De la primera alumna al último, 50 años de cole en el Niño Jesús

  • En 1966 abrió el colegio del Hospital Niño Jesús. Cincuenta años después, las aulas se han dispersado por las plantas de hospitalización.
  • El colegio apoya pedagógicamente a los menores ingresados, en comunicación continua con el centro educativo de referencia del menor.
  • La institución tiene 13 profesores, educadores en prácticas, consejo escolar y 1.500 alumnos al año, algunos de los cuales reciben lecciones en su cama.
Marina sostiene una foto de cuando ella iba al colegio en el aula educativa del ala de oncología del Niño Jesús. Al fondo, Eloy y Alan.
Marina sostiene una foto de cuando ella iba al colegio en el aula educativa del ala de oncología del  Niño Jesús. Al fondo, Eloy y Alan.
JORGE PARÍS
Marina sostiene una foto de cuando ella iba al colegio en el aula educativa del ala de oncología del Niño Jesús. Al fondo, Eloy y Alan.

Marina pertenece a la 'generación de la polio' y Alan, a la de los niños de 'la planta cuarta'. Ella va en silla de ruedas y él, en pijama. Juntos charlan animados en una clase del área de oncología del Hospital Niño Jesús sobre sus gustos compartidos por el teatro y los xilófonos, ante la mirada atenta de maestros en bata blanca. Marina, de 56 años, le descubre a Alan, de 7, que tienen algo más en común: ella fue una de las primeras alumnas del colegio del Niño Jesús que cumple ahora cincuenta años de evolución constante.

El 22 de febrero de 1966 el BOE anunciaba la creación de un colegio "con diez aulas, seis de niños y cuatro de niñas, con diez maestros" en este hospital infantil de referencia madrileño. Ese mismo año llegó Marina procedente de Extremadura, huérfana de madre y afectada por la polio, una epidemia que dejó graves secuelas a miles de niños nacidos entre de 1950 y 1964 por retrasos de la vacuna. Tenía seis años.

"Creo que todos mis compañeros tenían polio. Al principio íbamos con muleta, pero la enfermedad avanzaba y muchos salimos en silla de ruedas", explica Marina que ha vuelto por el aniversario de visita al hospital. Sus fotografías de joven protagonista de obras de teatro infantil dan cuenta de que esos fueron sus mejores ratos en el colegio. También revelan la rápida progresión de los efectos de polio.

Marina recuerda con ternura a sus maestros y con  gran devoción a una cuidadora, María Francisca Cilleros, la monja que tocaba la guitarra por las noches y que siempre guardaba chocolatinas para ellos. Con el menú hospitalario como dieta, como para no recordar un dulce de extraperlo.

Aulas diseminadas por el hospital

Aislados de los "infecciosos", en el ala opuesta, el primer grupo de adolescentes que creció en el colegio del Niño Jesús organizaba carreras de sillas de ruedas a medianoche por los pasillos, se escondían en los recovecos para dar las primeras caladas a un pitillo (comprado a la cigarrera del barrio si se escapaban) y compartían el acto reflejo de girar la cabeza para no mirar cuando pasaban junto a la sala de la morgue infantil. El año que construyeron el tétrico 'pulmón de acero', la máquina en la que metían a los niños con polio cuando presentaban dificultades para respirar, el grupo perdía el rato jugando a explorar los túneles de los cimientos. Era su recreo favorito, entre las clases y la gimnasia.

Los ensayos de teatro y de música, las manos fuertes de fisioterapeutas británicas o las sesiones de piscina, que entonces la había, pueblan los recuerdos de Marina. El colegio le permitió además completar la Primaria, que en su pueblo extremeño las monjas no se lo garantizaban. "No podía subir hasta la clase. La directora tenía que bajar al descansillo a darme la lección a mi sola".

Cuando cumplió los catorce, Marina dejó de estudiar de forma abrupta. Una intervención quirúrgica para que su columna no se retorciera del todo le mantuvo dos años postrada en la cama de una residencia. Cuando se recuperó se fue a Sevilla a retomar los estudios de administrativo. De vuelta en Madrid, es la dinamizadora del grupo en Facebook de su promoción del colegio del Niño Jesús. Niños que, como ella, se convirtieron gracias a esta escuela en "directores de teatro, médicos o locutores de radio".

El hospital del Niño Jesús sigue estando cincuenta años después en frente de El Retiro, pero el colegio ya no tiene un lugar físico concreto en su interior. Las aulas están diseminadas por las plantas de hospitalización. Los profesores, trece tutores más alumnos de magisterio en prácticas, trabajan por todo el hospital e incluso acuden a la cama de los niños ingresados cuando estos se encuentran en aislamiento. Cada año pasan por esta escuela 1.500 menores de entre 3 y 14 años.

Alan ha ingresado en oncología porque le están dando el tercer ciclo de quimioterapia y tiene las defensas demasiado bajas para seguir el tratamiento en casa. Cursa segundo de primaria en el colegio Nuestra Señora del Carmen de Móstoles, su ciudad, pero su maestra Pilar le mantiene al día en el aula de oncología para que no se retrase en los estudios.

"Es la principal característica del colegio del hospital, que ahora somos un centro de apoyo. Sus colegios siguen siendo los centros a los que acuden cuando están en casa", explica Pilar, que además de profesora es la secretaria del colegio del Niño Jesús. Los maestros se coordinan con los centros de procedencia de los menores, que les dan los materiales y los exámenes.

Mientras se afana en unas cuentas en sucio de sumas complejas, Alan dice que le gusta este colegio porque conoce a otros niños y se lleva muy bien con sus profesores. Le gusta el inglés y que le dejen "dibujar, diseñar ropa", su entretenimiento favorito. En unos días recibirá el alta, pero mientras esta clase de matemáticas le distrae de médicos y pastillas.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento