Shoji Ueda, aventurero sedentario y sutil de la fotografía japonesa

  • Sacan a la luz en una monografía parte de los 5.000 negativos que dejó sin revelar al morir en 2000 uno de los grandes maestros de la foto japonesa del siglo XX.
  • Surrealista, mágico y austero, Ueda trabajó durante gran parte de su vida en Tottori, la región costera que tiene la densidad de población más baja del país.
  • 'Sólo hago las fotografías que me gustan', decía el artista, considerado un 'ángel' de la composición y la narrativa poética.
Fotografía de Shoji Ueda
Fotografía de Shoji Ueda
© Shoji Ueda / Shoji Ueda Office
Fotografía de Shoji Ueda

Shōji Ueda era uno de esos fotógrafos insólitos capaces de componer imágenes que parecen proyecciones de estados mentales. El maestro japonés, que vivió entre 1913 y 2000 —falleció de un ataque al corazón—, apenas se movió de su región natal, Tottori, la menos poblada de las prefecturas japonesas, pero dejó un legado repleto de fotografías de mundos que parecen paralelos al real. Se consideraba un "aventurero sedentario" a quien no hacía falta el desplazamiento para viajar.

Una nueva monografía recién publicada por la editorial Chose Comunne [188 páginas, 60 euros] saca a la luz gran parte de la obra que Ueda dejó sin revelar. Los editores tuvieron acceso a 5.000 negativos nunca impresos y el libro ha sido como un rayo de luz y frescura: la primera edición se ha agotado en cuestión de días y está anunciada la segunda para febrero de 2016. No es difícil de entender la pasión: el volumen retrospectivo es tal vez el más bello libro de fotografía del año.

Esposa e hijos, modelos

Hijo de un artesano fabricante de geta, el calzado tradicional japonés con forma de chancleta y de madera, Ueda recibió la primera cámara como regalo de cumpleaños en 1930. Aprendió sobre el terreno y durante un tiempo se integró en el ambiente de varios grupos de jóvenes e inquietos artistas. En 1941 se retiró del oficio porque no deseaba servir en el ejército como fotógrafo militar, y no volvió a retomar la práctica hasta 1947, tras el final de la II Guerra Mundial. Se había casado —su mujer le ayudaba en el laboratorio—y los tres hijos de la pareja eran frecuentes modelos del padre.

En los años cincuenta y sesenta, décadas de transformación social y económica en el país, cuando nuevos documentalistas como Shin Yanagisawa y Shōmei Tōmatsu huyeron de la estampa y del artificio para redescubrir la identidad del país, Ueda circuló  en sentido contrario, recorriendo un camino interior. Desde entonces apenas se movió de Tottori, cuyas dunas costeras le sirvieron para crear visiones planas que parecen soñadas, instalar desnudos y captar sutiles situaciones de humor surrealista.

Inagotable exploración

"Sólo hago las fotografías que me gustan", declaró en alguna de sus escasas apariciones públicas el artista, a quien la crítica y sus colegas consideraban un "ángel" de la composición y la narrativa poética. Pese a la aparente pequeñez de su ámbito de acción, el nuevo libro presenta al maestro como un artista capaz de hacer de la mirada una exploración inagotable: un campo de trigo acariciado por el viento; un niño en patines, la grácil figura de su esposa, Norie, silueteada en quimono sobre la arena, en el espacio que el fotógrafo llamaba "teatro de las dunas"...

Cuando no encontraba motivos vagando en el exterior, componía bodegones de frutas de temporada o de objetos en apariencia incongruentes, pequeños tesoros que encontraba en la búsqueda constante. La belleza que buscaba pasaba siempre por la austeridad, rehuía la complacencia y evitaba los cánones trillados: jamás hizo una foto de una puesta de sol.

Ueda es uno de los fotógrafos más queridos en Japón por su carácter silencioso y el surrealismo que marca una notable frontera con sus compañeros de generación y convierte al artista en un creador singular que construyó un lenguaje impermeable. En Tottori está establecido el Museo de Fotografía que lleva el nombre del maestro.

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