Crítica de 'Silencio', de Scorsese: Una profunda y cruda reflexión sobre la fe y sus implicaciones

  • El viernes 6 de enero se estrena 'Silencio', la nueva película de Martin Scorsese.
  • El filme está protagonizado por los jóvenes Andrew Garfield y Adam Driver.
Escena de la película 'Silencio', de Martin Scorsese.
Escena de la película 'Silencio', de Martin Scorsese.
DeAPlaneta
Escena de la película 'Silencio', de Martin Scorsese.

Después de permitirse una maravillosa orgía de excesos en la gamberra El lobo de Wall Street (2013), Martin Scorsese se vuelca ahora en el otro extremo narrativo, el de la contención, el ritmo pausado y la reflexión profunda.

Basada en la novela homónima de Shusaku Endō, que el cineasta leyó hace ya 28 años, Silencio relata el viaje de dos jesuitas portugueses (Andrew Garfield y Adam Driver) al Japón feudal del siglo XVII en busca de su mentor (Liam Neeson), del que se dice que, presionado por los inquisidores nipones, ha renunciado a su credo y vive ahora según las costumbres del país.

Aquí comienza un arduo periplo, tanto para los dos jóvenes religiosos, que descubren horrorizados el miedo y la opresión que sufren los cristianos japoneses, como para el espectador, que a lo largo de 159 minutos -que ciertamente parecen muchos menos- transita por un valle de dudas en el que no siempre está claro cuál de los dos bandos tiene los argumentos más sólidos. De hecho, en más de una ocasión, el filme tienta al público a hacer ciertas concesiones al enemigo.

¿Hay creencias y religiones más válidas que otras?, ¿se puede seguir siendo fiel a Dios aun renegando de él abiertamente?, ¿es lícita la muerte de uno o cien hombres solo por evitar la blasfemia o la apostasía? Entre bellos planos y duras y a veces dolorosas secuencias, Scorsese plantea estas y otras cuestiones que te mantienen en la butaca, durante las casi tres horas de metraje, atrapado en la incomodidad, gritando a los personajes que hagan lo que en el fondo sabes que no van a hacer, anhelando un desahogo que nunca llega. Porque Silencio no es una película fácil hecha para reventar taquillas, sino una delicada obra de autor confeccionada para agitar mentes y espíritus.

La niebla que cubre varias de las escenas es quizá el mejor símbolo de las dos claves de la cinta -que en cierto modo no dejan de ser lo mismo-, la clandestinidad y el silencio: el de los que practican su religión en la oscuridad, temerosos de ser descubiertos, y el silencio de Dios, una contundente ausencia de respuesta que pone a prueba incluso la fe de los más devotos.

En el centro del relato, haciendo frente a ese silencio, poniendo a prueba su fe, compartiendo dudas y angustias con el espectador, está el padre Rodrigues, interpretado por un magnífico Andrew Garfield que encadena ya dos soberbios trabajos dignos de premio; este y su interpretación del también religioso Desmond Doss en Hasta el último hombre, de Mel Gibson.

Por desgracia, parece que los galardones de momento aún no han puesto el ojo en Silencio, que llegará a los Globos de Oro sin ninguna nominación, así que tocará esperar a conocer las candidatas a los Óscar para ver si se hace justicia con la que es, sin lugar a dudas, una de las grandes películas de la temporada.

Junto a Garfield, un escuálido Adam Driver (Girls) representa al hombre de fe ciega, sin dudas, que no está dispuesto a renunciar a Dios bajo ningún concepto. El trío occidental lo completa Liam Neeson con un papel testimonial que es poco más que el disparador de la trama. Frente a ellos, un magnífico reparto de actores asiáticos entre los que destacan Tadanobu Asano, Shinya Tsukamoto, Yōsuke Kubozuka e Issei Ogata como el gran inquisidor.

Y tras los actores, siempre el maestro Martin Scorsese, fresco e infalible a sus 74 años.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento