El joven, de 28 años, había nacido en Cachemira y consiguió entrar en la ciudad burlando los controles que se establecen en la frontera del Tarajal. Era uno de tantos asiáticos que son engañados por las mafias que los abandonan en Ceuta ocultándoles que permanecerán en la ciudad hasta que se consiga su repatriación.
Y es que precisamente esa repatriación es la que le esperaba al fallecido quien residía, mientras, en el CETI junto a más compatriotas del país asiático. Su pretensión, igual que la otros compañeros, era la de embarcar de manera clandestina en el ferry.
Así las cosas, según la Policía, se ocultó en los bajos del autocar que, después, terminaría aplastándole al caer al asfalto. Esta forma de ocultarse es seguida por muchos inmigrantes como vía más rápida y factible de embarcar sin ser visto por la Policía.
El cadáver del fallecido se encuentra ya en el anatómico forense a la espera de su posterior autopsia para facilitar su entierro en la ciudad. En el CETI quedan varios compañeros de la India y un par de paquistaníes que integraban ahora su única familia.
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