Era sábado 15 de julio y Andre Spicer y su hija de cinco años salieron a la calle con limonada recién preparada para venderla montando un pequeño puesto.

Justo al lado del tenderete, en un parque cercano, se estaba celebrando un festival de música, por lo que las cuatro jarras que habían llenado con limonada se agotaron en menos de treinta minutos.

50 peniques por un vaso pequeño y una libra por uno grande. Una niña feliz y un padre orgulloso por el éxito de su hija;  pero la alegría apenas duró un rato, porque poco tiempo después cuatro policías aparecieron en el lugar para multarles con 150 libras por vender sin licencia.

Lo cuenta Spicer en un artículo para The Telegraph. "Mi hija comenzo a repetir entre lágrimas: ¿he hecho algo malo?". A los cinco minutos los agentes ya se habían marchado y padre e hija caminaban de vuelta a casa.

"Podemos conseguir un permiso y volver a vender otro día", comentó el padre, animándola. "No. Me da miedo", contestó ella.

Si se siguen las normas en su sentido más estricto, los policías tenían razón: es ilegal montar un puesto en plena calle sin pagar antes una licencia. Pero, según Spicer, "les falló el sentido común".

Y no solo lo piensa el padre, sino que también el Ayuntamiento reconoce su error. "Esperamos que nuestros agentes usen su poder con sensibilidad", declaró a la BBC un portavoz del ayuntamiento.

"En esta ocasión, está claro que no ha sido así. La multa será cancelada inmediatamente. Hemos contactado con el señor Spicer y su hija para disculparnos".