Niños de la macrofavela Rocinha de Río posan tal como desearían ser vistos por los demás

  • La fotógrafa francesa Iris Della Roca preguntó a críos residentes en la enorme favela de más de 70.000 habitantes: "¿Cómo te gustaría que te viesen los demás?".
  • Obtuvo respuestas como 'rey', 'actor de cine', 'princesa de cuento', 'gánster'...
  • Con cada opción escenificó un decorado en el barrio e hizo retratos a los niños interpretando los roles soñados por cada uno.
Niña de la favela Rocinha que desea ser vista como una 'top model'
Niña de la favela Rocinha que desea ser vista como una 'top model'
© Iris Della Roca - 'As The King Is Not Humble, May The Humble Be King' at The Little Black Gallery London, in association with World Wide Women, from 14-21 March
Niña de la favela Rocinha que desea ser vista como una 'top model'

¿Qué quieren ser los niños de una favela? ¿Cómo les gustaría ser vistos por l0s demás?... Las respuestas que obtuvo la fotógrafa francesa Iris Della Roca no difieren demasiado de las que podría formular cualquier otro niño de los muchos mundos que trocean la realidad del planeta: "rey", "princesa de cuento", "actor", "top model", "bailarina"...

Con cada deseo, la fotógrafa, de 29 años, montó una escenificación y retrató a los niños y niñas interpretando los roles soñados pero dentro del ambiente saturado de Rocinha, la favela de casi 150 hectáreas, 24.000 casas o chabolas y 70.000 habitantes censados —la cifra real quizá sea mucho mayor— situada al sur de Río de Janeiro (Brasil) o en los descampados y barrios de las cercanías. El proyecto, que ayudó a los críos, según la fotógrafa, a escapar del estigma social de ser favelista, se titula As the King is not humble, may the  humble be King! (Ya que el Rey no es humilde, ¡que el humilde sea Rey!).

Voluntaria de la ONG Cambia tu arma por un pincel

Della Roca, que forma parte del colectivo de 34 mujeres fotógrafas World Wide Women —representan, dicen, el espíritu "libre e indomable" del arte femenino actual—, llegó a Rocinha por primera vez en 2009 para trabajar como voluntaria con la ONG Troque sua Arma por um Pincel (Cambia tu arma por un pincel), que quiere introducir el arte como pedagogía en las villas miseria brasileñas.

Aunque la situación en la macrofavela —que llegó a ser la mayor de Brasil— ha mejorado algo en los últimos años, en el momento en que la fotógrafa se desplazó el índice de violencia era altísimo y el barrio estaba dominado por bandas dedicadas al tráfico de drogas. El contrasentido era (y es) enorme porque Rocinha —palabra derivada del brasileño rocinhas, ranchitos, como llamaron a las chabolas los primeros pobladores del lugar, allá por los años cuarenta del siglo XX, casi todos campesinos que buscaban mejorar económicamente en la gran metrópoli— limita con Gávea y São Conrado, dos de los barrios de la clase alta de Río.

'Alejarlos de los clichés y el clasismo'

El proyecto se inició de manera natural cuando la fotógrafa buscó una propuesta que implicase a los niños, todos en edad de cursar estudios primarios. Della Roca presintió cierta vergüenza en los más dados a sincerarse: ser habitantes de una favela era una carga muy dura para ellos, una marca social con la cual el futuro estaba dictado y las oportunidades no existían. Por eso pensó en un modo de "alejarlos de los clichés y el clasismo" y llevarlos a un territorio "imaginado por ellos mismos".

Cuando les formuló una pregunta simple —"¿cómo te gustaría que te viesen los demás?"—, abrió la puerta para que la colaboración fluyese en las dos direcciones. Los críos imaginaron el papel que querrían mostrar ante los demás con naturalidad: junto a las respuestas casi universales —"hada", "mago", "estrella de Hollywood"—, hay otras que están más relacionadas con la realidad —"gánster", "príncipe de Catar", "mexicano", "jefe de la playa", "novio y novia" (que aparecen, por cierto, enfadados uno con la otra)— y un tercer grupo donde laten las ganas de escapar lejos —"sirena", "diva", "marinero"—.

Las fotos, que DellaRoca expone en la Little Black Gallery de Londres, sortean con buen humor, honestidad y embrujo infantil la falta de un acabado artístico que reclamaba quizá un mayor esfuerzo. Pero no se trata de buscar lo sublime de la forma, sino de permitir a los niños favelistas que vuelen lejos, al menos dentro de los márgenes de una fotografía.

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