, como parte de una enorme colección dedicada al médico e histólogo español (Petilla de Aragón, 1852) con motivo del 150 aniversario del inicio de su carrera universitaria de medicina en la capital aragonesa.

Ramón y Cajal, junto a un esquelo
Ramón y Cajal, junto a un esquelo
U. ZARAGOZA

Más de 20.000 personas han cruzado ya su vista con esa foto. También con sus manuales médicos, su tesis doctoral, sus láminas que delinean selvas neuronales pintadas a mano alzada en 1880 mientras Cajal hundía sus ojos en el microscopio. 

"Son tan precisos que parecen delicada pintura japonesa" se admira Polo. También recuerdos de su vida. Su bastón. Su cámara fotográfica de fuelle. Los diminutos anteojos que afilaban aún más su aguileño perfil. Dibujos de infancia, sin usar lápices de colores, que inventaba rascando las paredes del pueblo para extraer el polvo ocre, el rojo, el blanco. Pueblos a los viajaba con su padre, médico nómada por las tierras aragonesas, hombre estricto Don Justo... y desesperado por el impulso artístico de Santiagué.

Exposición de Ramón y Cajal
Exposición de Ramón y Cajal
U. ZARAGOZA

"Su biografía es sorprendente, esperas conocer una personas seria, trabajadora, estudiosa y culta, pero Cajal era un gamberro, un niño que voló la tapia de un vecino con un cañón casero, era un chaval que estuvo en la cárcel", apunta Alberto J. Schuhmacher, director del ISS Aragón, investigador oncológico y uno de los dos comisarios de la muestra. A su padre le traía loco. En la escuela se pasaba el día cara a la pared por distraerse dibujando. La edad no le mejoró demasiado. Su padre le envió a los escolapios de Jaca para encauzarle. Después le colocó de aprendiz de zapatero, pero Cajal empezó a destacar tanto que Don Justo temió que acabase de remendón. Así que lo envió a la universidad de Zaragoza. "Y la familia se mudó con él porque no se fiaba", intuye Polo.

"Cajal habría sido un gran artista"

Allí fue donde descubrió su vocación médica. Pero tampoco la universidad le apaciguó. Sus notas no eran las mejores. Iba al gimnasio a ponerse cachas –la muestra expone su imagen musculada y descamisada– y se peleaba por mujeres o contra quien se burlase de su origen. Y es que Cajal tenía una arista vanidosa. "Es que creía en si mismo y tenía mucha personalidad", matiza Polo; "todo lo hacía a tope, pintaba, fotografiaba… estudiaba a fondo aquello que le interesaba". Allí, en el centro de la exposición, brilla su orla de 1873 en la que Cajal es el único lampiño entre un mar de barbas y bigotes profusos.

La barba vino después, de regreso como médico militar en la manigua de Cuba. Trajo esa barba, la costumbre de vestir un gorrito y ropa ligera... y las secuelas del paludismo, que estuvo cerca de acabar con su vida antes de recibir el Nobel en 1906 –el primero para un español– por descubrir que las neuronas no estaban conectadas en una retícula, sino que terminaban en la nada, flotando y conectándose con impulsos químicos. Y lo logró gracias a su creatividad, al idear un método innovador de teñir los tejidos y, así, mostrar al mundo que esa ‘malla neuronal’ que por entonces se aceptaba como dogma era una falsa creencia. "Para trabajo de refutación de los antineuronitas", se ve escrito de su puño y letra en una cajita de muestras que envía a Alemania.

Un país de "arte y religión"

De ahí a la fama universal. "Es un personaje al nivel de Darwin, Newton, Einstein, Marie Curie o Pasteur, está a ese nivel", subraya Schuhmacher. Muchos de esos diplomas y honores extranjeros están en la muestra. Honores que de haber sido pintor y no médico, quién sabe si en vez de un Nobel habría tenido un lugar en el museo Reina Sofía . Polo lo tiene claro. "Cajal habría sido un gran artista, habría sido lo que hubiera querido".

Cajal ganó el primer Nobel de la ciencia española y Severo Ochoa el segundo, en 1959. De eso hace ya 60 años... y solo los literatos han vuelto a asomar por la Academia sueca. "Siempre fuimos país de arte y religión", dice Schuhmacher. "Cajal era crítico con eso y Severo decía que quizás perdíamos el tiempo mirando arriba... y no abajo"

Héctor M. Garrido
Redactor jefe '20minutos'

Máster en Periodismo UAM/EL PAIS y licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad de Alcalá de Henares. La vida me llevaba a la consultoría de empresas, pero el destino me agarró del pescuezo y me guió al periodismo. De crear webzines y dirigir programas en radios libres, pasé al periodismo escrito y digital en El País, Terra Noticias y desde 2012 en 20minutos; aquí he sido redactor web, redactor de economía, coordinador web y ahora redactor jefe.

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