Por qué es importante ver a un expresidiario en 'Mi casa es la tuya'

  • Una opinión de Carlos García Miranda, escritor y experto en televisión y cultura pop.
Bertín Osborne entrevista al extorero José Ortega Cano en un fragmento del programa Mi casa es la tuya.
Bertín Osborne entrevista al extorero José Ortega Cano en un fragmento del programa Mi casa es la tuya.
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Bertín Osborne entrevista al extorero José Ortega Cano en un fragmento del programa Mi casa es la tuya.

Bertín Osborne, el galán marca España que más filias y fobias despierta, estrenó el viernes por la noche nueva temporada de Mi casa es la tuya. Soy de los que defienden su perfil de entrevistador, sobre todo por eso de no tener reparo en poner sobre la mesa su propia vida para ganarse una confianza digna de confesor. Con preguntas que se alejan de lo incómodo y comprometido, Bertín logra sacar titulares bañados en oro hasta de los invitados más tímidos. Ahora, que eso también es peligroso.

Mi sensación es la de que el cantante de rancheras sabe poner a sus invitados el mismo traje que él lleva. Es uno con el que consigue que, aunque te diga algunas cosas que piensas "madre mía", las dejas pasar porque el tío majo es, la verdad, y a lo tonto os acabáis bajado una botella juntos. Lo de Bertín en su programa es campechanía, aunque también es un lavado visual, acompañado de música bonita, que invita a relajarse de más hasta al espectador. Normal que en entrevistas como la de Aznar se dejara pasar que el expresidente pusiera de nuevo en duda lo que ocurrió el 11-M.

En esta nueva temporada, Bertín ya ha conseguido un tú a tú con Ortega Cano en el que ha mostrado la felicidad y sencillez del torero, perfecto para difuminar que estuvo en la cárcel por el accidente que protagonizó en 2011. A Bertín le dijo que iba conduciendo y le dio un vahío. Lo que dictó la sentencia fue que llevaba el tripe de alcohol permitido en sangre y que invadió el carril contrario por el que conducía Carlos Parra, un hombre de 48 años padre de dos hijos. Ortega Cano negó siempre haber bebido y, a pesar de que en el programa de anoche dijo que pidió perdón a la familia, no lo hizo hasta que lo escenificó en una entrevista televisada antes de su entrada a prisión. Fue condenado a dos años, seis meses y un día de cárcel.

No seré yo el que apoye las prisiones permanentes revisables. Este hombre ha cumplido su condena y está en todo su derecho a rehacer su vida, pero tampoco está de más recordar que lograr la reinserción no es tan sencillo para la mayoría de los presos. Lo que suele ocurrir cuando alguien ha estado entre rejas es que al salir tenga un estigma que no se borre nunca y que provoque una segunda condena: el rechazo social.

Según datos proporcionados por Instituciones Penitenciarias de un estudio de seguimiento de presos en libertad durante doce años, solo el 22% de los ex reclusos encuentran empleo y consiguen avanzar en materia de vivienda, autoestima y formación educativa. Para los que estáis pensando que eso es porque seguro que siguen siendo delincuentes, el 70% no volvió a reincidir. Se cierran muchas puertas cuando se conoce el pasado delictivo de una persona, a pesar de que en prisión un 80% de los reclusos se vinculan a actividades rehabilitadores trabajando con psicólogos, educadores y trabajadores sociales. Los resultados son favorables, pero los problemas llegan cuando también lo hace la libertad.

La reinserción no es una competencia exclusiva de las instituciones, sino que la propia sociedad a la que pertenecieron debe facilitarles su vuelta. Por eso supongo que está bien que se vea en televisión a personas que han cumplido una condena de nuevo insertados en la vida en sociedad. Si sus trabajos eran las exclusivas sobre su vida privada y la participación en realities, fenómeno que estén de nuevo iluminados por los focos.

Eso sí, sería genial que también hubiera un programa, con esa capacidad de lavado como la que tiene el de Bertín, en el que darle la oportunidad a otras personas que también pasaron por la cárcel, aunque sin haberlo hecho antes por la televisión. En ese formato, que podría llamarse Mi sociedad es la tuya, cualquiera podría demostrar que ha cumplido su condena y que merece una nueva oportunidad en el mismo mundo en el que vivimos todos. Un espacio en el que contar que una acción no tiene por qué determinar una vida.

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