Más conocido por su personaje de payaso, Pepe Viyuela sorprendía hace poco con su papel en la serie Matadero (hoy, a las 22.40 h, en Antena 3), donde se levanta la máscara de Talía para ponerse la de Melpómene. Al mismo tiempo, explota ese registro trágico sobre las tablas del Teatro Infanta Isabel (Madrid, hasta el 10 de marzo) con la obra El silencio de Elvis.

En Twitter expone que "está muy contento de hacer un texto tan valiente", ¿en qué sentido lo es esta obra?

Porque cuesta hablar de las enfermedades mentales. El espectador puede pensar que no quiere que le cuenten cosas tristes, pero el teatro tiene que ser valiente y, además de divertir, debe tratar temas que cumplan con una función social. Es decir, que a la sociedad le interesen y, como en este caso, están medio ocultos por falta de valor. Es un texto que coge el problema por los cuernos y decide tratarlo.

¿Cómo es enfrentarse a un hijo esquizofrénico?

Afortunadamente no he tenido ese caso, pero para Vicente [el papel que representa] es muy complicado. A él se le escapa, no entiende nada porque su hijo Vicent siempre ha sido muy normal y, de repente, es como si se hubiera transformado. Pero al mismo tiempo, ves en él un ser humano enorme que pelea por él cueste lo que cueste.

¿Entiende a Vicent?

¡Cómo no voy a entenderle! A alguien que está enfermo no solo hay que hacerlo, sino que tienes que ayudarle y empatizar con él. Nos es más fácil empatizar con cualquier otro tipo de enfermedad porque lo consideramos como algo involuntario. En cambio, al enfermo mental enseguida se le criminaliza como si fuera su culpa.

En la obra se dice que "te ríes a tu pesar, pues nada de lo que dice el texto intenta hacer reír". ¿Cree que este humor negro se entiende en otros países?

Más que un humor negro es un humor humano, está destilado desde el cariño. Esto obedece a un lenguaje universal y creo que sí haría reír en otros países. El humor es algo más que un aderezo, es un salvavidas. No te ríes de la enfermedad sino de la generación de vulnerabilidad y amor.

¿Se ha reído en momentos duros?

Sí. Cuando mi padre se estaba muriendo de una enfermedad gravísima que le impedía hablar, vivía con mi madre que estaba sorda. Era la pareja perfecta para no entenderse y una situación tragiquísima, que cuando nos la contaban nos hacían reír y ellos también se reían.

¿Ha sido su proyecto más complicado a nivel dramático?

No me ha resultado difícil. Los personajes difíciles son los que no entiendes, pero a Vicente le he entendido desde el principio.

¿Veremos algo de clown?

Supongo que algo se verá, no es deliberado pero tiene que haber algo seguro. Es un papel que llevo interpretando 30 años y hay algo de ese personaje que no tienen los demás: ha salido de mí. Todos los años que llevo haciendo el payaso, impregnan cada uno de mis personajes.

Y de todos los que ha interpretado, ¿es ese su favorito?

Sin duda, el payaso es el que más me gusta y no me canso de retomarlo.

¿Con qué registro se queda, el cómico o el dramático?

Yo soy un fan de la comedia y me decanto por ella, como intérprete y como espectador. Es un género que está peor considerado porque, aunque el público desea reírse, valora mucho más la tragedia.

¿Prefiere las tablas o la pantalla?

El escenario del teatro es mucho más poderoso, mágico, trascendente... Tiene más alicientes como actor. No digo con eso que no me gusten los platós. Pero es como la comida hecha en casa o la precocinada...

Decía que el proyecto de Matadero había supuesto un gran reto, ¿El silencio de Elvis lo supera?

En teatro el reto va más con la función. En Matadero, se trataba de hacer ver al gran espectador que Pepe Viyuela podía hacer un personaje diferente a la comedia más blanca que había hecho hasta ahora. El papel de Vicente ya lo había hecho más o menos en teatro, pero el de Matadero, nunca en televisión; era más novedoso y más peligroso para mí.

¿Cómo se define como actor?

Soy juguetón. Me gusta jugar y entender este trabajo como un juego. Y que, cuando salgo a escena, todo sea divertido aunque los personajes no lo sean.

Y, ¿como Pepe?

Seguramente no soy tan divertido como cuando interpreto. Como persona me considero bastante tranquilo, serio y tímido. En mi vida me gustaría desaparecer de la vista de los demás y poder pasear sin que nadie me dijera nada. Disfrutar de la lectura, ir al cine, al teatro... En cambio, en el escenario me transformo: me gusta la marcha y la diversión.

Últimamente le llueven papeles, ¿es por su fama o diría que la profesión está en auge?

No lo sé. Tengo mucho trabajo en teatro, pero en televisión no tengo tantas ofertas. Yo creo que son años en la profesión y estoy en la cabeza de mucha gente porque no dejan de verme en teatro.

Volviendo al tema de la esquizofrenia, ¿cómo cree que están las políticas sociales en salud mental?

Por lo que he podido ver, diría que la Administración está haciendo un buen papel, así que no haría una crítica a sangre. Veo que hay un problema mayor de estigmatización social; de miedo a la enfermedad mental por parte de quienes la sufren, que no se atreven a contarlo por lo que pueda pasar.

Como simpatizante de Unidos Podemos y de Íñigo Errejón, ¿qué le parece la situación actual del partido?

Yo hablaría de falta de entendimiento y de una escenificación mal hecha de unas diferencias. Para mí, es una discusión mal llevada. Me da pena que en un partido donde la diferencia debería ser considerada un valor, sea un problema. El error es en muchos casos el liderazgo y los egos. Creo que Podemos debería dar una lección de apertura y de comprensión... Al final resulta que se reproducen los mismos males en todas las casas.

El silencio de Elvis, bajo la dirección y guion de Sandra Ferrús, trata la esquizofrenia en una familia española. La obra, representada por Viyuela, Concha Delgado, Elías González, Susana Hernández, Martxelo Rubio y Ferrús, estará en el Teatro Infanta Isabel de Madrid hasta marzo.

(Fotos: Teatro Infanta Isabel y Antena3)