Exponen las fotos que Lee Miller hizo a su amigo Pablo Picasso

  • La Galería Nacional de Retratos de Escocia ahonda en la amistad de casi cuatro décadas entre el pintor y la fotógrafa, que retrató al artista más de cien veces.
  • Una de las imágenes muestra el reencuentro entre los amigos tras la liberación de París en 1945, cuando Miller entró en la ciudad como corresponsal de guerra.
  • También se exhiben cuadros y dibujos de Picasso para los que posó ella, una de las grandes musas de los surrealistas franceses antes de la II Guerra Mundial.
Foto del reencuentro de Picasso y Lee Miller en 1944 tras la liberación de París. Ella llegó como reportera con el Ejército de los EE UU
Foto del reencuentro de Picasso y Lee Miller en 1944 tras la liberación de París. Ella llegó como reportera con el Ejército de los EE UU
© Lee Miller Archives, England 2015. All rights reserved. ©Succession Picasso/DACS, London 2015
Foto del reencuentro de Picasso y Lee Miller en 1944 tras la liberación de París. Ella llegó como reportera con el Ejército de los EE UU

Poco después de la liberación de París en el verano de 1944, con una de las unidades del Ejército de los EE UU que combatían a los nazis venía asignada como fotógrafa Lee Miller, una de la media docena de mujeres que acompañaban como reporteras a los aliados en el tramo final de la II Guerra Mundial. Buena conocedora de la capital francesa, donde había vivido, trabado amistad con artistas y posado para muchos de ellos antes del conflicto, Miller no dudó para cumplir su primer deseo en la alegre ciudad: ir al número 7 de la Rue des Grands-Augustin, el estudio y vivienda de su amigo Pablo Picasso.

Hay testimonio del encuentro: una imagen realizada por Miller con la cámara en modo de autodisparo. Fue publicada en Vogue, la revista para la que trabajaba ella, en octubre de 1944, con este título: "Lee Miller, la fotógrafa de Vogue, llegó (a París) y fue a ver a viejos amigos". La instantánea muestra a los dos personajes —ella, de uniforme militar; él, con camisa, corbata y el cigarrillo inseparable— desplegando el júbilo del reencuentro. Miller, casi una cabeza más alta que el pintor español, sonríe abiertamente. Picasso, cuyos ojos brillan con peculiar picardía, le pasa a ella un brazo por encima de los hombros y le sujeta el cuello.

'Eres el primer soldado aliado que veo'

Durante el inesperado momento —el pintor, que había permanecido durante casi toda la ocupación recluido en casa, respetado por los nazis por la grandeza de su nombre y porque de vez en cuando les vendía algún cuadro, no sabía nada de la llegada de Miller—, Picasso dijo: "Es maravilloso. Eres el primer soldado aliado que veo... ¡Y eres tú!".

La foto es una de las que componen la exposición Lee Miller and Picasso, que llega en el momento más justo: cuando se cumplen 70 años del final de la guerra y en el momento en que el pintor se consolida como el artista más cotizado de la historia tras vender por casi 161 millones de euros la obra Les femmes d'Alger, un cuadro pintado en 1955 por el que se pagó la cifra más alta manejada nunca en una subasta —el malagueño comunista tiene cuatro en el ranking de las diez pinturas subastadas más caras de todos los tiempos—.

Nunca cerró la puerta a Miller

La muestra, entre el 23 de mayo y el 6 de septiembre, es el plato fuerte para el verano de la Galería Nacional de Retratos de Escocia de Edimburgo. Incluye un centenar de los retratos que Miller hizo a Picasso durante su amistad de casi cuatro décadas, que hizo a la estadounidense la más prolífica de las capturadoras de imágenes del artista, al que, dada la confianza mútua entre ambos, mostró en todos los ambientes. Nada amigo de que le persiguieran con una cámara y muy celoso de su intimidad, Picasso siempre dejaba la puerta abierta para Miller. Sabía que ante ella podía estar tranquilo.

Además de las fotos la exposición muestra el óleo cubista Portrait of Lee Miller as l’Arlesienne, pintado en 1937 por Picasso, para quien Miller posó durante un viaje con su novio, el crítico de arte, poeta e historiador inglés Roland Penrose, a la residencia de verano del pintor en Mougins, en la región de la Provenza-Alpes-Costa Azul. Durante aquella estancia Picasso hizo seis cuadros de Miller, que había sido una de las grandes modelos de Nueva York a finales de los años veinte.

Penrose, que organizaría la gira de 1938 del Guernica por el Reino Unido para recaudar fondos para la República Española y escribiría una de las mejores biografías de Picasso, quiso comprar el retrato de Miller para regalársela a ella y el pintor accedió a vendérselo por un precio simbólico de 50 libras esterlinas.

Fotos distendidas

También Miller hizo fotos de aquel verano, en el que retrató al español con algunos de sus invitados en la que sería su casa hasta la muerte del pintor en 1973. Entre ellos aparece en las imágenes Man Ray, de quien la fotógrafa había sido musa, amante y ayudante unos años antes en París, y Paul Éluard y su mujer Nusch, otra de las grandes inspiradoras de los surrealistas franceses. Picasso aparece en algunas fotos distendidas y luminosas con su hijo Claude, aún un bebé.

Miller y Penrose se casaron en 1947, después de que ella terminara su trabajo como reportera de guerra —durante el cual cubrió la liberación del campo de concentración de Dachau y se retrató en la icónica imagen en la que se aparece desnuda en la bañera del apartamento de Hitler en Munich—. La pareja se instaló desde 1949 en la granja Farley, en Sussex, donde recibían a amigos artistas, entre ellos Max Ernst y, por supuesto, Picasso. Durante una visita en 1950, el pintor desarrolló una gran amistad con Antony, el hijo de tres años de la pareja anfitriona.

Aquel crío es hoy el responsable de la gestión de los Archivos de Lee Miller, que colaboran en la organización de la exposición. "La amistad de mis padres con Picasso era una parte central de sus vidas", dice en unas declaraciones difundidas por el museo escocés. "A partir de la camaradería y los ideales compartidos, en las playas de la Costa Azul se desarrolló rápidamente el amor y la colaboración creativa", añade Antony Penrose, para quien sus padres sentían una "pasión obsesiva" por Picasso.

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