¿Cómo surgió la idea de enseñar a hacer surf a niños de la India?

El precursor del proyecto es Ion Izagirre, un surfista que ha estado por todo el mundo y que en su último viaje, a Perú, quedó impactado por el egoísmo que rodea a estos viajes de surf. Vas un país, disfrutas de sus olas y te vas. Quería hacer algo solidario relacionado con el surf. A raíz de conocer a dos chicas de Valencia, de la ONG The Lalu Smile, que trabaja en la India, se puso en marcha el proyecto. Colaboramos con un orfanato de Mamallapuram, en la costa sudeste del país.

Básicamente dábamos clases de surf. Pensábamos que sería solo con niños, pero allí vas a una playa y te aparece todo el pueblo. A todo el que quería disfrutar del deporte le dábamos la oportunidad de hacerlo en condiciones. Ellos no sabían lo que era el surf, tenían el concepto de jugar con las olas, pero lo hacían con un tronco de dos metros.

¿Cómo reaccionaron al surf teniendo en cuenta que se trataba de una zona afectada por el tsunami de hace cuatro años?

Eramos cautelosos en ese sentido, no sabíamos cómo iban a reaccionar, pero nos sorprendimos. Al principio tenían algo de miedo al agua, pero en cuando nos vieron zambullirnos se lanzaron.

¿Qué es lo que más te chocó de lo que viste?

La pobreza, por llamarlo de alguna manera, pero luego te das cuenta de que no es así. Si pasas una semana, y no te das cuenta de cómo funcionan las cosas allí, dices que sí, pero si estas un mes entero, te das cuenta de que más que pobreza es otra forma de vida. Tienen comida, tienen arroz, plátanos, tiene la capacidad para salir adelante, pero lo hacen de forma muy diferente que a primera vista parece pobreza.

¿Qué recuerdo guardas de todo el trabajo previo al viaje?

Fue duro, pero enriquecedor. Sabíamos que obtener ayudas de la Diputación de Guipúzcoa y el Gobierno Vasco iba a ser complicado por no ser una ONG, así que nos apoyamos en el mundo del surf. Tuvimos que recaudar fondos para transportar las tablas, comprar la comida, hacer las excursiones...

¿Os habéis sentido arropados?

Un montón de gente se prestó voluntaria. Aritz Aranburu y Hodei Collazo nos regalaron tablas para subastar, varias marcas nos apoyaron con el material y el transporte... Y a cambio, nosotros les hemos dado resultados. Hemos hecho un documental, fotos, y han salido reportajes en revistas especializadas. Durante la estancia, contábamos la experiencia en nuestra página web que recibía 1.000 visitas al día que muestra el interés de la gente y motiva a seguir trabajando.

Hay gente que sí nos lo ha comentado. Cuando llegas quieres cambiar el país y eso imposible, incluso a muy pequeña escala. A lo que íbamos a era a enseñar surf y sacarles una sonrisa, y en eso nos centramos. El surf, es una herramienta para motivarlos, y les enseñamos surf porque es lo que sabemos hacer.

¿Qué relación mantenéis con la zona?

Dejamos las tablas en el hostal en que nos alojamos con la idea de que se alquilaran a los turistas y los chavales pudiesen seguir disfrutando gratis de este deporte, pero no hubo respuesta, no nos llegaban informes, así que en enero trasladamos las tablas al único club de surf de la India. Ahora sí, nos llega la información y vemos que los chavales usan las tablas.

¿Y después de Smiling Surfing en India, qué?

A la vuelta nos dimos cuenta de que nuestra labor tuvo repercusión y queríamos darle continuidad. Sabemos que no somos una ONG, pero sí un grupo de amigos queremos hacer acciones solidarias. Ahora mediante Smiling Surfing Verde tratamos de mejorar el medio ambiente, haciendo limpiezas en playas, tratando de mejorar la calidad de las aguas, analizando residuos...

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