Carlos Pedreño colecciona este tipo de discos desde hace más de 20 años. «He vivido la música en casa, mis padres y hermanos eran aficionados, y ya desde joven monté un puesto de música en el rastro».
Su afición pronto cristalizó en la tienda de vinilos que desde hace 19 años regenta y donde se realizan tertulias improvisadas.
«Nunca imaginé que iba a tener una tienda y, aunque es un mercado limitado, me da muchas satisfacciones». Sin embargo, se ve obligado a vender también CD para poder subsistir.
Él lo tiene claro. Prefiere el vinilo al CD, porque el sonido es diferente. «Te podrá gustar o no, pero la música en tocadiscos suena distinta».
Tiene una colección de unos 2.000 discos de vinilo y ha llegado a pagar más de 100 euros por adquirir alguno.
«Esto de los vinilos es una mezcla de sensaciones». Carlos lo explica muy bien, como sólo un amante de la buena música puede hacerlo.
«La música son momentos, hay discos que en una época te han marcado, los hay para la nostalgia, la alegría... es una cuestión de sentimiento».
Por eso le resulta tan difícil quedarse con uno solo, porque cada uno de esos vinilos representa algo especial en un momento único.
A sus 42 años, Carlos disfruta de sus discos como al principio. «Sacar tu disco de vinilo, pasarle el paño, ponerlo en el tocadiscos y sentarte a escuchar mientras miras la carátula es una maravilla». Una forma muy romántica de entender la música.
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