Pepe Rodríguez: "Los sábados me perdía 'Mazinger Z' para ayudar a mis padres en el restaurante; con mis hijos eso no pasa"

  • "Tengo foto con Don Juan Carlos en mi restaurante; me gustaría tener una con Don Felipe".
  • "Antes estábamos todo el día en la calle, en libertad. Hoy mis hijos disfrutan mucho pero en la urbanización, dentro de una cúpula. Los tenemos demasiado sobreprotegidos".
  • Consulta al completo el especial sobre el 50 cumpleaños del rey.
Pepe Rodríguez, cocinero de El Bohío.
Pepe Rodríguez, cocinero de El Bohío.
GTRES
Pepe Rodríguez, cocinero de El Bohío.

El "hijo de la Teresita", Pepe el de MasterChef que le llaman ahora, entró en la vida de los españoles por la televisión y por el estómago. Pero mucho antes de la chaquetilla y del "¡Sí, chef", a Pepe se le conocía en Illescas (Toledo) por esa muletilla tan de pueblo que borra de un plumazo el nombre: "hijo de". El 13 de marzo cumplirá 50, unas semanas después que Felipe VI, con quien ha ido cumpliendo años a la par. Esa coincidencia nunca pasó desapercibida para él: su madre se lo recordaba religiosamente cada 30 de enero después de leer en la barra del bar familiar la revista de turno. Ahora, con su cumpleaños al acecho, hace balance y reflexiona sobre cómo ha cambiado España dentro de los fogones y fuera de ellos...

¿Qué sensaciones tiene al llegar a los 50?

No quiero ni pensarlo (risas). Empiezas a pensar que esto solo puede ir a peor. Creo que he vivido la vida siempre intensamente, pero a lo mejor hay que vivirla un poquito más.

¿Es momento de hacer balance, de reflexionar?

Bueno, no sé si he hecho todavía esa reflexión sesuda. He tenido la suerte de tener salud, un trabajo que me gusta, de encontrar otro trabajo al llegar a los 50 que me gusta tanto o más que la cocina. Encontré los dos sin gustarme, sin interesarme y sin pensar que acabaría en ellos. Soy feliz.

¿Cómo surgió lo de ser cocinero?

Me he criado toda la vida en un negocio familiar, pero jamás me metí en la cocina. Ni preguntaba ni lo intentaba. Además, estaba de camarero, creía que eso era lo mío. Entonces ser cocinero no era algo que se llevara mucho. Ahora está de moda y los cocineros son incluso estrellas del rock and roll, pero en aquella época no. Suponía suceder a mi madre, que había sufrido mucho en cocina, y nunca me despertó el gusanillo.

¿Cuándo cambió la bandeja por los fogones?

Entré por casualidad porque mi madre cayó enferma y por cubrir las necesidades del negocio. Al final descubrí algo ahí que era apasionante, se convirtió en mi vocación. Luego ya tuve la oportunidad de viajar para aprender la cocina con los mejores y dije "madre mía, esto es a lo que me quiero dedicar". Los de esta generación tuvimos la suerte de haber vivido en la época donde se ha gestado la gran cocina española, en los años ochenta, sobre todo en los noventa. Ese boom de la cocina española, el fenómeno Ferrán Adriá, Arzak, Berasategui...

Tuvo la oportunidad de aprender de los grandes.

Para mí eran leyendas. Yo me sabía los nombres de los cocineros por las revistas que leía.  Tuve la suerte de conocerlos in situ, de caer en ese momento de ebullición donde se gestó la gran cocina española. Tiempo después llegó la televisión, cuando los cocineros ya habían tomado el control. El gran éxito de Masterchef es haber democratizado la alta cocina, meter la curiosidad a los niños y normalizar la profesión. Es un gran avance. Antes los ejemplos en los que nos teníamos que mirar eran cantantes, futbolistas... hoy hay niños que quieren ser cocineros. Esto lo ha hecho la televisión.

¿Cómo recuerda su niñez?

