Cierto es que no son pocos los oteros, picos y atalayas que, repartidos por toda la geografía extremeña, pueden presumir de ofrecer algunas de las mejores panorámicas de toda España. Pero entre todos, uno, el castillo de Feria (Badajoz), se ha ganado el honor de ser considerado el mejor. Y dentro de él, su esbelta torre del homenaje, de 40 metros.
Quizá sus connotaciones señoriales, las del noble que observa sus dominios, han ayudado a reforzar esa fama. Sin embargo, los hechos son los hechos y desde los muros del castillo de Feria puede observarse una veintena de pueblos. «¡Madrecita, quién tuviera la tierra que se divisa desde el castillo de Feria!», dicen los lugareños en una coplilla.
En una tierra sin mar, en una tierra que muchas veces llora en el estío la falta de agua que seca sus campos, este castillo, a 679 metros sobre el mar, es un faro. El Faro de Extremadura, a apenas 60 kilómetros de Badajoz.
Su posición es privilegiada. Las fértiles llanuras de la Tierra de Barros chocan, de golpe, con la sierra del Castillo, en la que se asienta la villa de Feria (504 m), la parte más septentrional de una sucesión de modestos sistemas montañosos de poca altura, pero muy quebrados, que se extienden casi hasta Huelva, repartidos entre varias comarcas de la provincia de Badajoz. Tierra de dehesas.
Ascenso a la Cruz del Real
Llegar hasta su entrada hoy es más fácil que en tiempos pasados. Pero el acceso, asfaltado desde el pueblo, no puede evitar las fuertes pendientes que rozan los dos dígitos en el especial paso por el casco urbano hasta la llamada Cruz del Real.
El empedrado teletransporta a otros tiempos, de Inquisición, pícaros y espadas por calles en las que cada rincón tiene su particular encanto.
A los pies del lagarto
La iglesia de San Bartolomé, el Rincón de la Cruz, el Pilar de Zafra o la Casa del Concejo son otros atractivos monumentales que reclaman su protagonismo a los pies del castillo, desde el que, dicen los lugareños, se observa el pueblo con una curiosa forma de lagarto gigante. El senderismo, el parapente (en la vecina La Parra), la bici de montaña o el simple disfrute de su gastronomía son algunas de las excusas que pueden empujar al turista hasta la capital del ducado y su castillo.
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