La abogada defensora de Emiliana G.P., Dionisia Pérez, señaló durante el juicio que "si en el mundo existe una persona capaz de soportar 28 años de su vida de malos tratos, ésa es la acusada". La defensa reseñó que sólo quiso amenazar a su marido y que ella "tenía miedo, como lo tenían sus hijos, y fue ese miedo lo que la hizo defenderse; no tenía otra opción".
Pérez también esgrimió que "cuando el marido bebía, había que temerle, porque se volvía una persona violenta", y mostró al jurado un documento que prueba cómo la víctima tenía registrada la existencia de una escopeta desde el 2004. Por último, alegó que el perfil de Emiliana "es el típico de una persona maltratada y es normal que los hijos no pidan prisión para su madre"
Los hijos defienden a la madre
Por su parte, los hijos de Emiliana avalaron en su testimonio los malos tratos que padeció su madre de manos de su padre en los 28 años de matrimonio, hasta el punto de que "la obligó a abortar en tres ocasiones". Incluso la hija mayor le escuchó en una ocasión al padre decir "si no te deshaces de lo que llevas dentro, lo haré yo a patadas".
Los tres hijos (Elena, María Jesús y Santiago, de 29, 24 y 23 años, ya que la menor, de nueve años, no testificó) afirmaron que su madre estaba tan atemorizada, "que algunas noches huía de casa y llegaba a pasar la noche a la intemperie". También confirmaron que las relaciones con su padre eran buenas cuando no ingería alcohol, pero, cuando bebía, lo que ocurría con mucha frecuencia, se "transformaba".
Según ellos, cada vez que le planteaban a su padre el tema de la separación matrimonial, les amenazaba de muerte, no solo a la mujer, sino a toda la familia, llegando a decir en una ocasión "si os vais, os pego un tiro y luego me lo pego yo". Finalizaron diciendo que el padre insultaba a su madre, le propinaba patadas, puñetazos y tirones de pelo y en varias ocasiones la amenazó de muerte esgrimiendo una escopeta de caza o un cuchillo".
Finalmente, la acusada, haciendo uso de su derecho a decir la última palabra, reconoció que hubiera hecho "cualquier cosa para que mi marido no esté donde está", manifestando que el único defecto de Santiago "era no reconocer que estaba enfermo, que nos hacía daño y que necesitaba ayuda".
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