Pues me crié en Illecas. Antes era un pueblecito mucho más pequeño, más tranquilo y nos conocíamos todos. Si liaba alguna, sabían que había sido el hijo de la Teresita. Entonces era un pueblo, pueblo, sin asfaltar y con el médico que te atendía en casa porque no había ambulatorio. Ahora tenemos hasta uno de especialidades y no hace falta ir a Toledo. También recuerdo que iba solo al colegio porque mis padres estaban siempre trabajando en el bar y no me podían llevar. Eran unas sensaciones un poco raras porque la hostelería tiene unos horarios muy complejos. A todos los niños les llevaban sus padres al colegio y a mí no me llevaban, tenía que ir con una vecina, pero he sido muy feliz porque estabas todo el día en libertad, todo el día en la calle jugando a las chapas, a las peonzas...

¿Esa libertad se ha perdido?

Sí, antes siempre estaba fuera y lo disfrutaba. Hoy mis hijos disfrutan mucho pero en la urbanización. Están dentro de una cúpula y no salen de ahí. Si vamos al pueblo les tenemos que llevar. Antes no, era todo mucho más libre, no había tanto miedo a las cosas. Ahora los tenemos demasiado sobreprotegidos.

¿Qué diferencias encuentra entre su infancia y la de sus hijos?

El cambio es abismal. Ellos viven mejor de lo que yo vivía. Yo recuerdo los fines de semana, siendo ya jovencito, que tenía que ayudar en casa. Mi padre me llamaba para echar una mano en el restaurante y me perdía Mazinger Z, eso era lo que me más me molestaba de trabajar un sábado. Con mis hijos no se me ocurriría. Ahora poner a trabajar a un niño de 12, 13, 14 es casi un sacrilegio. Entonces era algo normal echar una mano en el negocio familiar. Y recuerdo lo de Mazinger Z, coño. ¡Qué terror! Es de los pocos traumas que me han quedado de pequeño. No lo he superado (risas).

¿Envidia algo más de la generación que viene?

Bueno, me gusta la edad. Me gustaría quitarme años de encima (risas).

¿Cómo definiría a los de su quinta? ¿Qué cree que les une?

Nos inculcaron la pasión por el trabajo, por hacer las cosas bien, por ser honestos. No había demasiadas vacaciones. Ahora parece que se van perdiendo y se buscan otros valores. El sacrificio y el esfuerzo los hemos tenido los de esa generación que ahora cumplimos 50. Hemos tenido que trabajar e ir labrando un camino para llegar a donde estamos y dejar una generación ahora, la de nuestros hijos, más asentada, más cómoda.

¿Cómo recuerda los años de la Transición?

Yo era muy pequeño, pero sí recuerdo alguna situación extraña. Una vez en el bar, una mujer y su marido estaban viendo una revista porno en la barra y unos guardias civiles, que eran muy conocidos en Illescas, se la pidieron. Todavía se sentía la sensación de autoridad, de que podías hacer lo que quisieras pero hasta cierto punto.

¿Ha llegado a conocer a Felipe VI?

No, no he llegado a conocerle. Tengo foto con Don Juan Carlos y con el abuelo en mi restaurante. Me gustaría hacerme una foto con Don Felipe. Es de mi edad y nos hemos criado juntos porque mi madre siempre me decía "tienes los mismos años que el príncipe". Es como si, trasladado a la época, un niño hoy cumple años el día que el hijo de Ronaldo, entiéndeme. Y fíjate cómo son las cosas que ahora me haces una entrevista por el 50 cumpleaños del rey. Me hace gracia esa nostalgia simpática.

¿Cómo fue atender al rey emérito?

El cabrito que hago no va a estar más rico para un señor de Numancia que para el rey. Es el mismo, el que cocino yo. Pero bueno, es verdad que te pones minimamente nervioso con personajes tan importantes. Hay muy pocos, pero quizá con él sí.

¿Qué opina de Felipe VI?

Me parece un gran rey. Creo que es un hombre muy preparado, que le han preparado para ser un digno heredero y creo que sabe ya todos los errores y los aciertos que ha cometido su padre y creo que los errores no los quiere cometer y quiere estar más en los aciertos. Un hombre serio, puesto al día, un hombre que está en el mundo, actual. Lo demuestra con sus apariciones, con lo que habla, con lo que dice y con cómo se casó, y me parece fantástico.

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