Las murcianas ya pueden congelar sus óvulos en clínicas de la Región

  • Hasta ahora no se podía hacer.
  • Las mujeres lo piden entre los 33 y 36 años porque posponen la maternidad o se van a someter a quimioterapia.
  • Una familia denuncia que la Sanidad pública no les ayuda a tener un hijo seleccionado genéticamente para salvar a otra.
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Andrea, junto a sus padres, en un parque de Cartagena hace un año
Andrea, junto a sus padres, en un parque de Cartagena hace un año
Andrea, junto a sus padres, en un parque de Cartagena hace un año

Sienten que el tiempo pasa, pero aún no se han planteado tener niños. De hecho, 547 murcianas tuvieron en 2005 un hijo pasados los 40.

Una solución para posponer la maternidad es la congelación de óvulos (vitrificación), una técnica que no se practicaba en la Región y que autorizó Sanidad la semana pasada. Ya se hace en las clínicas IVI e Imfer de Murcia, aunque la sanidad pública no lo subvenciona.

Así, si una mujer congela sus óvulos a los 25 años y decide implantárselos a los 40, éstos tendrán la misma calidad que cuando los donó.

«Hemos recibido muchas peticiones. Sobre todo, de mujeres de entre 33 y 36 años. La técnica también beneficia a pacientes que vayan a recibir quimioterapia o radioterapia, ya que se congelan los óvulos antes del tratamiento», explicó José Landeras, ginecólogo de IVI Murcia.

Tasa de embarazo, 64%

La técnica se llama Cryo-top y llega de Japón. Antes, congelar un óvulo, como se hace con embriones o esperma, sólo era eficaz en uno de cada cien intentos. Ahora, el 97% de los óvulos sobrevive y la tasa de embarazo es del 64%.

Las mujeres podrán extraerse los óvulos a partir de los 18 años y usarlos hasta los 49. Cuesta unos 2.000 euros.

«Sanidad nos ha dado la espalda»

Carlos y Andrea son una de las tres parejas a las que el Ministerio de Sanidad autorizó en diciembre de 2006 para que se sometieran a un proceso de selección genética de embriones.

Se trataba de tener un hijo sano que pueda curar a su pequeña Andrea, que sufre una enfermedad de la sangre llamada beta talasemia.

En febrero de 2007, Carlos y Andrea iniciaron el tratamiento. Ella se quedó embarazada, pero sufrió un aborto. «En principio fue bien, pero Andrea abortó. Vamos a seguir luchando. El problema es que estamos totalmente olvidados por parte de la Administración», se queja Carlos.

«No se han preocupado por saber quiénes somos ni por conocernos. No recibimos ningún tipo de ayuda y todas estas técnicas son carísimas. Sólo los medicamentos, sin contar los tratamientos, para permitir la ovulación pueden costar unos 1.500 euros al mes. Así que recurrimos a los bancos».

Carlos y Andrea saben que hay esperanza para salvar a su pequeña. Tienen el ejemplo en una niña de Canarias que recibió en septiembre de 2006 un trasplante de su hermana, seleccionada genéticamente.

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