Fallos en el guión
Algo funcionó mal en ese guión porque cualquier observador imparcial pudo contemplar a Rajoy embarrado en ETA, repetitivo hasta el hartazgo, exigiendo al Gobierno que entregara las actas de sus reuniones con la banda o convocara elecciones anticipadas, mientras Zapatero se pavoneaba con la bonanza económica, anunciaba un cheque regalo de 2.500 euros para recién nacidos, le recordaba su pasado como ‘el señor de los hilillos del Prestige’, le retorcía el brazo con Navarra y con sus sucesores en el partido, y para colmo, insistía en que con los terroristas se acabó el diálogo y había llegado la hora de ser implacable.
«Es verdad que mi discurso no tenía una sola cifra; ni falta que hacía. Y claro que las manejo. Podía haber hablado mucho más de la vivienda, pero con eso no se consiguen titulares al día siguiente», dice Rajoy, ya sin croqueta. El argumento parece inapelable hasta que uno repasa el discurso del presidente del PP y cuenta líneas: seis para la educación; seis para inmigración; dos para vivienda; una y media para energía; tres para seguridad; dos líneas y dos palabras para infraestructuras; una y media para el agua, y algo más de dos para la política exterior.
Rajoy revive el debate para reafirmarse en la opinión de que no se equivocó. «Él me dijo que yo había llevado al PP de la mayoría absoluta a la oposición y yo le repliqué que era mejor eso que llevarlo a la indecencia como había hecho él; él me sacó lo de los hilillos y le he contestado que yo nunca he llamado accidente a un atentado...». El ‘me dijo-le dije’ aún dura un rato, hasta que toca el turno del porqué no se dijo.
«¿Y por qué en vez de tantas referencias a ETA no ha existido una sola mención a que Zapatero perdió las elecciones municipales?», se le pregunta. «¿Para qué? –responde– Me hubiera dicho que ninguno de los dos nos presentábamos a esas elecciones».
Aragonés, que está de los nervios porque el gran líder está hablando con desconocidos, logra, finalmente, meter baza, reducirle y sacarle del garito. Esto pasa por ir a tomar cañas sin tomar precauciones. La irrupción popular en el Manolo sorprendió al diputado socialista Txiqui Benegas en una de las mesas dando cuenta de su particular refrigerio. «A éste le ha pasado con las actas de ETA lo que le ocurrió a Borrell con los dichosos devengos». Benegas estaba feliz, en consonancia con la euforia que se respiraba en todo el Grupo Socialista.
Hoy se votan las propuestas de resolución. El PP ha pedido que el Gobierno entregue al Congreso las dichosas actas. Erre que erre.
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