El arte agitado, la vida licenciosa, la miseria social y el porvenir nazi de los años veinte en Berlín

  • La muestra 'Bailando en el volcán' recorre a través del arte la década libertina, convulsa y alocada de la capital alemana que precedió la llegada al poder de Hitler.
  • El lujo y la diversión de las noches sin fin del cabaret y el lema de 'deprisa, deprisa' convivían con la miseria de una ciudad con 600.000 desempleados.
  • Vagabundos, suicidas, 'outsiders', creadores desenfrenados, agitadores, prostitutas, hambrientos, clubes donde podía escucharse el grito 'luces fuera, navajas listas'...
Acuarela de Otto Schoff datada en Berlín en 1922
Acuarela de Otto Schoff datada en Berlín en 1922
© Stadtmuseum Berlin | Foto: Michael Setzpfandt
Acuarela de Otto Schoff datada en Berlín en 1922

Durante la década de los roaring twenties (rugientes años veinte), como dicen los angloparlantes —en español suele preferirse el menos radical y también menos plástico adjetivo 'locos'—, Berlín era una ciudad con un carácter mefistofélico. Enorme, moderna y contenida en la recién constituida área metropolitana del Groß-Berlin (Gran Berlín) al deglutir la ciudad a todos los barrios vecinos, que hasta entonces eran villas independientes, y pasar como consecuencia de dos a cuatro millones de habitantes, en la urbe convivían en intimidad la diversión y la miseria, la vida licenciosa y la delictiva, el radicalismo político de izquierdas y, larvado pero ya notable, el huevo de la serpiente del nazismo que aguardaba su momento.

Esta bipolaridad de extremos llega a los museos de la ciudad con Tanz auf dem Vulkan (Bailando en el volcán), muy apropiada imagen poética —no es original, procede de una película de tercera categoría de 1938, de producción alemana pero con la acción situada en Francia—, para una exposición que desea recorrer a través del arte la década libertina, convulsa, alocada y en ocasiones idealizada que precedió a la llegada al poder de Hitler. La muestra, subtitulada, Das Berlin der Zwanziger Jahre im Spiegel der Künste (El Berlín de los veinte reflejado en las artes) ocupa, hasta el 31 de enero, todo el espacio expositivo del Ephraim-Palais, uno de los muchos museos del consorcio de pinacotecas públicas de la ciudad.

500 obras de 200 artistas

Con más de 500 obras de unos 200 pintores, artistas gráficos, fotógrafos y diseñadores, la exposición ilustra tanto las condiciones de vida de la población como la vida cultural multifacética del período de entreguerras. Hay firmas de artistas muy conocidos como Max Beckmann, Otto Dix y George Grosz —quien tuvo varios encontronazos con la ley y fue el prototipo del artista politizado—, otros que han sido olvidados y mucho material gráfico e histórico de artes visuales, arquitectura, diseño, moda, teatro, cabarés y revistas. Además, la exposición incluye documentos de cine y audio, como extractos de la adaptación al cine de Berlin Alexanderplatz (1.931) y fragmentos de informativos radiofónicos, entre ellos el del escritor Alfred Döblin sobre una exposición sobre la secesión de Berlín.

En el período de República de Weimar (1913-1933), la primera democracia de Alemania y un tiempo de tumultuosa creatividad y graves disparidades sociales, Berlín se consolidó como un crisol de vagabundos, suicidas, outsiders, creadores desenfrenados, agitadores, prostitutas, hambrientos, clubes donde podía escucharse el grito colectivo de "¡luces fuera, navajas listas!" —tomado de una canción popular—. En la ciudad, donde el lujo y la diversión de las noches sin fin respondían al desenfrenado reclamo del deprisa, deprisa, había 600.000 parados y un clima de desigualdad palpitante.

Berlín, pese a todo, se convirtió en el gran centro industrial europeo y un referente cultural que acogía al arquitecto Walter Gropius, al científico Albert Einstein —ganador del Nobel de Física en 1921— y el escritor Bertolt Brecht. Las asociaciones sindicales y políticas se polarizaban, la influencia de la revolución de la URSS era constante y los enfrentamientos llegaban al asesinato del rival, como en el caso de los líderes comunistas Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, atacados mortalmente por la extrema derecha.

'Charleston', 'honky tonk' y 'nueva mujer'

Tanz auf dem Vulkan pone coreografía cultural al cóctel de hedonismo, desventura y violencia de la época, animada casi con naturalidad por los "movimientos entrecortados del charleston, el exhibicionismo del honky-tonk, el sarcasmo de los números de cabaret y el estilo de la nueva mujer". El proverbial ajetreo de la capital alemana era el decorado para un combate entre las emociones y la excitación sensual  y la lucha diaria por la supervivencia durante un período en que la pérdida de valor de la moneda alcanzó niveles inimaginables —era más cara la tinta y el papel de un billete que el valor de la nota bancaria—.

Berlín era "un semillero de vicio", en parte provocado por las libertades que tarjo consigo la joven democracia. En la exposición pueden verse fotos de la colección de estampas eróticas del sexólogo Wilhelm Schöffer; instantáneas y carteles de las nuevas salas de cine construido en el estilo de la nueva objetividad modernista, que también influyó en la pintura y las artes gráficas, y caricaturas de la revista satírica Ulk, cuyos dibujantes y columnistas se burlaban y criticaban abiertamente a los nuevos ricos que habían amasado fortunas con la especulación derivada de las inyecciones de ayudas extranjeras, sobre todo de los EE UU, que llegaron tras la I Guerra Mundial.

Sólo cinco años 'dorados'

El 3 de octubre de 1929, la muerte por un accidente cerebrovascular del ministro de Relaciones Exteriores Gustav Stresemann, que había logrado que la Liga de las Naciones aceptara el ingreso de Alemania, marcó el final de la era de la despreocupación y el disfrute. "Los dorados años veinte", dicen los responsables de la exposición, "sólo duraron en realidad cinco años". El 30 de enero de 1933 Adolf Hitler y el Partido Nacionalsocialista llegaron al poder y comenzó el periódo más negro del siglo XX.

Muchos de los protagonistas del fulgor creativo de los años locos tuvieron que abandonar el país por motivos políticos, al ser tildados de artistas degenerados o enemigos del nazismo en lo racial y estar, por ende, en camino a la muerte. Otros, los menos, optaron por un exilio interior de silencio y ascetismo.

Para recordar la faceta lujosa de la época, el museo programa la IA-Scent, donde se reconstruye la legendario colección de perfumes Schwarzlose, los de más éxito de la época. Venían en elegantes frascos y se anunciaban con cartelería art déco.

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