Esther Vicente , investigadora de la Universidad de Navarra, se ha doctoradao por todo la alto. Las conclusiones de su tesis aportan más luz a la lucha contra la malaria y la tuberculosis. A pesar del descubrimiento, esta bioquímica pamplonesa de 29 años no quiere lanzar las campanas al vuelo, puesto que todavía hay que probarlo en humanos.

¿Cómo empezó a experimentar para acabar con este hallazgo?

El director del Departamento, Antonio Monge, estaba interesado en estas enfermedades y por analogía con otros medicamentos nos comentó que deberíamos probarlo. Luego mandamos los compuestos al TAACF (Tuberculosis Antimicrobial Acqusistion and Coordinating Facility), en Londres, que es quien coordina la prueba y luego va a EEUU.

¿Y cuál es su función dentro de todo esto?

Pensar un nuevo fármaco, aunque el camino del laboratorio a la farmacia es larguísimo. Primero hay que comprobar si es activo, es decir si mata lo que nos interesa o mata todo. Se hacen unas pruebas de citotoxicidad y se sabe si es selectivo. Luego se prueba en cepas resistentes y luego 'in vivo', es decir, en ratones u otros animales. También hay que hacer pruebas de solubilidad, pero todo esto es preclínico, porque no se ha probado en humanos. Y en todo este proceso tan largo, han resultado 65 compuestos.

Entonces no se conoce todavía el éxito o no éxito de su hallazgo.

Así es. Tienen que probar con ratones en Londres y seguir haciendo pruebas, digamos que sólo hemos hecho el primer pasito. Sólo tenemos los datos iniciales.

¿Y qué hay de la vacuna de Patarroyo? ¿Se supone que ya existe la cura contra la malaria?

No hay vacuna contra la malaria. Funcionó en un grupo muy determinado y con ciertas edades. En otros países no funcionó.

Usted ha completado su formación en Argentina y Londres, y su tesis, escrita en inglés, ha dado con este hallazgo médico. ¿Le espera un buen fuuro?

De momento estoy con un contrato-beca FPU (de profesorado) del Ministerio de Educación y los primeros años empecé con becas. Pero los investigadores estamos generando conocimiento y no estamos como trabajadores. Así que todavía voy a seguir mandando más compuestos a Londres. Lo que sí aprendí en Argentina es que la investigación está basada en ordenadores y programas informáticos. En base a una ecuación logran saber si es útil un compuesto o no, y se manejan menos materiales peligrosos. Me gustaría implanatar aquí el ordenador como una herramienta más. Yo evalué 107 elementos, y sólo 12 eran interesantes. Con un ordenador vas a tiro hecho, aunque no es la panacea.

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