El Thyssen exhibe a los realistas Andrew y Jamie Wyeth, padre e hijo y pintores exuberantes

  • El museo madrileño muestra 60 obras en la primera retrospectiva europea de la gran pareja de artistas del realismo estadounidense del siglo XX.
  • Andrew Wyeth (1917-2009) fue un especialista en convertir momentos espontáneos en visiones de ensueño en las que parece posible palpar la luz.
  • Su hijo Jamie (1946), desarrolló el talento plástico con precocidad y ha cultivado todos los géneros, entre ellos el retrato de 'vips' como JFK, Warhol y Swarzenegger.
Andrew Wyeth retrata a su hijo Jamie. La mirada del chico se explica porque acababa de perder un soldadito entre la hierba
Andrew Wyeth retrata a su hijo Jamie. La mirada del chico se explica porque acababa de perder un soldadito entre la hierba
© Andrew Wyeth
Andrew Wyeth retrata a su hijo Jamie. La mirada del chico se explica porque acababa de perder un soldadito entre la hierba

El Museo Thyssen-Bornemisza presenta la primera retrospectiva en Europa de dos de los grandes pintores realistas estadounidenses del siglo XX, Andrew Wyeth (1917-2009) y su hijo Jamie (1946). Del uno de marzo al 9 de junio, la pinacoteca madrileña exhibe Wyeth: Andrew y Jamie en el estudio, con 60 óleos del par de pintores, no demasiado conocidos fuera de su país pese a la intensidad exuberante de sus respectivas producciones.

Organizada en colaboración con el Denver Art Museum, la muestra ha sido posible, dicen desde el Thyssen, gracias al "generoso acceso" a las colecciones privadas de los Wyeth, que ha permitido al comisario de la muestra, Timothy J. Standring, conservador de pintura y escultura de la Gates Foundation del Denver Art Museum, reunir obras que recorren todos los periodos de las carreras de los pintores y permite descubrir cómo, en ocasiones, el trabajo de ambos discurría en paralelo, se complementaba o, incluso, servía para plantear desafíos mutuos.

Ambos, niños prodigio

Junto al gusto por lo teatral, el humor negro o la experimentación técnica, los Wyeth compartieron una misma sensibilidad. Los dos trabajaron en Pensilvania y Maine en un relativo aislamiento. Ambos fueron niños prodigio y se educaron en casa, donde aprendieron también las técnicas artísticas y se dedicaron a dominar el oficio y a buscar cómo deseaban mostrar el mundo a los demás.

Tal vez como reacción al rigor de la formación académica, ninguno aplicó nunca a los dibujos ni a las obras acabadas ningún tipo de jerarquía formal. Todo empezaba cuando sentían una emoción profunda que, en palabras del comisario, se resumiría en: "pinta lo que te inspire en cada momento, pinta lo que conoces y amas". La exposición está planteada como una "conversación" entre este par de heterodoxos pintores.

El abuelo, ilustrador

Andrew y Jamie se criaron en casas llenas de libros y de creatividad. El padre del primero, que firmaba como N.C. Wyeth, adquirió notoriedad como ilustrador de clásicos del género de aventuras como Robin Hood o La isla del tesoro. N.C. alimentó las inquietudes artísticas de Andrew y este transmitió el mismo espíritu a Jamie.

En Lejanía (1952), una de sus primeras obras a pincel seco, Andrew pinta a su hijo tratando de captar los detalles con la máxima nitidez. "Busco esos momentos, el instante fugaz pero no congelado", comentó sobre este cuadro. Jamie recordaría después que, mientras posaba, se dio cuenta de que había perdido en la hierba un soldado de juguete, lo que explicaría su mirada perdida en la lejanía.

'Se tomaba muy en serio su obra'

Jamie aspiraba desde joven a hacerse un nombre como pintor de retratos. Con 23 años realizó uno de su padre, en el que el sencillo chaquetón típico de los amish, que apenas se distingue del fondo oscuro, da a la obra un aire sombrío. Según el autor, su padre era una persona muy divertida, pero "se tomaba muy en serio su obra y la de los demás".

Los dos artistas buscaban inspiración en los objetos y personas que conocían bien. Sus modelos son amigos, vecinos y familiares. En los retratos que hicieron por encargo, se empapaban del mundo de sus modelos, compartían con ellos historias, estudiaban movimientos y entorno, observaban lo que hacían a diario. "Cuando decido pintar a alguien, no es por su fisonomía sino por lo que transmite, tienes que saberlo todo de tu modelo. Si no, te quedas en la piel", opinaba Jamie, quien alcanzó notoriedad con retratos de famosos como JFK, Andy Warhol y Arnold Swarzenegger.

Las ventanas, fragmentos del alma

Para Andrew, incluso las habitaciones vacías o las ventanas que tanto le gustaban como motivo reflejan la personalidad de los quienes viven en ellas o tras sus marcos. En Maíz para sembrar (1948) pinta el desván de la casa de unos amigos. "Creo que una persona impregna un sitio… En los cuadros que representan esa casa, las ventanas son casi unos ojos, o fragmentos del alma", comentó sobre la obra.

Durante su etapa de formación, ambos aprendieron a ser rigurosamente disciplinados, a crear contornos y volúmenes dibujando una y otra vez formas geométricas a partir de modelos reales y vaciados de escayola, y a realizarlos después de memoria. Esa práctica les enseñó a ser muy observadores y entender que la preparación les permitía ser más libres e intuitivos al pintar. Se puede comprobar, por ejemplo, en la distorsión de perspectiva que Andrew aplica en Christina's World (1948), una de las pinturas más famosas del siglo XX en los EE UU.

Halloween, fiesta central

Representar pequeñas obras teatrales con vestuario, gastar bromas, crear mundos en miniatura y complicadas historias o celebrar Halloween como la principal fiesta del año eran tradiciones que la familia Wyeth cultivaba y que ejercieron gran influencia sobre Andrew y Jamie. La afinidad con lo fantástico está en el origen de obras como Danza de la muerte (1973), de Andrew.

Lo fantástico también está presente en  Lluvia de meteoros (1993), una de las creaciones más originales de Jamie: un espantapájaros vestido con una casaca militar del siglo XIX contempla un cielo donde las estrellas cayendo parecen brillar más de la cuenta. No era raro: el pintor había tomado un collar del joyero de su mujer y molió las perlas para fabricar un pigmento.

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