Pedro García, que vive en la Ronda del Castillo de San Fernando, en Oliveretes, me confesó su «miedo» a que las recientes lluvias «afecten gravemente» al torreón de la fortaleza que corona el Tossal, ya que «la tierra que tiene en su asentamiento se cae constantemente y encima (la torreta) tiene una hendidura de años, que podría precipitar el derrumbe de este importante símbolo histórico de la ciudad».

Con Pilar Pérez y Ana Paula Cid, de la asociación de vecinos, visito el torreón, tras un día en el que, como ya se anunciaba, la lluvia regó a cántaros la ciudad. Compruebo el tamaño de la grieta en las paredes del torreón, que lo recorre de arriba abajo como una cremallera, y lo que es mucho más grave y preocupante: que las últimas precipitaciones han abierto un tremendo barranco torrencial a apenas medio metro de sus cimientos. Ambas me explican que el desplome de tierras y piedras sobre las calles adyacentes a la falda del Tossal por culpa de la lluvia es una denuncia «constante» de «muchos vecinos, hartos de denunciarlo».

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